domingo, 30 de junio de 2013

DUDAS...

Ahora que llega lo más grueso del estío, y muchos de nuestros convecinos salen de vacaciones y otros llegan, es tiempo de reflexión: sobre la comarca en sentido globalizador, y como unidad que busca el futuro en diferentes sectores. Las vacaciones veraniegas constituyen, a mi parecer, un grueso importante en la actividad turística a lo largo del año, y no podemos aspirar a un desarrollo amplio en este sentido dejando de lado este periplo y sus actividades. A través de internet, y en lo que oigo de nuestros pueblos, observo que se establecen programaciones amplias y diversas en cada lugar: espectáculos, presentaciones, jornadas, programas para niños, etcétera. En fin, un abanico amplio de actividades culturales para contentar a propios y extraños, sin quedarse ningún ayuntamiento sin programas de verano (cada uno a lo suyo). No voy a entrar ahora en los entresijos de los programas o su fundamento (como dice Arguiñano, ja, ja, ja), su relevancia y significación para cada una de las poblaciones, o su ajuste a las aspiraciones de la vecindad. Hay gustos para todo. Sin embargo, sí me gustaría plantear una duda que mi amiga Juani me reboza constantemente (pues ella se dedica a esto del turismo), que no es otra cosa que la manida insatisfacción como proyecto unitario de comarca. Es cierto que tenemos actos por todas las partes y programaciones para eventos a diario no faltan, pero me pregunto –por encima de nosotros, claro–, ¿qué ingredientes posee nuestra comarca para atraer turistas de otros lugares?, ¿tenemos un paisaje excepcional que arrastre a alguien para visitarnos?, ¿contamos con un patrimonio destacado y bien habilitado que sea llamativo?, ¿poseemos algún ingrediente de singularidad que sirva de cebo entre lo mucho que se ofrece por ahí?, ¿nuestra cocina o gastronomía es un acicate de mucha pujanza?, ¿las actividades de relumbrón de algún ayuntamiento son suficientes para movilizar?, ¿qué tipo de turismo podemos atraer (senderismo, invierno...)? Creo que basta con la retórica de las preguntas para empezar a reflexionar, y es evidente que aquí tampoco hay playa ni nada que se le parezca (o sí). En reiteradas ocasiones me he quejado de que más allá de actividades dispersas y locales haría falta un planteamiento general por parte de alguien; sobre todo para esos que quieren que la comarca sea una oferta turística de cierta entidad, que no sé siquiera sí es posible. Pero tendremos que pensar qué ofrecemos a esos que queremos que lleguen. Sobre todo, qué es lo que queremos y qué nos jugamos, porque esto del turismo y del desarrollo no creo que sea simplemente un juego de niños, ¿o sí?. Supongo que cosillas de estas se las plantearan los sesudos que se dedican a esto..., los gobernantes...., y cuatro más que tienen que buscarse la vida. En todo caso son dudas que se me plantean a mí (ja, ja, ja...., que tiene gracia) al ver partir algunas amigas, que buscan otras cosas fuera.

jueves, 27 de junio de 2013

MONSTRUOS

Me dice el abuelo Manuel que si sus abuelos (v.r.) levantaran la cabeza (expresión muy suya) no reconocerían ni su casa ni sus tierras. Tiene gracia el asunto, a pesar de toda la lógica del mundo..., y me explico. El otro día iba conmigo en la furgoneta y salió el comentario de las alpacas del campo, que veíamos aún repartidas de algunos aletargados, y se lo dije como curiosidad. La respuesta que me dio fue de lo más curiosa, pues su mirada perdida al horizonte está ya llena de telarañas (desgraciadamente), pero a veces atina de manera inmejorable en sus juicios de valor. Me advirtió de la notoriedad de esas gigantescas pacas que deambulan como gigantes perdidos en una carrera interminable; parecen autómatas del labrantío dispuestos a echar una carrera, encontrándose en disposición de movimiento, pero paradas e inertes en un soliloquio a la espera de un arbitraje inexistente. Estos monstruos de mies mecanizada tienen formas cilíndricas y  paralepípedas, pero lo que destacaba el abuelo en sus diatribas perdidas era el tamaño ingente, pues refería que solamente en una de ellas cabía el esfuerzo de un gañán en media jornada (ja, ja, ja...). La verdad es que lo tuve que pensar dos veces para darle la razón, pues seguro que es cierto que la empacadora hace ahora en dos horas lo que nuestros abuelos en meses; en derrotados tajos de jornadas infinitas al temple inhóspito de Apolo. Parece que veo en los ojos de Manuel el sufrimiento de antaño cuando mira quedo esas alpacas circunspectas. Cuando me explicó en pocas palabras la trayectoria de las décadas pasadas en el laboreo del trigo y la cebada, comprendí bien el tránsito de su vida en un suspiro; como pasando de la noche  al día. De esos segadores agostados en el sacrificio de la tierra para malvivir, a esas primeras máquinas de peine arcaico que me describe como un avance descomunal –aún tiradas por mulos–, y esas trilladoras que les facilitaron la vida en los años sesenta del desarrollo (como dice Vero)...; alcanzándose ahora el automatismo y la rapidez con las empacadoras que usamos actualmente y que pagamos a buen precio. Que aunque tenemos nuestro trabajo, padre dice que nada que ver con lo de entonces. Todo un mundo de cambios. Padre me ha enseñado en el Internet las máquinas de trillar que fueron –según me dice él– como el descubrimiento de la Penicilina (salvando la distancia, ja, ja, ja...). No se lo discuto, porque un día vi en Belalcázar una de estas máquinas de trillar abandonada, junto a un viejo tractor gritándole susurros al oído, que ahora me recuerdan esto que dicen el abuelo y padre a un tiempo: ese pasado doloroso de nuestra tierra y el despertar del campo de hace medio siglo. Esas máquinas que hace unos años, que seguramente fueron vanguardia en su día, claman hoy al cielo como monstruos desaforados de chatarra;  viejos artificios con díscolos mecanismos que parecen engendros de ficción. Baluartes de otro tiempo que ante la mirada de un artista retumban como esperpentos en el espacio etéreo. Aunque me quejo en demasía, y me parece que todo sigue igual, creo que soy completamente injusta. El trabajo del campo y el ganado ha cambiado mucho, y de qué forma; y hemos cambiado nosotros..., y la  vaqueriza, y las vacas...¡y la leche!

domingo, 23 de junio de 2013

Cultura evanescente

Qué cosas se leen por ahí, arriostradas de pesadumbre y teñidas de mentira. Más bien fundamentadas en pretensiones fatuas, o simplemente ambiciones; pero en todo caso carentes de realidad. La Cultura con mayúsculas no puede ni debe equivocarse con otras cosillas tildadas con esa homofonía que necesariamente se escribe con minúscula y está sujeta a toda una ventolera de desvaríos. La Cultura es otra cosa, y no caben equivocaciones ni engaños. Si se entiende correctamente, no tienen cabida los enfados ni resentimientos. Los medios de comunicación –en su vasta extensión– han propiciado la comprensión de los fenómenos culturales de una forma un tanto difusa; y hasta nos han hecho soñar con mentiras. En sentido amplio y manido, la cultura es todo y todo cabe en la cultura, pero cuando nos ceñimos a un concepto más restrictivo y clásico, la poda que hay que hacer sobre todo lo que se abriga bajo esa calificación de Cultura es inmensa, y todo queda reducido a la nada, o a muy poco. No solamente en nuestros pueblos, sino a nivel nacional e internacional, porque gran parte de lo que se vende no tiene ni la impronta Cultural que debe, ni la excelencia, ni siquiera la notoriedad productiva si no fuera por la potente promoción de los Media. Gran parte de obras artísticas o culturales, así tildadas, no pasan de ser meras mediocridades, pero están aupadas por la catapulta del dinero y sus mentores. Venden mucho y nadie las pone en duda. Por lo tanto, lo que pasa en Los Pedroches no creo que sea algo exclusivo de nuestra tierra (desgraciadamente), sino que se puede hacer extensivo a muchos otros lugares con idénticas consideraciones de pesadumbre. Cierto que en casa las cosas se ven más cerca y con más detalle, y por ello nos enervan más. Los ayuntamientos navegan en la misma ola del mare magnum nacional, afanándose en promover cultura de artificio, edulcorada con ingredientes al uso en todas las partes: libros de pacotilla (los más) que no pasarían el mínimo filtro de cualquier criterio templado de sensatez; actuaciones, pases y poses descarnados de calidad, y mayoritariamente favorecidos al son de las promotoras institucionalizadas; escritores y literatos enaltecidos al arrimo de aquellos que..., desgraciadamente también viven del arrimo de éstos. No, eso nada tiene que ver con la Cultura; se encuentra a un mundo de distancia (creo yo, miserable de mí). No soy yo la más cualificada (ja, ja, ja..., que no sé nada de nada) para menospreciar las creaciones de nadie ni su valor (que seguro que lo tienen); ni ceñir a nadie ni un ápice dentro o fuera de un concepto tal complejo. Personalmente pienso que la Cultura de verdad tiene más que ver con creaciones más solidas y forjadas en otras masas que vayan más allá del dinero, la fama y la promoción institucional. Muy poco de lo que se hace ahora pasará el tamiz del tiempo por sus bondades, y con ello se derrumba bastante de lo que se hace a todos los niveles y en muchos lugares. En la comarca las creaciones culturales son pocas, las de verdad (lamentablemente), y para fomentar la Cultura hay que apostar por la base: la buena formación a todos los niveles, desde pequeños, para tener individuos capacitados, ciudadanos y Cultura. Un artista no se hace en un día ni en un año, y la Cultura con mayúscula no sale de la nada, sino de la forja lenta en el temple del horno del tiempo; y del esfuerzo, en la busca de la calidad y la excelencia con el trabajo. Lo demás es pura superchería, parafernalia institucional y flirteo amoroso revestido de vanagloria con esa otra cultura de más arriba que adolece igualmente de quilates. Por todo esto pienso que la Cultura no es evanescente..., más bien existe una carencia grave de Cultura. Y cuán doloroso resulta decirlo, sobre todo cuando me sale de lo más hondo. ¡Cuánto me gustaría estar equivocada! (me voy a cosas más prosaicas..., ¡a la vaqueriza!)






sábado, 22 de junio de 2013

DIAS DE VERANO

El Reino de la luz está llegando a su cenit, y eso merece una sonrisa. En estos días turbios y tristones, de la semana pasada, se nos ha olvidado un tanto dónde nos encontramos. El año nos está brindando los días más amplios y luminosos, los más bonitos, y desde la mañana a la noche parece que haya un año, sobre todo cuando trabajas en el campo, en sintonía con la naturaleza. A pesar de todo, me gustan las jornadas interminables que tienes tiempo para todo, en que la vida parece dilatarse como una goma que la estiras y nunca se rompe. Antes del amanecer disfrutas esperando el aura en el horizonte, con el frescor de la noche que hace que te sientas vivas; luego ves salir al coloso en el horizonte de la dehesa con una pujanza enorme,  sintiéndose ya dueño de nuestras vidas, porque sabe que en muy pocas horas señoreará en lo alto sin rival; y hasta nos hará sufrir como peleles desvencijados, cuando quiere, ninguneando a ese Eolo a estas alturas ya le teme y se le esconde hasta en la sombra. Al mediodía ruge con el sable ardiente cuando quiere, afilado al temple del horno en el infierno, mirando con altivez la ínfima pequeñez de nuestros corazones fríos..., casi ateridos del invierno y de la mala vida. Pero es al atardecer, postrado en la lejanía y casi vencido, cuando más me gusta. Mirando esa lumbre evanescente que hace sangrar al cielo..., para que los amantes sueñen sus pasiones y se abracen al susurro de la noche. El inicio del verano marca un poco el ritmo del corazón, me parece, y es quizás el sol el que hace fluir la sangre de las emociones, con contraluces sistólicas que nos encienden las venas; y los desamores..., porque a veces también la soledad encuentra aquí su sitio. Ahora, cuando nos situamos al filo del cuchillo, entre la Primavera y el Verano, se pasea como nunca a la luz de la luna. Y se escuchan los rumores de la noche allá a lo lejos; y se sueña con el vibrar del aire y su impotencia; y se miran las luciérnagas con pasión infantil...; y se oyen los grillos y animales en la obscuridad más clara jugando al escondite. Y la música en la vaqueriza te acuna con esa melodía.., melosa..., a media voz, mediatizada con azúcar... que te hace un poco más romántica. A padre le gustan los sones de estos días de verano..., que acompasan un poco el sueño de la vida. 

martes, 18 de junio de 2013

Viooooooo...lencia Machista

De nuevo la sangre nos tiñe el alma; pero ahora en nuestra casa de Los Pedroches. La muerte de una anciana en Pozoblanco, y del presunto marido asesino, nos dejan de nuevo desolados y sin habla. En este mar de ignominia se te hiela el corazón, pues una y otra vez tenemos que gritar al infinito con el dolor de la desvergüenza humana y la impotencia toda. La última tragedia sentenciada en nuestra tierra nos pone sobre el tamiz de nuestros ojos la realidad más cruda, porque ahora tocamos muy de cerca la dramática verdad del machismo en la casa de nuestros vecinos. Resulta frustrante observar día a día las consecuencias de un problema cuya solución no se atina a corto plazo, ni siquiera a medio. En cientos de ocasiones he referido el fondo opaco del problema, y el imposible discernimiento por la vía rápida.  El machismo ancestral no se repliega en una hora ni en un día, porque está enraizado en lo más hondo de la sociedad. Este país es machista hasta la médula. Es cierto que los más jóvenes hemos nacido y crecido en un ambiente más abierto e igualitario que nuestros padres y abuelos, pero muy lejos de ese plano de igualdad que se presume en el Estado de Derecho. El Machismo no está en los papeles, sino en la cabeza, en las actitudes de muchos, en lo más hondo de las afectaciones y consideraciones de unos sobre otros. Y desigualdades sigue habiendo; y siguen existiendo discriminaciones graves; y en lo más hondo de muchos hombres y mujeres la patina de la igualdad es una mera falacia. La elevada cifra de veintisiete mujeres muertas este año es muy expresiva de que el mal no está atajado ni mucho menos; ni se puede atajar con cuatro parches. La Educación tiene muchas bazas en este asunto, y las debe tener,  y seguro que se va corrigiendo en parte (muy lentamente), pero el ancho mundo de las desigualdades (económicas, sociales...) es aún un inmejorable caldo de cultivo; así como la agresiva publicidad y consideración de la mujer como objeto de deseo, utilizando ese fondo oscuro que luego acaba donde todos sabemos (y no se me entienda mal). Estas muertes tan nuestras nos dejan sembrada el alma de incertidumbre. Porque tenemos una lección importante por aprender, y nos va la vida en ello.

viernes, 14 de junio de 2013

El Trenillo

El padre de mamá, el abuelo Juan, llamaba El Trenillo a la maquina del tren de carga y pasajeros que iba desde Villanueva del Duque a Peñarroya-Pueblonuevo. Debía ser poquita cosa y bien espectacular en aquellos años, en que la gente se movía menos que ahora. El silencio tétrico del Cerco del Soldado –decía el abuelo– era entonces un mar de ruidos y agitación constante, pues de arriba hacia abajo se escuchaba el temblor de la tierra, el maquineo irrefrenable de los lavaderos con el chirriar de las cintas y el volteo del mineral; y un despliegue ingente de obreros teñidos de suciedad entre la polvareda asfixiante de los montículos de las escombreras y vertederos. El trajín de un ejército humano embebido en el oficio, como autómatas del futuro que simplemente atienden a su labor mecánica. Un mundo de contraluces entre la mansedumbre de esta plebe, enrabietada por dentro, y la altivez de los jerifaltes extranjeros con sus rostros serenos, casas con distingo y juegos de copetín (porque el abuelo dice que ellos vivían bien). Al atardecer, con las obscuridad de la noche, anestesiada por un rato la quejumbre del cuerpo y el soniquete de los martillos, la ristra negra de soldados del infierno se lava la cara y las manos con gasolina (siempre a mano, y no solo por la suciedad); como un perro manso y cabezota, de mucha embergadura pero tardo movimiento, se despereza para vivir un rato en superficie la claridad de la noche. En los ventorros desperdigados del Soldado y las Morras los altivos mineros se desfogan con el tintorro y la pitarra de la tierra a grito limpio, con soniquetes aflamencados. La voz les sale de dentro..., de lo más hondo y negro del alma, porque allí  tienen los sentimientos más agarrados y sinceros, esos que nunca se se dicen; y hasta se atreven (a veces) en el calor de la noche con coplillas picantes entreveradas con tibios insultos a la empresa y a los jefes, que dormitan de la jornada en sus casas confortables con sus dulces familias. Hasta las altas horas de la mañana, en el despertar de la primavera, dura la juerga minera en la casa de Fernández; y se irán tarde a sus hogares con la sombra de la noche oscura..., y en el pensamiento las tinieblas de la mañana, que les esperaran abajo como todos los días..., como toda su vida. Con el repicar del campanillo de Santa Bárbara se marca el ritmo de la vida, y en la estación del Soldado le hace réplica diminuta la pequeña esquila de la casa del jefe de estación. A media tarde el zumbón de las máquinas resulta ensordecedor, y en las naves se carga y se descarga con tesón, porque en muy poco rato el convoy saldrá para Peñarroya-Pueblonuevo en su viaje interminable. En muy poco tiempo el Trenillo se aleja como un tiovivo en línea recta, cual escarabajo de metal por el valle buscando los silencios de la tarde. Hoy viaja el abuelo Juan para apalabrar unos lechones en el pueblo vecino, y mira con atención el lento discurrir por el camino de hierro; observando el paisaje desconocido que le brinda la mirada clara, donde solo el verdín del pasto de este monte descarnado le hace gracia. El Trenillo es cómodo y rápido como una centella –piensa en sus adentros–, y un lujo para viajar en estos tiempos, aunque se note en las posaderas de madera el retumbón de la vía en los desniveles. A unos metros de su asiento conversan en tibia parlamenta el cura y el administrador del Soldado, con dos de los civiles de Villanueva que miran escrutando la pinta de algotros pasajeros. El abuelo sonríe con su cándida mirada a una jovenzuela que tiene a su costado con una criatura de muy pocos meses: una hermosa madre de tez morena y larga cabellera, pero con muy poco lustre en el vestir y mirada perdida al infinito de la vida que le espera. Está callada y no atiende las jerigonzas de su niña. En la soledad de la tarde el Trenillo camina hacia su destino.
(A mi madre y al querido abuelo, que ya no me puede leer, pero le dedico lo que le contó a mamá, y ésta me lo cuenta a mí ahora)


jueves, 13 de junio de 2013

Mala Leche (III)

Dice el refrán que al perro flaco todo se le vuelven pulgas, y desgraciadamente así debe ser. Por si teníamos poco con la nefasta situación de la leche, ahora se han detectado en algunas explotaciones convecinas ciertas micotoxinas producidas por mohos. Con lo que se han inmovilizado toneladas de maíz y paralizado producciones ingentes de leche. Era lo que nos faltaba. Ayer me decía una amiga afectada del pueblo de al lado que es para ponerse a llorar, porque cuando la cosa aprieta de esta manera sientes la frustración más grande del mundo y te encuentras impotente. En esta ocasión la Junta ha detectado con sus controles la contaminación de los alimentos del vacuno, y no niego que sea satisfactorio para que no se trasmita ningún tipo de enfermedad a la cadena alimentaria, pero resulta frustrante esta desgracia para quienes nos dedicamos a esto, pues te inmovilizan el monto de alimentación que tienes preparado (y gastado tu dinero) y se paraliza completamente la explotación de la vaqueriza. De nuevo nos toca a nosotros, y esta vez será por las dichosas variaciones meteorológicas o lo que sea, pero parece (es broma...) que todo está confabulado para que andemos siempre dando tropezones por la vida. Precisamente este año, que ha llovido como nunca y teníamos una primavera singular, con agua a rabiar y hasta contento el personal a pesar de los pesares...; pues nada, aquí está servida la desgracia del maíz para terminar de completar el desastre. Lo dicho, hay veces que piensas que vienen a por ti y no paran (las circunstancias). No queda otra que seguir trabajando, como siempre, con el sufrimiento a las costillas e intentando superar este nuevo desaliño. No quiero disgustarme más de lo que estoy, pero me fastidia que nos pasen estas cosas cuando tenemos todos los preparativos del mundo: las maquinitas más avanzadas del mercado y los controles de leche, los análisis más exhaustivos, los cuidados más rigurosos..., ese sin vivir de exigencias actuales (papeles y más papeles) que pareces una máquina mirando mandos y estadísticas. Y luego..., ¡Zas...!, te viene una detestable infección por la vía del tiempo y del ambiente. Diremos..., como decía mi antiguo profe de historia que decía Felipe II: “yo envié mis naves a pelear contra los hombres, no contra los elementos”. Pues eso digo yo ahora (ja, ja, ja). Me río por no llorar, de verdad.

viernes, 7 de junio de 2013

¡Puerco judío! (microrrelato)

Hacía varios meses que el pequeño clan había llegado a Pedroche, aunque parecía toda una vida. En muy poco tiempo habían sabido sobrevivir, con no pocos subterfugios, lejos de la inquina y el odio derramado hacia ellos en Córdoba. Después de aquel trágico mes, todo se hizo según las disposiciones de Samuel, el ávido e inteligente rabí que conocía muy bien el espíritu humano, los recovecos más hondos del alma, las vanidades y vanaglorias de los hombres de mayor estulticia. Con mucho tacto y su buen hacer fue capaz de situar a su escuálida familia y amigos entre una vecindad sencilla, que nada tenía en principio contra ellos. Desconocían su historia por completo. En muy pocas semanas se encontraban todos situados en algunas casas modestas del villorrio, que aunque pequeño era cabeza de algunas aldeas del lugar, desperdigadas y muy poco pobladas alrededor, con hombres rudos de campo bruñidos en el labrantío y serenados con el pastoreo del ganado. Samuel había sido muy firme con sus congéneres Daniel, Ezequiel y Yakar rogándoles que evitaran cualquier notoriedad que los delatara; había que ser cautos eliminando enseñas externas que les comprometieran; no utilizar símbolos ni hacer uso de sus costumbres, que rápidamente les meterían en un aprieto. Tampoco a las mujeres se les permitió alardeo alguno en los atuendos de su raza, obligándose todos a tomar la indumentaria de la tierra. Cuestión más difícil fue la de ocultar los rasgos de una fisonomía clarificadora de la raza, pues difícilmente se podía prescindir de esa nariz aguileña, del orondo rizado y la tez oscura, aunque bien sabían todos ellos que la persecución se cimentaba más en el odio que en el distingo físico. Bien distinta a todos ellos era Ester, la nieta hermoseada como una flor, con ojos azules y rizada cabellera de pelo clarísimo; tildada de gracia, buen verbo y galanura en las poses. Nadie hubiera dicho que era hija de Moisés, el vastago del prestigioso rabí (ahora silenciado) y diligente talabartero, viudo ya de una hermosa mujer al tenor de aquella joya. Samuel había sabido acomodarse rápido al poblachón empingorotado en lo alto de un cerro, con un oficio rancio en su raza maldita. El negocio de prestamista precisaba de buen tiento, don de gentes y mucha confianza, pero él poseía todos los atributos. Su fabla lenta y serena, su cadencia y seguridad venían acompañadas además de un sentido claro de auxilio sincero hacia los demás: todo el que acudía a él veía una solución fácil y una esperanza a sus problemas. Con cuatro palabras bien dichas, y escuchando mucho, el prestamista se había ganado la amistad de los vecinos: quien más y quien menos precisaba de algún maravedí para comprar o vender lana y paños, para no embargarse hasta el cuello, o para salir de un aprieto. En muy poco tiempo la casona de Samuel se fue haciendo con una clientela numerosa, y hasta los ricachones del lugar tuvieron que acudir en su ayuda, pues nunca faltaban ocasiones para hacerse con un monto de capital para sus cuitas. El aprecio de sus habilidades prestamistas fue contundente, y hasta el señor párroco le encargó las cuentas de la iglesia, cediéndole como contraprestación la casa del sacristán: un caserón viejo al lado del Salvador, junto al torreón desmembrado del viejo castillo, del que Samuel pudo aprovechar alguna piedra para renovar su casa. Todo había salido a pedir de boca, pues habían burlado la expulsión de la capital encontrando un lugar tranquilo sin sobresaltos. Pero como dice el refrán, la alegría de los podres solo dura un día. La aceptación de los vecinos, y su aquiescencia teñida tal vez de ciertas sospechas (sin darle mayor importancia), se rompió aquel día en que Martín –el hijo del campanero– se enamoradiscó de Ester, encontrando en los congéneres de aquélla el fervor de la sangre y de la raza; sobre todo cuando no se entendieron sus deseos de matrimonio. Y el odió del cristiano viejo cristalizó hacia Samuel, con el grito estridente al infinito que nadie se habría atrevido a pronunciar: ¡Puerco Judío! El anciano padre y abuelo coprendió que de nuevo la historia se repetía.




!Cáaaaaaaaaaaaaa...llate!

Hay día tristones como hoy, no solamente porque el firmamento esté cubierto, sino porque la realidad te ofrece muy poquitas alegrías; oyes lo que pasa, miras a tu alrededor y mucho de lo que sientes que decepciona. Tanto a nivel local como regional y nacional encuentras muy malos aliños para la vida sana, pues son muchas las cosas que te decepcionan y a las que no ves salida. Por eso pienso que hay ratos en la vida que es preciso callar y dedicarlos a la reflexión serena, al aislamiento de todo ese ruido inmenso del politiqueo inaguantable (que yo no le dedico ni un minuto, pero me invade igual y me ahoga), de la falta de perspectiva en tantos asuntos, de la cháchara comarcal que es ya cansina en los mismos temas...Al tenor del panorama de hoy no me queda más remedio que recogerme en la mecánica de mi oficio mirando con alegría a quienes de verdad me quieren (nos quieren), en quienes confiamos y nunca nos decepcionan. El silencio y quehacer junto a lo que queremos resultan los mejores antídotos frente a tanta inmundicia sembrada de frustración e insatisfacciones. Creo que cada cual tiene su propio sistema de escape, y hoy es uno de esos días en los que tienes que tirar de experiencia para no entrar ni una pizca en el fango de la realidad, que se observa muy oscura y viscosa. Tal vez sea simplemente una percepción pesimista, pero por si acaso...Seguro que en muy  poco tiempo, cuando lleve seis horas trabando y animada en la tarea, veo la realidad de otra manera. Seguro que con la reflexión y el auxilio de los trabajan todos los días (y los veo a mi lado) me daré cuenta de que existe otra cara de la moneda que las legañas mañaneras no te dejan ver. Seguro que lo que parecen problemas no son más que telarañas montadas simplemente por arácnidos que se sostienen urdiendo tramas que parecen de verdad..., y hasta muy consistentes. No. seguro que la vida está sembrada de gente más sana y más buena. Aunque parezca mentira.

miércoles, 5 de junio de 2013

Analfabetismo???????


En el mare magnum de la red y la pluralidad de sus Chats, ayer encontré un chico cántabro que me abrió los ojos en algunas cosas, hablando de acá y allá, de los dimes y diretes, de la política y la religión, la vida, la crisis, los jóvenes y viejos. Es verdad que en estos laberintos del espacio no se hablan más que banalidades insustanciales, mayoritariamente, pero en ocasiones te sorprendes con gente muy puesta. Charlando con el susodicho, y después del merengueo de turno (que ese no falta), nos centramos en cosillas de más enjundia y casi que me convenció. David ha estado ya en varias ocasiones en Alemania, Lovaina y Londres, y se quejaba amargamente de la comparativa con nosotros en ciertos aspectos. Sopesaba, ya centrándose en España, de nuestro nivel cultural en general y del bajo rasante que existe en casi todos los sectores de la población. Parece que los escarceos que se escuchan a menudo sobre referencias diversas son preocupantes, como las cifras de Bolonia, los exámenes esporádicos que salen sobre diputados, médicos o profesores. Según algunas empresas que hacen tanteos se están descubriendo resultados aberrantes, pues basta con cruzar datos de unas u otras profesiones, regiones y niveles intergeneracionales para que desprendan chispas las encuestas. Eso que antes llamaban Cultura General parece que está por el suelo, pues cuestiones básicas sobre literatura, física, matemáticas o lengua destacan por su ausencia; igual da saber quién era el Cid, que señalarlo como el protagonista de una serie animada; de trigonometría o formulación; y las cuestiones de lenguaje oral y redacción ni te digo, porque ya todo vale y las teclas han sustituido a la palabras. Basta, me decía el colega, con sondear temas cruzados entre ramas profesionales y verás los dislates que aparecen, que sonrojan a cualquiera. Me he esforzado en rebatirlo con aquello de que este mundo vira por otros derroteros (la informática, las redes, los intereses de otro tipo...), pero es cierto que el poseer más instrumentos y medios (de difusión y recepción) no es precisamente argumento para conocer menos, sino más (debiera ser) y con visiones más amplias. La tecnología no puede suplir la Educación, las bibliotecas ni las libererías. La incidencia que ello tiene sobre la Sociedad es inmensa. La política es un buen ejemplo de que nos manipulan (a todos, preparados y menos preparados) con gran facilidad, y vamos como corderos donde nos dicen, cuando nos dicen..., y como nos dicen; creo que hay muy poco sentido crítico y con poca frecuencia analizamos mil situaciones que son de escarnio. De lo hablado con David y sus ejemplos he salido bastante escaldada, porque tiene bastante razón en lo que me decía, y yo misma lo he aplicado a las noticias del día de mi entorno de Los Pedroches y me quedo con la boca abierta de cómo somos. Ahí está el tema del AVE y la impotencia que tenemos, que no se puede entender si no fuera por la existencia (no aquí, sino en toda España) de ciudadanos (...) que transigen amablemente con esta situación sin encontrar cauces adecuados. En otro orden de cosas, por ahí veo hoy una noticia de la Real Academia con sus discursitos (que me parecen muy bien), pero la docta y sabia institución, que tanto sabe, parece que no se ha dado cuenta de que en el s. XXI (y a lo largo de toda la Historia) las mujeres pintamos algo en el mundo. Digo yo. La fotografía es muy elocuente, haciendo cabeza simplemente la Ministra Mato (aunque haya otras siete allá en la sombra de las cortinas).Claro que viendo algunas cosas te quedas de piedra, pues a una de las damas enaltecidas a la sagrada institución se le puede leer lo siguiente (Aurora Egido): “no es bueno, incluso para las mujeres, insistir tanto en ese tema, porque lo que se debe preguntar la sociedad es si la persona, que es lo más difícil de ser en este mundo -como decía Gracián- reúne los méritos suficientes» (Es decir, que según ella son solo los hombres los que reúnen las condiciones necesarias como personas para entrar en la Casa. Qué fuerte. Por algo ha entrado ahí (ja, ja, ja...).








martes, 4 de junio de 2013

Gráaaaaaaaaaaaaa...cias

El agradecimiento siempre me ha parecido un gesto bueno de Educación. Una cortesía de quienes consideran que es necesario corresponder a otros que te han ayudado o merecen por sus actos positivos tu cumplimiento. Hoy día casi no se estila en la mayor parte de la gente, aunque a mí siempre me ha parecido  conveniente: de tí para los demás y de los otros para tí cuando tenemos cierta satisfacción por algo. Creo que dice bastante de las personas, y aunque resulte un tanto arcaico y desfasado para muchos debiéramos ser condescendientes casi siempre, porque no es generosidad, sino simplemente la contrapartida a una deferencia o gesto de los otros. Consigues que los demás estén satisfechos con sus actitudes y tú te sientes igualmente contento por el hecho simple de corresponder siguiera con esa pequeñez. Dicho esto, quiero hacer una pequeña consideración sobre un particular, que en cierta manera matiza lo anterior en algunos extremos. Esta tarde he estado en la capitalita de al lado (sin rintintín, eh?), donde los vecinos de los pueblos tenemos que acudir en demasía para adquirir ciertos productos, y lo hacemos con gusto. Pues bien, me resulta curioso y un tanto llamativo el agradecimiento que dan algunas cajeras en las grandes cadenas comerciales (y cajeros), atendiendo a la política de Marketing de empresa de dar siempre las gracias. Eso es así y lo hacen con diligencia (como les han dicho), pero tal vez no hayan comprendido bien el mensaje completo de los jefes: que hay que saludar al cliente (consumidor, que les deja el dinero), con afectación positiva y sonrisa. Parece que algunos y algunas han entendido solamente la primera parte, pues su saludo es cínico (y visible) en su sentir más teñido de trasparencia; te lo dicen mirando al infinito o hablando con la de al lado, como si fuéramos imbéciles, actuando como máquinas hablantes de la gasolinera. Con un rintintín..., que da grima. Esta conducta poco adecuada y nada inteligente creo que a veces revierte en lo contrario de lo que desea la empresa, pues te dan ganas de no volver. No te tratan como se debe (creo, en mi modesta opinión, que no vale nada). Comprendo que las chicas y chicos estén cansados y les resulte monótono, insustancial y mecánico, pero es que el consumidor (cada uno de nosotros, cada uno) paga por su consumición (también está cansado de trabajar) y quiere ese trato afable que acaba siendo bastante despreciable. Seguro que no lo hacen adrede (claro que no), pero deterioran en parte la política de empresa y el beneficio que se podría obtener con el buen hacer. De lo contrario, es mejor no saludar y simplemente pasar los productos por la maquinita (lectores de códigos), que seguro que eso tiene mucha enjundia y no se puede desatender a favor de humanizar el negocio (ja, ja, ja...); pues eso debe requerir grandes capacidades. La desafección de los empleados me resulta con bastante frecuencia un recochineo y una falta de atención al cliente, y aunque desgraciadamente la vida con sus ritmos nos implica en el consumo de ciertos productos en las grandes cadenas, cada vez hay que pensarse más acudir a las pequeñas tiendas, donde sigues siendo un ser humano: te hablan y te conocen; te preguntan por tu abuelo y por tu hermana. Yo al menos no quiero un Graaaaaaaaaaaaaaacias cargado de cinismo. La sonrisa es bonita en nuestras caras, pero solamente cuando está tildada de sinceridad.




lunes, 3 de junio de 2013

Tengo trabajo para todos

No es una falacia, aunque lo parezca. Puede que sea una grosería (que me perdonen los miles...), pero lo no es en absoluto en mi intención, si se entiende desde la buena fe con que lo digo, y desde perspectiva de mi trabajo en el campo. Desgraciadamente hay muchos miles de personas que no pueden trabajar aunque quieran, y lo siento de verdad, pero en el oficio que tengo y a estas alturas estamos que nos salimos de trabajo. Bien es verdad que la ganancia no compensa el esfuerzo que realizamos, pero aquí no se pueden dejar las cosas a medio hacer o sin hacer. La vaqueriza tiene sus horarios y no perdona ni días de diario, sábados ni domingos, ni fiestas de guardar (que decían antes); la corta del heno y la hierba también te reclaman como agua de mayo, y lo poco que tienes lo realizas con la mejor voluntad...; y si no lo haces tú, pues ahí se te va toda la grasa en pagarle al que lo haga. Y ahora ya no se pueden pagar esos jornales de máquinas trabajando diez horas seguidas. En invierno está el tiempo más tasado y la luz pone límite al trabajo, pero ahora dice padre (y es verdad) que en cada día se sacan tres jornadas (y es verdad), porque desde que amanece hasta el atardecer quedas completamente derrumbada, pues el día no tiene fin; y el trabajo tampoco. Por lo  menos yo y mi hermana. Padre hace de tripas corazón, y madre nos sonríe con complacencia para que no perdamos la esperanza. Eso sí, cuando te levantas tan temprano para aprovechar más el día (que desgraciadamente hay que hacerlo, porque se puede y tienes mucho que hacer), la naturaleza te gratifica a lo grande: porque hay que ver que cielo más azul y abierto había hoy, que puedes mirar al infinito y nunca llegas a aprenderlo; el sol aún no calienta y andas a tu aire a pierna suelta, respirando puro y mirando muy claro a tu ganado. A estas horas la vida del pueblo está calma y somos cuatro los que andamos como dueños del palacio, y hasta los saludos entre nosotros parecen más cumplidos y verdaderos. A medida que viene el día y se despereza el gentío se va sembrando la mañana del monótono espectáculo de la vida de un pueblo que, día a día, cumple (como lo hacemos todos) con las mismas actividades y la imposición de horarios que te exigen unos y otros. Lo dicho, trabajo hay mucho, y a veces me parece una eternidad cuando me voy a la cama. Desgraciadamente no ganamos ni para nosotros..., pero trabajo no falta.

sábado, 1 de junio de 2013

Para gozar...

Estos días en que el tiempo primaveral hace concesiones de bonanza al paseo hay que aprovecharlos. Por eso hemos ido varias amigas a disfrutar del campo, de la vista y de la historia a los contornos de la comarca, porque siempre es bueno conocer bien lo que tenemos más próximo y es de interés. Ya tenía ganas de ir con mi hermana, que entiende de la Historia, a Peñas Blancas, donde puede andar de lo lindo acercándote al pantano, que con el cielo en lo alto y la buena compañía tienes es espectáculo perfecto. El tiempo acompañaba mucho ayer, y después de la faena nos permitimos el lujo de pasar unas horas magníficas. Andar me gratifica mucho aunque sea en llano puro y paladín, sin apenas escarceo de altura ni paisaje con floritura desconcertante, pero es bonito ver el  frente limpio y claro con azuce de mariposas; sentir el clamor del silencio y el lejano murmullo de los coches que se van perdiendo a tus espaldas, como si la civilización quedara al otro lado y te apartaras un momento de su influjo. Y luego el agua, que es siempre con el paladeo de la amistad de las que te quieren el mejor espejo del alma. Pero a mí me va la marcha de la curiosidad, y he aquí que en estos trotes de esparcimiento encuentras retazos a montones. Cuando visitamos en Peñas Blancas el antiguo balneario de Santa Elisa (yendo hacia el Poblado de Puente Nuevo) me dejó la piel erizada, pues se aprecia en los vestigios el respiro mismo del pasado; es como cohabitar un rato con los fantasmas de hace unas décadas, que pululan por allí contándote sus cuitas de otros tiempos. Salen rápido a recibirte y explicarte aquel tinglado cargado de sabor y sus historias. Con muy pocas palabras revives observando todo aquello que está preñado de romanticismo. A mí me encanta. Parecen piedras y edificios puestos adrede para ser pintados y admirados; para escuchar al pasado y entender que aquello fue un emporio bien cargado de alegría y buena vida. Vero nos puso al tanto de la cosa y de la casa (la grande y los otros habitáculos), de los baños y las fuentes (Lastra, Lastrilla, la del Cura...). Qué fácil resulta, con lo que aún pervive, maginarse aquel trajín de ricachones viviendo a todo tren; también a pobres necesitados de las aguas que ajustándose a sus economías disfrutaban de su bonanza. Porque  las aguas tenían su gracia con ese componente acídulo-carbónico-ferruginosas, tan buenas para tantos males (vías urinarias, anemias, afecciones gastrointestinales, enfermedades del hígado y del páncreas..., y muchas más). Allá por el siglo s. XIX se pusieron en explotación con una aceptación magnífica, y no hay más que ver el porte de los edificios que quedan para imaginar lo allí pasaba y cómo se vivía (algunos). Esas fuentes y esos paseos sembrados de quietud, el trajín del ferrocarril y la elegancia de algunas damas de postín nos trasladan a esa atmósfera clasista que tenemos en la retina. Mi hermana lo dibuja de maravilla el ambiente, y embobadas la escuchamos como si lo estuviéramos viviendo, vestidas con esos trajes de época y esa ostentación tan chirriante con los pobretones de al lado, cuyas diferencias se hacían notar. Alicia anota la mejor toma para pintar estampas, porque tiene una mirada de artista. Hoy todo es calma y apaciguado paisaje para recrear los sentidos y gozar. Gozar del campo antaño humanizado. Cuando abandonas el paraje parece que te vas yendo también del tiempo, porque dejas una historia y unos espíritus que palidecen en su abandono...,¡y te susurran adiós con las manitas!. Al atardecer regresamos al pueblo como quien huera estado en otra vida. (Cuando haya dinerito iremos a Francia).

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva