viernes, 19 de abril de 2013

El Ordeño

         
          
Nos encontramos a punto de llegar a nuestra Feria Agroganadera, que debiera ser trampolín del sector y plataforma de innovación y mejora, si bien la agonía que nos embarga nos deja un sabor agridulce y hasta faltos de fuerzas y de espíritu. Entre las novedades tecnológicas que se exponen nosotros siempre incidimos en apreciar (lógicamente) las maquinitas del ordeño, que ya te hacen virguerías de todos los colores. Hace unos días se lo comentaba a Juani y nos reímos, pues ella por la cosa del turismo (en su cortijo) tiene algunas vacas de muestra para que los niños y las familias foráneas, que vienen a descansar y hacer tareas del campo (con sosiego y como entretenimiento), ordeñen a la forma tradicional; y me decía que le explicara por escrito cómo se hacía para que lo pusiera como forma curiosa. La verdad es que me picó, porque aunque nosotros estamos bien mecanizaditos (pregúntaselo a Vero, que se sabe todos los números y máquinas), el abuelo y padre nos enseñaron de bien chiquitas el ordeño a mano para conocer los animalitos, pues no hay manera mejor.


La cosa es sencilla, pero tiene su quid. Para ordeñar a mano y a la forma tradicional no se necesita más que buen tiento y paciencia, teniendo en cuenta que las prisas para nada son buenas; además (claro...) de una vaca (oveja, cabra...) para la faena y un pequeño tajo (que el de Juani es una reliquia, pero tiene su importancia, y mucha) para sentarse. Los preliminares son muy importantes, pues en esto del ordeño pasa como con en todas las cosas, no se puede entrar a saco, queriéndolo hacer en un pis-pas. Hace falta su tiempo y cierta serenidad para que los animalitos entreguen su producto con generosidad. Lo primero que debe hacerse es acercarse a las vacas con naturalidad y sin tensión alguna, pues detectan rápidamente la presencia de ajenos, voces altisonantes, movimientos bruscos y formas que les inquietan; por ello es bueno moverse con tranquilidad, acariciándoles los lomos con suavidad, frotando con ternura de un lado para otro, en el cuarto trasero, costado..., y susurrándole el nombre (todas lo tienen) para ganar su complicidad. Es casi un acto de amor. Después de este acercamiento sencillo se puede proceder al inicio de la faena, pues te tienes ganado al animalito. Ahora te sientas con cuidado en tu tajuela (pequeño asiento de tres patas de madera, con buena movilidad) al lado de la vaca entre los cuartos traseros y la barriga, prosiguiendo con las caricias en la paleta para que note dónde te encuentras, para que sientan tu presencia y tus intenciones. Es vital esta conectividad, porque si no se hace con mucha delicadeza se espantará y te llevará por delante; y créanme que tienen mucha fuerza..., ¡y hasta puede devenir en percance! Si se hace bien no pasa nada. Pues bien, ya estás sentado, y en último término incorporas el cubo o caldero (que decimos en mi pueblo) debajo mismo de las ubres entre tus piernas. Sin perder ni un instante el contacto y las caricias, procurando que sus patas traseras se encuentren retrasadas, dejándole holgura suficiente para hacer algún pequeño movimiento. Si no se tiene cuidado con este detalle, se puede tensionar la vaca, y en un momento de crispación (que a veces los hay) te lleva por delante el caldero..., o te mete la pata dentro, que es peor. Situados en posición, sentados, con el cubo entre nuestras piernas y bajo las ubres...., estamos dispuestos al ordeño.

Vuelvo a reiterar (qué pesada, verdad) que el sosiego de la vaquilla ha de ser total, y para ello conviene acariciar con suavidad las ubres (no los pezones, cuidado) aterciopeladas de blanco, con la tersura de un tambor, notándola pletórica. Ahí la sensibilidad de la vaca es grande y es donde ella nota sintonía (o no) con quien le va a extraer el fruto de su cuerpo. Es hora ya de comenzar la tarea propiamente dicha, el ordeño, y ante nosotros tenemos cuatro alargados pezones (dos a cada lado) completamente henchidos y dispuestos. Como bien me decía el abuelo (cuando me enseñó, porque ahora ya la ordeñadora mecánica...), hay que suavizarlos y humedecerlos con mucho cuidado con su propia leche (lógicamente, y sobra decirlo, las manas han de estar inmaculadas de limpias al igual que las ubres). Y de nuevo..., la ternura al enésimo grado, porque el animalito aprecia y sabe bien quien le toca..., y si no ve la cosa clara te sube la leche y no te dejará sacar ni una gota..., aunque estires lo indecible. Si se hace con tiento será todo lo contrario. Para el ejercicio del ordeño hay formas diferentes, pero Manuel me enseñó cogiendo los dos pezones del lado (primero unos y luego los otros), cada mano a uno, apretando entre el pulgar (que se encuentra en ángulo recto, y presiona primero) y el resto de la mano (que presiona después). Primero presionas arriba (pulgar) y luego abajo con el resto, y alternativamente las dos manos: una..., otra, una, otra. El chorro de leche saldrá calentito y con mucha fuerza, tamborileando en el caldero con la alegría de una tormenta de granizo que no ha de parar ya; y en muy poco rato se notará el crecimiento de la leche con una progresión magnífica, amortiguándose el sonique. Progresivamente se apreciará la menor tensión de los pezones y la relajación de la ubre: pues donde antes había formas inhiestas, fuerza y buena tirantez, ahora se troca en blandura y deformidad. El pezón se queda completamente inane..., como un globo flácido que ha perdido su poder. La vaca nos ha dado ya lo mejor de sus adentros. Cuando no salga nada..., ¡pues has acabado! Aún recuerdo la ilusión de mis primeros ordeños de niña, cuando conseguías sacar con mucho esfuerzo el fondillo del cubo de leche..., y te parecía un mundo. Era como una sorpresa que tal manjar saliera de la barriga de la vaquilla..., o como cuando ves florecer las ciruelas en el huerto y más tarde ves los frutos por arte de magia. Qué sabia y buena es la naturaleza. Una vez que se le ha cogido la mecánica del ordeño es coser y cantar, y en poco rato tendrás varios litros de leche; sin perder nunca (que es vital) la confianza del animalito, al que siempre hay que estar acariciando con ternura y susurrándole cosas bonitas. Cuando se acaba del todo, simplemente te retiras con las mismas formas y maneras que llegaste (con el máximo respeto), y el animal te despedirá con un cabeceo demostrándote que está conforme de tu oficio. Eso es todo. (para ti, Juani, no sé si lo he sabido expresar).

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva