viernes, 27 de diciembre de 2013

Pañuelos bajo la Lluvia (Félix Ángel Moreno Ruiz)


Tenía pendiente de leer esta obrita de un tarugo, y ya lo he hecho. En reiteradas ocasiones he referido que no me gusta demasiado enjuiciar obras que vienen tildadas con premios, pero no me importa hacerlo, toda vez que una servidora dice lo que de verdad le parece sin ningún remilgo. El escritor pozoblanquero ha optado en esta ocasión por el género teatral a la sazón de un concurso (obteniendo el accésit del VIII Premio El Espectáculo Teatral), y tal vez haya que entenderlo en esa perspectiva de un experimento…, pero apostando fuerte a ver si sale. Y salió en parte. He leído la obra de un tirón y me ha parecido más que aceptable. Hace algún tiempo leí su primera novela policiaca (Un cadáver en la Maleta, Ed. Cuadernos del Laberinto, 2012) y calibré bastante bien la talla del autor. Ahora vuelvo sobre su última edición y me reitero en lo que ya percibí: es sin duda un escritor de oficio (aunque con poco recorrido aún) que conoce bien los cauces de la Literatura (teoría) y los pone en práctica. Eso es lo que me parece de nuevo. Aunque en esta ocasión ha optado por el teatro, demuestra que conoce bien los entresijos de la Literatura y los sigue a pies juntillas (forma y aparato, planteamiento, desarrollo y desenlace), haciéndolo con maestría en cada uno de los extremos. Creo que está tanteando los terrenos (a ver si me atrevo…). Me ha resultado muy grato comprobar que no solamente plantea bien el argumento, sino que sabe dirigirlo adecuadamente dándole el ritmo necesario para crear intriga, cuerpo suficiente a la trama para desarrollar el tema, y la intensidad deseable en el desenlace para culminar con la máxima exaltación del argumento. Una vez más debo subrayar que domina bien el lenguaje, escribe con propiedad y suficiencia verbal; con el debido comedimiento y sin excesos innecesarios. El argumento que desarrolla es bueno y está de moda, y tal vez cabría calificarlo de oportunista si le hubiéramos visto más obras y  elecciones similares; sin embargo, aquí puede obedecer a una inquietud personal, a una crítica social loable y a una cierta casualidad (no buscada en exceso). Félix Moreno expone el tema con un compromiso admirable y mucha claridad, con valentía en esas puyas tan directas sin remedo alguno de mediocridad (de la crítica de otros) hacia esa sociedad malvada (familias que acogieron..., hombres del régimen), cuya catadura moral queda perfectamente definida. Realmente nos perfila un contexto sociopolítico de los setenta muy  bueno, el que abriga los acontecimientos, si bien luego el autor es timorato en la contraportada irradiando como dice a “una dictadura hispana cualquiera”. Bueno; a aquí hay que mojarse de lleno y no andar por las ramas. Con todo, en el desarrollo argumental es contundente, y retrata con precisión el escenario de la represión y el escandaloso robo de Julia, bajo el disfraz que les ofrecía la dictadura a sus protagonistas (que no fue simplemente uno). Los personajes están bien caracterizados, pero creo que podría haber ahondado un poco más en ellos, con más aristas y mejores vértices, y no desenvolverse simplemente en el canon del tópico que todos tenemos en nuestro imaginario (sobre todo quienes vivieron esos tiempos). Ya dije en su anterior obra que el autor tiene y debe de soltarse más. Sigo pensándolo. Sigue a pies juntillas los géneros y ahí es un maestro escribiente (se sabe cómo se escribe). Pero la Literatura, la buena, la que debe alcanzar cotas más altas, requiere que se implique más la personalidad del autor en definir cosas nuevas; profundizar en el alma humana y en los retratos de sus personajes con mucha más novedad y creatividad…, con señas de identidad propia que te alcen por encima de los que simplemente describen. Alzar por encima de todo tu personalidad de escritor con una forma propia. Creo yo (ja, ja, ja). Es broma; pero a tener en cuenta. Por mi parte creo que es recomendable su lectura y está sembrada de sensibilidad y verdad hacia un tema tan crudo que…, como dice Julia en lo más personal e intrincado de su alma (su descubrimiento)…, da asco. Léanlo y feliciten al autor de mi parte. Aquí hay madera de escritor. Enhorabuena. Susana F. R.

 

martes, 24 de diciembre de 2013

Feliz Nochebuena

Las mujeres y hombres del campo de Los Pedroches también queremos desear a todos Feliz Navidad. Es un tópico, ya lo sé, pero a veces hacen falta hasta los tópicos para creernos que el mundo puede mejorar. Lo ideal sería que todas nuestras noches y días fueran buenas y buenos, y por eso debemos trabajar a diario. La realidad no la vamos a cambiar en un día, pero tampoco me gusta que destruyamos una tradición que en nuestros pueblos tuvo siempre un sabor especial. Allí al lado del Cortijo nuestros mayores acunaron la luna y miraron el horizonte en la enredadera del olivar con esperanza; cuando ellos sabían bien que al día siguiente el tajo era duro, la mañana helada cruel y el futuro iba a ser el mismo que el día anterior. Pero La Navidad llegaba siempre plagada de ilusión y sana creencia en no se qué, con lazos fuertes de amistad y cariño, solidaridad y..., ¡como dicen aquí al lado (la capitalita)!, con un torreznito de pico y un ajito de cuajar. La nostalgia de aquellos afectos y carencias la lleva el abuelo en las pupilas, mirando allá a lo lejos donde la Sierra guarda sus recuerdos carcomidos por un tiempo ya olvidado. Por lo que a nosotros nos toca, la noche la pasaremos en familia..., como todos...en ese dislocado campeonato de consumo que tal vez no supla las carencias de antaño del abuelo. Pero bueno, os deseo lo mejor..., que está en nosotros mismos..., sin tener siquiera que recurrir al Papa Noel, que son cosas de otros mundos.  

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Mujeres Vaqueras

Hace tiempo que las precariedades de la mujer (en cuanto al género) se disputan y debaten, y hasta se hacen informes enjundiosos. Bueno. Lo cierto es que todos sabemos la posición general de la mujer en la sociedad (de todos los sectores) y las graves carencias, que ahora se acentúan aún más con la crisis. Una cosa es la teoría de las igualdades y otra muy distinta la realidad. Lo que especialmente me preocupa es el papel de las mujeres del campo en Los Pedroches (lo que no quiere decir que lo otro no me preocupe...), que siempre ha sido esencial y lo sigue siendo, pero pasamos por la historia como entes invisibles. La mayor parte de nosotras nos mantenemos en la sombra de las titularidades y derechos jurídicos (largo de explicar) de los hombres, pero el trabajo lo desarrollamos nosotras en buena parte; la innovación del sector sale de nuestras cabezas (también); las iniciativas de muchas otras cosas son también nuestras en buena parte, etcétera. Y no me refiero únicamente a las que estamos completamente en el trabajo diario, sino de esas otras mujeres ya mayores (como mamá) que tienen un papel tan relevante en las vaquerizas y las haciendas rurales, pero no son nadie a nivel jurídico. Mi mayor perplejidad está en que las jóvenes (las más jóvenes) del oficio nos dejamos arrastrar a situaciones del pasado y no hacemos mucho por cambiar, que en bastantes extremos precisa de cambios de cara no solamente en el trabajo, sino en los papeles, asociaciones, sindicatos, Cooperativa y actitudes. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que la mayor parte de ganaderas no tenemos aún una relación estrecha entre nosotras para reivindicarnos, y tal vez no tengamos siquiera una conciencia clara de lo que ello supone, o lo que supondría cambiar eso que aparentemente son minucias. No creo que sea así. El sector nos dio con la Cooperativa un vínculo económico a todos los socios, y unos horizontes de desarrollo, pero la mujer no tiene ese protagonismo que debiera, cuando todas sabemos que ni en la cabeza de mando ni en las explotaciones particulares contamos como realidad social ni cultural de importancia. Los intereses de las mujeres (como tales) no están siquiera contemplados aún en nuestras aspiraciones..., tal es la situación calamitosa en que nos encontramos. Cada pueblo posee (no todos) algunas asociaciones de mujeres de otros sectores, que más que nada son (y perdón) receptáculos de subvenciones sin compromisos claros de actuación, sin ambiciones o aspiraciones a perseguir. No. Yo no veo por ningún lado ese impulso que sería preciso para encontrar cauces de mejora en lo que más nos concierne. A veces nos pensamos que las cuatro ganaderas que nos conocemos (por encima, de vista) somos el colectivo, y eso es completamente falso; como lo son los informes de las cuatro titularidades que existen con nombre de mujer. Somos muchas más: pero calladas y sin solución de continuidad diferente. El peso del pasado es abrumador, pero curiosamente existimos algunas muy jóvenes con bastante iniciativa, y no nos arredramos con el trabajo, pero a la hora de formar un bloque sustancial estamos estancadas como el hielo. Tal vez la liberación de la mujer, de la que tanto se hablaba antaño y habla actualmente (en lo del género), no sea más que una pantomima para las que han tenido la suerte de contar con otras profesiones más liberales o medios económicos más solventes (que esos sí que creo que dan más libertad y liberación de género). Tal vez seamos simplemente nosotras las que no somos capaces de azuzar al viento con fuerza para que sople en nuestra dirección, o movernos con habilidad para procurar su empuje. Ahí está la pelota en el tejado.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Contrapunto

 
 
Los días de fiesta que se aproximan siempre me dejan un sabor agridulce. No sé si es cosa personal por esta época del año, del oficio, o de que estoy baja de optimismo. La cosa es que los últimos meses la vaqueriza me tiene tan metida en la tarea que apenas si puedo librar un poco (con los días que se ha pegado mi hermana en su viajecito), y ello influye en el estado de ánimo. A pesar de todo, y con lo que me cuenta mi hermana (de su vuelta de unos días por Europa), y mi amiga americana Caty que me saluda desde París, me surgen siempre dudas sobre los españoles. Es cierto que la profesión que nosotras tenemos (y todos los vaqueros y agricultores) nos ata sobremanera, y no podemos hacer cuanto queremos; y el tiempo viene tasado por un oficio bastante esclavo. Desde aquí, tengo necesariamente que mirar con envidia a Catherine (que es americana) viajando constantemente por el mundo, ora en París y Londres, y hace unos meses en Viena, después de haber estado sus vacaciones más largas en Vietnan. Y no es ninguna potentada. A mí se me encoje un poco el alma, porque yo no puedo hacer eso; ni siquiera me alcanza el espíritu para plantear esas aspiraciones…, que casi serían proezas con la vaqueriza. Tampoco veo a mis amigas de toda la vida (las del pueblo, pero estudiantes y con oficios buenos) con un ritmo similar: Mónica estuvo hace varios años (después de su licenciatura) en Alemania, pero volvió y su extrarradio se aleja poco más que el nuestro; Juani hace algunas escapadillas, pero de horizontes cercanos, y lo mismo pasa con las demás, que salen lo mismo que nosotras (alguna vez, esporádicamente). En el fondo creo que España sigue siendo singular, y para la mayoría no existen muchas posibilidades. Como dice Vero, hay que salir a Europa para darnos cuenta de cómo somos, y quitarnos las telarañas de los ojos para mirar con un poco de perspectiva. Somos bastante particulares y tenemos aún proyecciones alicortas en lo económico y cultural (y no lo digo ahora por lo de la crisis económica, que seguramente nos limita más). Es cierto que estos años de atrás ha habido más dinero y hemos rumbeado (como dice padre) con coches, pisos y viajes, pero mantenemos un comportamiento bastante casposo y campestre (entiéndaseme bien) que nos limita demasiado: en lo de ser ciudadanos abiertos al exterior. Andamos aún poco sueltos por el mundo mundial (ja, ja, ja..), y los que salen (obligados, como los estudiantes, parados...) no dan tampoco el perfil de mi amiga Cathy. Los más atrevidos y con posibles (de la masa grande), hacen algún escorzo en vacaciones, pero de corto calado y no muy a menudo (excepto la élite..crème de la crème, esa siempre). Tal vez sea una percepción mía que no se corresponde con la realidad, pero lo que me llega desde fuera (y cuando yo salgo, lo poco que...) veo que tenemos que romper más el cascarón y soltarnos hacia otros mundos; dominar más los idiomas y encontrar otras perspectivas diferentes a las que diariamente tenemos aquí. Dice Vero –encendida ahora por su mirada reciente desde fuera– que aquí estamos enfoscados en un endiablado círculo de limitaciones profesionales, políticas, económicas y culturales. Desde Europa España se ve de otra forma y sin complejos, sin la mirada constante hacia nuestro ombligo y problemas sempiternos, dejando atrás nuestras limitaciones y sin las falsedades y mentiras maniqueas en las siempre estamos absorbidos (o nos absorben). No sé.

lunes, 25 de noviembre de 2013

El Circo (pea...tonal)

Con las cosas de aquí al lado te ríes un montón. Cuando no es por una cosa es por otra: sobre todo con las cuitas del Ayuntamiento y sus desmanes. Ahora resulta que para solucionar el problema de la peatonalización de la Calle Mayor recurren al voto ciudadano, y supongo que pronto lo harán para que ellos decidan (los ciudadanos) también sobre sus sueldos (de los políticos); puestos a ser democráticos...No parece seria la cosa. No porque monten un circo de esta categoría con una votación penosa, al parecer (en forma, contenido, desinformación, resultados, etcétera), sino porque hace falta un poquito más de talla política para hacer las cosas y ser responsables de ellas. Si se toma una decisión de esta embergadura, pues eso tiene una responsabilidad y se pagará con ello en el futuro. Opiniones hay para todo (a favor y en contra), pero una servidora piensa que cuando lo hicieron sería con sus correspondientes análisis y estudios, con argumentos de peso, con comparativas respecto a otros núcleos...No se puede estar a las duras y a las maduras, haciendo y deshaciendo (creo yo), cuando son los ciudadanos (de una y otra opinión, a favor y en contra) los que sufren estos desaliños. Las obras cuestan mucho, y la economía y la política no se pueden hacer ni con improvisaciones ni vaivenes que dan risa. Yo no vivo allí y no sé muy bien las ventajas e inconvenientes, pero lo seguro es que los habrá en una u otra posición, aunque las decisiones se toman en relación a todo el pueblo y sus vecinos; e incluso a la comarca. Siempre habrá algún perjudicado puntual y voces críticas. No obstante, el bien común exige miras más altas en cuanto a lo que implica la decisión respecto al urbanismo; en cuanto al vecindario; la economía general; el futuro de este pueblo y su desarrollo en el centro. Hay desde luego muchos puntos encontrados..., pero el circo no es la mejor manera de solucionar los problemas. Particularmente tengo mi opinión, que tal vez no sea la correcta. En mi ignorancia, me parece que con estas cosas no se puede jugar. Se ha tomado una decisión política y (en cuestión de meses) no puedes tontear de esta manera. Creo que en todas las ciudades deberíamos vivir, andar, saltar y disfrutar los vecinos sin coches, que son un enredo y solamente dejan malos humos, ruidos, gasto y entorpecimiento de la vida (salvando, claro está, los momentos de abastecimiento...). Vivir con el embotellamiento de los coches no lo veo una buena alternativa, y menos en un pueblo-ciudad. En el pueblo de al lado no hay distancias para tener que ir al centro con el coche a cuestas. Por lo menos, yo, cuando voy, no tengo esa necesidad. Para gustos hizo Dios los colores. Tampoco parece que las ciudades pugnen por este camino, sino por el contrario: dejar los cascos urbanos y zonas comerciales libres de trafico. Tal vez todos estén equivocados. Puede ser, pero la tónica que se ve...Tal vez los comercios de la capitalita estén hundidos por no haber tráfico...Pues si esa es la solución, qué triste parece. Algunos argumentos que se utilizan contra la peatonalización, y que he oído de pasada son de risa (seguridad, que está desconsolada y triste, que da pena...; que la economía se ha hundido). Bueno, cada cual tiene su criterio y opinión, pero las autoridades debían ser un poco más serias en las decisiones. Creo yo. Cosillas de este tipo, como la peatoninalización, Alineación y otras parecidas le quitan a Pozoblanco bastante crédito y futuro. Algún día se acordarán los nietos de estas formas de hacer política y economía. El desarrollo y las cosas serias tenían que estar en manos, a mi entender, de gente que supiera un poco más allá de las simples opiniones, gustos e intereses. No sé.

sábado, 23 de noviembre de 2013

CHORIZOS

No quiero referirme en esta ocasión al producto culinario de la matanza, que el abuelo me recuerda a estas alturas y con estos fríos, en que el tiempo está ya matancero. De ello hablaré en otra ocasión. Con el citado término me refiero ahora a esa otra acepción que tanto reitera padre cuando se enfada por la cosa política, y lo hace mucho a diario, sobre todo cuando nos matamos a trabajar en la vaqueriza, haciéndolo con honradez y honestidad para sacar la hacienda adelante. Otros en este país, al parecer, encontraron durante décadas otros derroteros para enriquecerse y mofarse de los demás. La cosa no sería grave si no fuera tan abultada la empresa, tan extendida y derramada hasta en las altas instancias. Pues aquí parece que no libra nadie, desde el Rey hasta el último mochuelo. Bueno, quien escuche los medios de comunicación estará bien saciado de esta plétora de indignos, y hasta se enfadará como lo hace mi progenitor sin medida. Para nada. A mí no me gusta ni la política ni oír hablar siquiera de esa corte de impresentables que te cortan el aliento..., y hasta la vida. Desgraciadamente contra ello se puede hacer poco, aunque algunos se empeñen en sentenciar que el ciudadano tiene la solución en las urnas. Ya sabemos que no. Seriedades aparte, continuamente le digo a padre que no se enfade de esa manera, y me río recordándole (llorando para adentro) que España es el país de la Picaresca: de los Lazarillo y los Guzmanes, rinconetes, cortadillos y monipodios..., y no sé muy bien porqué nos enfadamos tanto. Bien es cierto que el trasfondo social de aquella época estaba sembrado con crisis económicas, miseria social y podredumbre moral, que eran argumentos más que sobrados para justificar aquellas prendas. Ahora, las premisas de fondo son las mismas o parecidas, y muchos de los latrocinios siguen las mismas sendas aunque estén disfrazados con ropajes de nuestros tiempos. Hablo, claro está, de los estratos más bajos, que hacen sus fechorías en la sombra y no salen en la tele (a veces se nos olvida mirar al rededor), pero con sus mismas maneras de hacer en la sombra (no trabajar como deben; cobrar y falsificar...) podrían fácilmente pertenecer a la cofradía de Monipodio. Estos se nos olvidan a diario. Otra cosilla de igual gravedad son los jefilates de la política, los partidos, la corrupción y el dinero: esos son pícaros de alta esfota que revisten sus cuerpos con trajes de postín, palabrería, engaño, manipulación y cinismo. Tienen un código ético y moral putrefacto y pestilente. Viven en la mentira y el engaño y no se inmutan, conviviendo a diario con sus ingenuas presas, que pastorean al arrullo del arroyo que tintinea cantos de sirena. Andan a sus anchas y ni siquiera -como dictara el genio universal- tributan a su conciencia: con el robo por montera, con oficio de robo libre, horro de pecho y alcabala. A diferencia de los pobres pícaros de antaño, éstos de hoy en día (disfrazados de chaqueta de seda) también sirven a Dios y a la buena gente. Lo malo del panorama es que aquí y ahora esta cofradía del robo se encuentra tamizada de honradez, y ni siquiera en sus adentros se sienten verdaderos, porque la engañifa y la mezquindad la entienden como bonanza y cosa fina. Sus atropellos no son hurtos ni floreo de feria, ni ellos cuatreros, ladrones, tahúres, rufianes de baja estofa, sino que pertenecen a esa otra escuela de la honestidad y honorabilidad comprobada, que nadie logrará enturbiar porque tienen siglos de aprendizaje. Los jueces no verán en ellos ni la mínima mácula.... Y si la ven será porque -como dice el abuelo- son la última sardina de la banasta.

viernes, 15 de noviembre de 2013

NO ES UN DIA CUALQUIERA

No niego que soy adicta a la música, y mi padre a los magazines mañaneros. Gran parte de esta adición --sobra decirlo-- está vinculada a la radiofonía, que es casi una degeneración profesional en quienes nos dedicamos a oficios muy estáticos y un tanto reiterativos los quehaceres cotidianos. Como es bien sabido, en la vaqueriza y el trabajo de campo existen dos perspectivas bien diferentes: una, la quieta, anodina y monótona actividad del ordeño y cuido de los animales e instalaciones (alimentación, higiene...), que se dilata a veces como un año sin pan; la otra la pasamos en ese otro campo y ganado que no prevalece estabulado y te encuentras a cielo abierto y con mayor libertad. Una cosa compensa la otra. Pues bien, en las largas jornadas del día, cuando el tedio se impone, es cuando mi hermana y yo recurrimos a la música de fondo, y padre a sus informativos y magazines casi siempre teñidos de política y problemas (para gustos hizo...). Los sábados por la mañana escuchamos como telón de fondo un programa que se titula "No es un día cualquiera", que capitanea la fantástica Pepa Fernández con otros grandes de la radio. Es un programa que mueve mucha audicencia y lleva años en el candelero, con un share increible. El pasado sábado escuché que el próximo fin de semana van a venir a Pozoblanco al arrimo de las Jornadas de la Fundación Ricardo Delgado Vizcaino, que es nuestra casa cultural. Mira por donde. En todos los programas dedican una parte destacada a parlamentar sobre algún aspecto de interés de los lugares que visitan y sus circunstancias más relevantes. En este caso, lo que toca -creo yo- será hablar de Pozoblanco y la comarca, y entre ello de las bondades y perspectivas de esta tierra. Digo yo (ingenua de mí) que si no sería una oportunidad de oro para hablar (quienes tengan la suerte de poder hacerlo allí) de nuestro problemas de la leche y las solícitas comunicaciones tan manidas en los últimos tiempos (AVE). Es comprensible que se hagan planteamientos edulcorados para ensalzar nuestra comarca y elevar sus bondades a toda España, que nos hace falta, pero más allá de la loa y el enaltecimiento se pueden reivindicar y plantear afablemente nuestros problemas: pues en muy pocos segundos, hablando claro y con franqueza, se pueden conseguir más cosas que en cien movilizaciones que no llegan ni a Córdoba; mucho más que hablando con políticos ineptos, serviles a sus partidos e incompetentes, que veremos muy pronto (en diciembre) en la foto del primer y único AVE que románticamente parará por la estación y en nuestras dehesas. Todos conocemos el poder inmenso de la radio y sus escuchantes, a quienes se les puede sensibilizar fácilmente, sin hacer desmerecer para nada la comarca y nuestras potencialidades. Solamente hace falta atrevimiento en los que hablen y claridad (sobra diplomacia y buenismo). Las cosas bien dichas y sembradas de sinceridad enraízan fácilmente. Tenemos la mejor ocasión de nuestra historia para hacernos oír, sin faltar a las normas de cortesía. ¡Vamos..., una ocasión de oro!

lunes, 11 de noviembre de 2013

UNA OCASIÓN DE ORO

No niego que soy adicta a la música, y mi padre a los magazines mañaneros. Gran parte de esta adición --sobra decirlo-- está vinculada a la radiofonía, que es casi una degeneración profesional en quienes nos dedicamos a oficios muy estáticos y un tanto reiterativos los quehaceres cotidianos. Como es bien sabido, en la vaqueriza y el trabajo de campo existen dos perspectivas bien diferentes: una, la quieta, anodina y monótona actividad del ordeño y cuido de los animales e instalaciones (alimentación, higiene...), que se dilata a veces como un año sin pan; la otra la pasamos en ese otro campo y ganado que no prevalece estabulado y te encuentras a cielo abierto y con mayor libertad. Una cosa compensa la otra. Pues bien, en las largas jornadas del día, cuando el tedio se impone, es cuando mi hermana y yo recurrimos a la  música de fondo, y padre a sus informativos y magazines casi siempre teñidos de política y problemas (para gustos hizo...). Los sábados por la mañana escuchamos como telón de fondo un programa que se titula "No es un día cualquiera", que capitanea la fantástica Pepa Fernández con otros grandes de la radio. Es un programa que mueve mucha audicencia y lleva años en el candelero, con un share increible. El pasado sábado escuché que el próximo fin de semana  van a venir a Pozoblanco al arrimo de las Jornadas de la Fundación Ricardo Delgado Vizcaino, que es nuestra casa cultural. Mira por donde. En todos los programas dedican una parte destacada a parlamentar sobre algún aspecto de interés de los lugares que visitan y sus circunstancias más relevantes. En este caso, lo que toca -creo yo- será hablar de Pozoblanco y la comarca, y entre ello de las bondades y perspectivas de esta tierra. Digo yo (ingenua de mí) que si no sería una oportunidad de oro para hablar (quienes tengan la suerte de poder hacerlo allí) de nuestro problemas de la leche y las solícitas comunicaciones tan manidas en los últimos tiempos (AVE). Es comprensible que se hagan planteamientos edulcorados para ensalzar nuestra comarca y elevar sus bondades a toda España, que nos hace falta, pero más allá de la loa y el enaltecimiento se pueden reivindicar y plantear afablemente nuestros problemas: pues en muy pocos segundos, hablando claro y con franqueza, se pueden conseguir más cosas que en cien movilizaciones que no llegan ni a Córdoba; mucho más que hablando con políticos ineptos, serviles a sus partidos e incompetentes, que veremos muy pronto (en diciembre) en la foto del primer y único AVE que románticamente parará por la estación y en nuestras dehesas.
Todos conocemos el poder inmenso de la radio y sus escuchantes, a quienes se les puede sensibilizar fácilmente, sin hacer desmerecer para nada la comarca y nuestras potencialidades. Solamente hace falta atrevimiento en los que hablen y claridad (sobra diplomacia y buenismo). Las cosas bien dichas y sembradas de sinceridad enraízan fácilmente. Tenemos la mejor ocasión de nuestra historia para hacernos oír, sin faltar a las normas de cortesía. ¡Vamos..., una ocasión de oro!

viernes, 8 de noviembre de 2013

Brillante rayo de luz (micro)

El auténtico talento supera todas las barreras del mundo. Martín llevaba toda una vida adosado a su mesa, al arrimo de su lamparita de neón y los cachivaches elaborados con la mayor satisfacción del mundo; saliendo a diario a su pequeño paseo embebido en sus meditaciones profundas, nada filosóficas, casi siempre en relación con sus artificios e invenciones. Nadie dudaba de su ingenio y capacidad desbordante, pues con limitados recursos había creado un sinfín de maquinitas bien prácticas: un rascador automático que llegaba a las partes más alejadas de la espalda; un celaje movido con mecanismos internos; un balancín de pies automatizado y un reposalibros multifunciones; y qué decir..., de todas las estufillas de los habitáculos de los congéneres de su eterna convivencia (amigables compañías a la sazón del tiempo), realizadas con mezquinos ladrillos y muelles de los camastros al arbitrio de pobres resistencias. Todo un alarde de técnica y mecánica resuelto con la pericia e inteligencia de un hombre cargado de sensatez. Hacía ya años que habían pasado los desatinos morales y desajustes de comportamiento. Ahora todo era vida cabal dedicada a la invención y la creatividad. Contaba con la quietud necesaria, el hábito y la solvencia precisa para dedicarse diariamente a nuevos retos. La generosa sociedad, que habitaba al otro lado del mundo, tenía con los trasgresores la deferencia de haberle concedido el mayor regalo del mundo: el tiempo. Le habían otorgado, al tenor de la diosa Fortuna, la gigantesca prebenda de cincuenta años en el penal.

lunes, 21 de octubre de 2013

La Cruz...(microrrelato)

[A mi antiguo profe de Historia, que me contó la leyenda; y a mi hermana Vero, siempre] El barbado sesentón observaba los corchos colmeneros con ojo avizor: escrutando la vívida comunidad, ahora en reposo, con el mayor empeño del mundo. Nadie hubiera dicho, en sazón de una ocupación tan doméstica –y de los atavíos que portaba–, que aquel hombrecillo engolado era una eminencia de la ciencia: Reyes y príncipes, papas y cardenales habían escuchado muchas veces sus atinados consejos. Pero ahora, sin la mayor premura, iba de un lado para el otro de los panales pisando como sobre hojuelas, con unos cómodos pantuflos para no molestar a los animalitos. En estas lides mañaneras gustaba de estos melifluos desahogos de mente apreciando la naturaleza, vestido con sayo antiguo, calzas avejentadas y calzón largo poco presentable en sociedad. Aquí, sin embargo, la soledad de su retiro le permitía algunas licencias livianas, sin perder nunca la compostura ante el servicio. La huerta del Señor doctor guardaba las mejores excelencias de la tierra, pues se encontraba en el faldón de la sierra, protegido de los malos vientos y al arrimo de varios arroyos que acunaban un buen surtido de arboleda de todo género: desde los ricos membrillos avezados de fruto en la septembrina a los vistosos granados; la ingente hilera de melocotonares y cerezos, perales, ciruelos y hasta avellanos; y hacia el exterior del campo bravío la gentil prestancia del madroño abundante, del acebuche y del mirto. La guinda a este surtido fruteril la acababa de poner el excelso dueño con una siembra abultada de vides, para colmar en tiempo de ocio las ansias de sed con el sagrado néctar de Baco; y hasta barriles de roble ha tenido que fabricar en tal empeño. Sí, una concesión para el cuerpo a la medida de la decencia y la templanza económica. Un pequeño paraíso alejado de las molestias de la corte y de urbe, a varias leguas de distancia, al son de la naturaleza y al arrullo de la soledad: imprescindible para sus ocupaciones como menestril eminente de la pluma. La pequeña tregua mañanera se tamizaba muy pronto con el frenesí del estudio, pues todo el día habría de prevalecer el enteco caballero enfrascado en los latines; con ligeras ociosidades de entretenimiento epistolar para cumplir con el maestro Oliva, con el viejo Honorato o el señor obispo; o distraerse, por qué no decirlo, con las disputas beligerantes de Cano. Había que estar al tanto de las novedades del Reino, de las escrituras de los colegas o de las ligerezas de los caballeretes (a los que, bien es cierto, les daba poco oído y ningún pábulo). Las cuitas del emperador eran predio de no poca meditación, que por ello excusaba parte de su hacienda, prestigio y cumplido oficio. A su vera, más tarde que pronto, deambularían al retortero la veintena de criados y familiares en apresto de necesidades del prócer, más bien para complacerlo que por servicial empeño: hermanos, sobrinos y capellanes que cumplían sobradamente con el arropamiento necesario para alimentar el cuerpo y el alma del magnate del intelecto. Varios de ellos le acompañarán mañana a primera hora –bien cumplidos los oficios religiosos– hasta el villorrio de Pozoblanco, donde mantiene desencuentros con algunos criados holgazanes e interesados sin decencia. Solo por eso se desplaza de su retiro el anciano. Desgraciadamente, el erudito que antaño trajinara sin desdén por Nápoles, Roma o Bolonia en pos de su más alto señor, ahora tiene ya el cuerpo quebrado y no encuentra satisfacción alguna en el viaje. A escasos quinientos pasos de su pueblo natal le tendrán que detener a descansar para que no desfallezca, y mirará al horizonte de su pueblo y verá la ermita allá en lo alto..., y soñará en esa vieja Europa que es objeto de sus diatribas escribaniles. Pero el viejo doctor, Don Juan Ginés de Sepúlveda, no sabrá nunca –por las cábalas de la Historia (sembrada de verdades y medias verdades)– que en su recuerdo se levantará un día la modesta leyenda de la Cruz del Doctor en su memoria.

viernes, 18 de octubre de 2013

El AVE

La mofa sigue su curso, y los bufones de comparsa. Claro que hay que divertir al personal, aunque sea con groserías y maldades de mal gusto. Hace tiempo que me enerva hablar de temas tan serios sometidos a chufla, que para los que deciden son simplemente chifla, divertimento y pasar el rato cobrando por no hacer nada. No creo que nadie pueda tomar en serio hace mucho tiempo ni a esta gente ni sus gestas; ni sus esfuerzos ímprobos ni sus desvelos por conseguir nuestro bienestar. Les conocemos muy bien y a fondo, su verdadero sentir y servir (que lo tienen que hacer..., está escrito), su pundonor e insistencia en defender lo nuestro. La verdad (con perdón...) es que hoy no estoy muy optimista; una se cansa de tanta zafiedad (en el trato que nos otorgan). Parece mentira que a estas alturas no sepamos que el tren llegará a Los Pedroches; que la comarca conseguirá un sueño largamente perseguido y su estación de ferrocarril será un hito en nuestro desarrollo a corto plazo. La dilación del evento, desde siempre inminente e incuestionable, es simplemente coyuntural, pecata minuta en el desierto de la incomunicación histórica de la comarca. Yo, particularmente, casi nunca he dudado (porque conozco bien la bonhomía y altruismo de nuestros gobernantes) que tendremos el Ave, un artículo determinado (no dos, ni tres...) para nuestra tierra, masculino singular, que andará raudo por los caminos de hierro al tenor de nuestras necesidades. Ellos sabrán bien qué es lo que necesitamos y atenderán de sobra nuestras aspiraciones; son gente sabia y bien dispuesta, atenta siempre (aunque lo disimulen) al ciudadano que honestamente cumple con sus obligaciones políticas. No sé a qué viene tanto cabreo y disconformidad del vulgo (perdonad), cuando la realidad se acaba imponiendo en su extremo más justo, y tendremos nuestro AVE: que no será una bandada ni un nidal; ni un tropel de máquinas con el trajín infernal en el horizonte, sino ese AVE placentero y montaraz, que en solitario tendrá un volar romántico que complacerá nuestras exigencias más acuciantes. No es preciso enfadarse, pues, porque nuestro desarrollo está garantizado y la rentabilidad de los informes decidirá pronto y bien a nuestro favor y el suyo. Otra cosa es la mala leche que se te pone (a mí, claro) cuanto tienes que ordeñar a diario las vacas y no ganas ni para pagar el AVE; no porque no haya AVE, sino porque no ganas ni con la buena leche. Eso es lo que a mí me enfada de verdad.



viernes, 11 de octubre de 2013

La verdad..., la verdad

(A mi hermana Vero..., con rintintín) No sé como hemos podido vivir tantos siglos sin decir verdades. Me parece mentira, y casi no lo creo ni lo comprendo, que la pléyade de literatos de nuestra piel de toro haya levantado ingentes obras de Literatura, como lo han hecho, sin acudir al imprescindible término de la verdad. Es algo increíble, pues en cualquier diálogo se precisa como apoyatura necesaria; cualquier comentario requiere de este cayado para no tambalearse; y es portada de esta o aquella disertación de los más avezados profesores, artistas o políticos. La interminable nómina de hispanoparlantes y lantinoparlantes, presentadores, actores, contertulios y marujería en general necesita de esta apostilla ineludible. Qué sería de nuestra lengua si ahora osara alguien quitarla del mapa a la susodicha palabreja, pues nos quedaríamos con una lengua descarnada y desvalida, desestructurada y sin cohesión; adelgazada de contenido y completamente inconsistente en la forma. Qué horror. Sería una puñalada en lo más hondo de nuestro acervo más reciente en cuestión de comunicación, pues en la evolución del idioma sufriría lo indecible el emisor, el receptor y el mensaje. Y nuestra definición, ya mismo, como lengua. Quizás no se haya valorado en su justa medida al inventor de tamaño descubrimiento (y estamos a tiempo), porque la verdad sea dicha, ha puesto en nuestras manos un instrumento lingüístico de primera magnitud. La amplitud de uso no solamente es abultada, sino variada, geográficamente extensa (sin discriminación de nacionalidades internas) e intensa utilización, y atiende también satisfactoriamente a la diversidad de grupos sociales. Tened en cuenta que en la conversación más liviana tiene un nutrido campo de uso (la verdad; de verdad; es verdad; si te digo la verdad; de verdad de verdad...), pero en los medios de comunicación –tan atentos siempre a la realidad– encuentra no solamente un magnífico auxilio, sino una sincera correspondencia con sus receptores (que entienden mejor la veraz información); y hasta en la Ciencia ya va encontrando su hueco, porque realmente es útil y necesaria: quizás donde más lo sea, porque ahí sí que se habla de verdades bien fundadas. En las tertulias de los abueletes, desgraciadamente, no ha calado mucho, pero ya se sabe que están alejándose de los lenguajes más actuales y punteros, y no cabe reprocharles nada: no van ahora a actualizarse en estos vocablos tan sesudos y polivalentes, semánticamente tan completos, y a veces, tan fáciles de utilizar (aparentemente y erróneamente, pero son difíciles), pues en su estructura interna necesitan en el uso de precisión, rigor y constancia. No, no metamos a nuestros viejos (perdón, mayores de verdad) en esta enjundiosa senda de la semántica y de la sintaxis contemporánea de última fila, que no están para verdades tan fundadas. Otra cosa son los jóvenes, que lo hacemos (y podemos hacer) por nuestra capacidad de asimilación y destreza de las lenguas. Ahí están los informes de la tele para sentenciar evidencias y verdades. La verdad es que el uso del término La verdad nos hace más verdaderos, y de verdades estamos necesitados, porque en verdad en nuestra sociedad no siempre triunfa la verdad más verdadera, aunque detestemos la mentira y apostemos por La Verdad: esa de la que los los filósofos hablan con tanto regodeo.

martes, 8 de octubre de 2013

El Encinar

[Fotografía de Moises Vargas]
Uno de los paisajes más bonitos de nuestra comarca lo tenemos en la dehesa, y como es algo tan nuestro, tan de casa, apenas si lo apreciamos. Curiosamente, lo estimamos simplemente (en teoría) cuando nos lo refriegan en los folletos o en itinerarios de senderistas, que con mucho celo nos recuerdan la belleza de estas formas vegetales y la celosa nómina de aves y especies que nos podemos encontrar. A veces, hasta nos parece un mensaje un tanto pretencioso, discolo y de mentidero, como falseando la realidad. Lo dicen como queriendo justificar de alguna manera el alto valor ecológico, la importancia de la fauna (como si no la conociéramos..., que a veces ni eso) y la flora para aquilatar este entorno para los turistas y visitantes. Bueno. Me parece bien que se le dé esa lectura un tanto folletinesca, pero la dehesa y el encinar son muchas cosas más. No solamente una estampa de un día, de un poema o de una postal. El encinar es y ha sido el sustento de nuestra vida. De nuestra economía ganadera, por supuesto, y la base nutricia de nuestra historia, no solamente en lo económico, sino en otros aspectos que creo fueron importantes (aprovechamientos, control del territorio, etcétera...-según dice Vero). Pero a mí me interesa la dehesa en su totalidad, en su globalidad inmensa (conocer,sentir y vivir), y eso se vive (v.r) desde el diario y de forma completamente normal. Y la gran mayoría, por suerte, podemos disfrutar de ella sin mayores aspavientos. En la dehesa aprecias los colores del verdín al son de las estaciones, y los olores y humedades; y miras las ráfagas de rayos entre las encinas y encuentras la chispa de la mañana: allá de madrugada, cuando los matices son tintes de oro verde entre la hojarasca; y cuando llueve sientes los resudores de las hojas y las ramas, y la rugosidad de los troncos te agrede con aquel estado de saciedad y borrachera que hasta te ensucia por fuera (¡pero qué gusto da a las yemas de los dedos!); y entre las encinas y las vacas descubres el cielo y la tierra, que son el sustento de este bosque, la cuadratura del pentagrama de nuestra vida. A mí me gusta andar sin tino por el encinar a lo ancho y a lo largo (sola y acompañada con el susurro del aire), contemplando la planicie inmensa de copas diseminadas que cubren el terreno como un mar con tonalidades dispares y completamente hermosas (mil verdes en la paleta de un pintor avezado). No hay nada más bello que trajinar durante todas las estaciones para sentir el ciclo de la vida a pleno pulmón: para saciar los sentidos en su plenitud, en su variación constante, y sentirte dueño de tu pequeño universo. En el encinar de nuestros pueblos cumples, entre este bosque, con una existencia infinita que une el presente, el pasado y el futuro. La encina nos vincula en un abrazo apretado a nuestros mayores, que vieron los mismos pies y las mismas copas..., que dejaron sus sudores al arrimo de sus troncos y que soñaron ilusiones de futuro. El encinar es nuestra casa; la de siempre.

domingo, 6 de octubre de 2013

Visionario (microrrelato)

En el risco del Reventón, observando empingorotada la torre de la iglesia a lo lejos, Rafael llenaba la cabeza de su nieto con fantasías que le hacían sonreír; sobre todo por la incredulidad de las falacias. El viejo pastor había pasado su vida trajinando el ganado de un sitio para otro, desgastando las sandalias en mil leguas y apreciando las diferencias de los lugares y de los tiempos; mascullando en sus adentros las novedades técnicas de los castillos y ermitas, las de los puentes y molinos; las portentosas iglesias y las calidades indiscutibles de caminos de piedra..., de aquellos que él bien sabía que tenían cientos de años de antigüedad y habían aguantado hasta sus días. Siendo rabadán había presenciado el riquísimo cortejo del Rey Fernando, ataviado con ropajes de finísimas pieles y carruajes extraordinarios..., armamentos desconocidos y eficaces herramientas para desbrozar el paso de la comitiva abrumadora de forma rapidísima. Siendo zagalete en las tierras del norte había contemplado vestigios de otros pueblos antiguos venidos a menos, pero las monumentales piedras y arcos hablaban otro lenguaje y otras formas a las de la pequeña iglesia de la aldea. Ese tránsito del tiempo y sus cambios le había encendido siempre la curiosidad por aprender y descubrir los vericuetos de los hombres. Sabía de cierto que lo de antaño no era lo mismo que lo de ahora..., y con buen criterio aseguraba que lo de después habría ser también muy distinto a lo que él y su generación había vivido. De esta guisa que en su vejez y con su ceguera, pero con imaginación muy encendida, ilustraba al inquieto Antoñín sobre los misterios del mañana. El imberbe mozuelo, teñido aún de una sana inocencia, escuchaba como lelo mirando al horizonte e imaginando aquellas fantásticas mentiras. Bien sabía él que su abuelo avejentado ya tenía perdido un tanto el sentido, y esbozaba sueños de delirio..., pero eran tan bonitos y creíbles que hasta le parecía que pudieran ser verdades algún día. Ves Toñín, esa torre del Salvador que hace el maestro Hernando para deslumbrarnos algún día será poca cosa; ¿cómo dice, abuelo? Pues eso, que habrá casas más grandes y se levantarán obras que casi lleguen al cielo; y la criatura sonreía por lo bajilis con la ocurrencia descomunal. Habrá un día –le seguía diciendo ensimismado en su interior– que todos nosotros podamos ir a las villas fronteras y a la ciudad en un pis-pas, con carruajes que nos lleven casi volando. ¿Y cómo será eso, abuelo? Pues no lo sé, hijo, pero será así. Y habrá máquinas que suenen más alto que las campanas y se oigan a cien léguas, y burros más ligeros..., y hasta las noticias y chascarrillos del montaraz los sabrá todo el mundo sin necesidad de dar voces. Qué cosas dices, abuelo: ¿pero a que no podremos volar como los pájaros? Pues mira, yo creo que algún día hasta le sacaremos el arte de volar y los dejaremos chicos en cielo....El zagal se desencajaba de risa con tamaña barbaridad. Todo está en saber y conocer lo que nos rodea –le porfiaba un tanto enfadado–, y alcanzaremos a copiar a las aves y los peces, a los cochinos y la fuerza de los bueyes; y si hace falta copiaremos máquinas a su imagen y semejanza: con su cabeza, sus ojos y cuartos traseros de tiro. Ja, jaaaaaa.....Los pájaros que el abuelo tenía en la cabeza entretenían sobremanera al muchacho, que de tanto oír aquellas patrañas e ingeniosas inventivas algunas veces llegaba a sospechar una posible certeza. Aunque muy pronto volvía a la realidad cantoneando con la cabeza y denegando aquellas barbaridades. Cuando se hacía tarde en el horizonte, le ayudaba cariñosamente al viejo a bajar del cerrillo y en broma le decía el socarrón mozuelo: no te preocupes, abuelo, que algún día inventarán una silla que lleve solo hasta casa; aunque han de pensarla muy bien, porque la cuesta de la ermita de Santa María se las trae. ¡Qué diablo de crío! –mascullaba Rafael entre dientes–.

viernes, 4 de octubre de 2013

Seriedades, risas y bromas

Estamos un poco como el tiempo. Tan pronto nos asusta con el otoño, amenazante de aguas que no caen y pronósticos vacuos de esperanza, como nos da largas para mantener las mangas de camisa y seguir con la terraza a pleno pulmón. Así andamos en Los Pedroches, en un sinsabor que ni es dulce ni agridulce, ni ácido ni amargo. La cotidianidad marca una gruesa monotonía que nos lleva por la senda anodina de este ciclo de la vida, y ya no hay ni las chispas bullangueras de feria ni actos de relumbrón en nuestros pueblos: que no sirven para mucho, pero hacen ruido y hasta se pintan con el colorín de los fuegos artificiales, que aunque se desvanecen parecen algo. Bien es verdad, y dicho sea de paso, habría que agradecerle mucho a los munícipes desvelados por nosotros, que siempre están pensando en nuestro bien con frenesí, y no paran de hacernos proposiciones para culturizarnos. Gracias, muchas gracias. Y si la cosa cultural está pendente de un hilo, la política tampoco da para mucho, porque ya no hay ni espectáculos de plenos (en las vecindades de al lado) ni voceríos malsonantes, ni blogs que nos alegren los ojillos con mucha creatividad. Las cosas serias del mundo mundial, como la crisis y los esperpentos de los gobernantes, ni nos conmueven, porque son ya muchos los palos que recibimos a diario desde hace tiempo, y hasta nos hemos hecho a ellos como los burros, en un desconsolador masoquismo, pues ya ni nos duelen los latigazos. Nada de nada. No nos conmueven ni los sismos fantasmales ni las vacas más jaraneras, que hasta están contagiadas de vernos con un no-se-qué que hasta les asquea a ellas. Entre las risas, pues surgen muy pocos motivos también para el divertimento. Lo del AVE y las bufonadas de turno suenan a befa y mofa de mal gusto, pues los políticos no son buenos actores, aunque practiquen a diario el arte de la chufla; pero todo se queda en esperpento de muy grosera escenografía. Así las cosas, me toca como siempre trabajar (¡que me voy...¡) y dejar de hablar cuando no encuentro de qué hacerlo, y a veces hasta me viene la inspiración en el trato con los animales: porque hablar no hablan..., pero me dicen más verdades que los capitalinos que anonadan con el porte y traje de la Corte (pero es porque no mandan nada, creo yo).

viernes, 27 de septiembre de 2013

Agua

Ya llega el agua. Hace mucho tiempo que el campo la está necesitando, y será bienvenida. Desgraciadamente a algunos les va a aguar la fiesta, pero como dice el abuelo, no es posible costal y castañas. Creo que se pueden compaginar bien ambas cosas, porque al ferial de la capitalita se puede ir con paraguas y bailar al son de la música. Si bien es verdad que lo siento por toda esa gente negociante que han puesto su dinero para vender en la calle y no lo podrán hacer. Ahí sí que lo lamento. También por el deslucimiento que sufre la fiesta de los vecinos, pero quienes vivimos del campo estamos asfixiados y el ciclo del tiempo tiene que seguir su ruta. Bueno, a ver si se pueden compaginar todas estas cosillas y quedamos todos contentos. En el medio está la virtud, dice el abuelo.

martes, 24 de septiembre de 2013

TARUGolandia en Ferias

Hoy se viste de gala la capitalita con su fiesta grande. Añoche estuvimos las amigas dando un paseíto, y ya se olía en el ambiente ese sabor de la alegría contenida que tienen las vísperas; ese rumor callado que está pronto a explotar, y esa espera incontenida que se proyecta en cantidad de gente que observas con mucho más bulto que de costumbre. Esta tarde con la cabalgata, y por la noche con los fuegos, romperá de lleno aguas el ferial y el poblachón pozoblanquero presumirá como nunca de grande y de bonito; de suelto, amable y hospitalario, tirando la casa por la ventana y presumiendo de ciudad en dispendio con el concurso de los pedrocheños. Grandes y pequeños se lanzan en esta semana al solaz de las alegrías, de los fuegos y concursos, aparcerías interminables y carteles culturales avalados por la casa grande (ayuntamiento). Hay para todos, dicen, y será verdad. Los últimos años me ha parecido contemplar un nuevo fenómeno (visto de lejos, claro, porque yo no vivo allí), como es retrotraer de la feria cierto ambiente hacia el pueblo en las aparcerías, dando ambientillo al centro y calles limítrofes. Y ahí vaya si se nota que están de fiesta. Pozoblanco y su feria son para todos nosotros una referencia comarcal, anual y estacional (fin de...), porque marca un punto de diferencia por su volumen, aunque lo pierde en intensidad y la hermandad que tenemos en los pueblos. También se pierde en disparidad de ofertas festeras, que tiene su punto bueno y malo, aunque parece que también andan comedidos con el euro y le miran hasta el canto. Aparte de la parafernalia, que es mucha, lo cierto es que ha perdido bastante según dice el abuelo Manuel en personalidad; a él le escucho hablar del ayer y me quedo un poco anonadada..., cuando me dice aquéllo de que los espectáculos taurinos movían masas ingentes, muchísimo más que ahora, y eso que aún les queda un rintintín; también con esos espectáculos musicales, teatrales y de otros géneros, pues venían (según él) los más nombrados del panorama nacional, y conocías a las primeras figuras del cante y de la escena (no sé si no serán exageraciones...). Claro que lo que me cuenta de antaño, cuando no había fiestas y juergas diarias bien lo entiendo: porque entonces sí que me creo que la ilusión de la feria era infinitamente mayor; la espera desasosegante; y los ojos de los chavalillos brillarían como estrellas con todo su fulgor cuando vieran aquel ambiente que no conocían apenas. Hoy solo nos queda el manido botellón, la masa boba y la madrugada sin descanso (cuando vamos). Y eso luego el cuerpo lo paga de verdad en el trabajo de la vaqueriza. Pero bueno, demos la bienvenida y enhorabuena a los tarugos, porque ha llegado su fiesta. A disfrutar de lo lindo.

domingo, 22 de septiembre de 2013

OTOÑEANDO

(fotografía Moises Vargas) Abocados estamos ya, de forma inminente, hacia el otoño. Van quedando ya lejos las alegrías del verano (en todos los sentidos) y las ráfagas de fuego que el tempero nos regaló este año con escatimo y tacañería, aunque no han faltado requiebros buenos de sudor en la vaqueriza. Ahora toca el solaz del apaciguamiento otoñal, con esas aguas ansiadas para nosotros que parece que ya están a la vuelta de la esquina; aunque suframos aquí dentro el fragor del estiércol y la suciedad envenenada que genera el líquido elemento. Volveremos al temple del refresco y a la hojarasca, al cielo limpio y a la amenazante oscuridad de la tarde. Y el campo marcará el ritmo de vida como nunca cuando la luna esconda allá en lo alto su blanquísima túnica de fiesta. En los pueblos la zozobra del verano tiene ya las horas contadas, y el trasiego de la normalidad se impone por encima de todo, y el silencio gana a la estridencia. Todo esto parece invadirnos el ánimo, y en cierta forma es así, pero a mí me gusta y me contenta este ritmo calmo que se impone, con el tenue declinar hacia el ocaso del estío después de un exabrupto de explosiones variopintas de ajetreo. Creo que es bueno que se avance hacia el otoño, y el susurro del agua nos caliente los oídos, y el suelo mojado nos avive el olfato..., y respiremos aire limpio. Hace falta. A mí me encanta saborear los cambios del campo en lo más hondo; tocar los ciclos de la vida con las yemas de los dedos y saber que la rueda de la tierra y del cielo siguen por sus fueros. El patio de la abuela va marcando el finiquito del verano: con el parral agostado ya de vida descargando el fruto sempiterno, que este año es más bien malo y de poca calidad; y a la zaga le anda el peral adormecido de bondades, y el ciruelo nos regala sin codicia y mucha merma; y el membrillo se pierde en sueños de esperanza pasajeros. ¡Ay, que el huerto está mirando ya los horizontes del mañana, con ansias de espera y otro tiempo! Por lo demás, solamente queda seguir el día sembrado de colores..., y el disfrute del verdín que ha de venir, del frescor que ha de llegar, y del sabor bueno y hondo del otoño.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Pedrocheando


fotografía: Moises V.



Hay cosas que no se pueden explicar fácilmente. Con asiduidad asistimos y celebramos fiestas, saraos y botellones de todo tipo, pero ninguno es como nuestra fiesta grande del pueblo. No basta con salir a la calle, beber y despotricar por todo lo alto, que eso lo hacemos de continuo y hasta nos sentimos alegres y dicharacheros. Pero la Fiesta de verdad, la de todos, la que nos llena hasta el fondo y donde nos desfogamos de alegría es en Los Piostros. Creo que se juntan todos los ingredientes posibles para que sea un disfrute colectivo, y eso solo lo da la tradición, la espera, la familia, el pueblo y los que vienen del pueblo, los allegados, y hasta los turistas (últimamente). Los signos de identidad más nuestros salen a flote con el agua del otoño en ciernes, y la devoción a la Virgen de Piedrasantas se enciende hasta en los que no pisan nunca los umbrales de la iglesia. Hay que ver cómo hasta en un Estado laico se tambalean hasta las piedras del ayuntamiento para ensalzar a la Virgen, que es la estampa insustituible de la fiesta (aunque no mueva ya voluntades de mayordomía); como los piostros, que embargan nuestros corazones de alegría cuando los vemos y sentimos cabalgar desaforados por la cuesta del molar hirviéndonos la sangre. Año tras año revivimos la tradición como un rito que traduce nuestra identidad; con una solemnidad que, aunque esté revestida de elementos obsoletos, y ajenos a nuestras creencias actuales (tal como las tenemos y vivimos), las sentimos en lo más hondo y hasta el corazón y la garganta se nos cuaja. Esto es la fiesta en el sentido más profundo y verdadero, y la corriente sigue por sus cauces. La fiesta se vive. No estás en ella desganada y mortecina, sino contenta y alegre con los tuyos, con las amigas tildadas de jinetas y con todo el pueblo echando la casa por la ventana; viviendo con una intensidad inefable, como si el mundo se acabara y quedara fuera de nosotros. Difícilmente podría expresar el orgullo de las pedrocheñas subidas en las jamugas señoreando su alegría y contento, porque eso se lleva en la sangre. Pedroche vive ahora su fiesta grande.

sábado, 3 de agosto de 2013

BANDOLEREANDO (microrrelato)

Al arrimo de unos riscos la cuadrilla desmotó las alforjas. La media docena de hombres y mocetones venían sudorosos y sucios hasta las cejas, porque no habían tenido más horizonte que los penachos de Sierra Morena, cabalgando sin tregua hasta los límites de sus fuerzas. Ahora,  oteando aquel poblacho que llamaban El Lanchar, tocaba descansar, y en el bajuelo del arroyo Guadamatilla abrevaban las caballerías exhaustas. Había sido una dura jornada de galope constante desde el despuntar del sol, ascendiendo más de cuatro leguas de aquel secarral inhóspito. Diego miraba al frente con cierta inquietud, pero con aquiescencia, porque sabía que tras una corta espera de descanso, con el sol en lo más alto del cielo, se cumplirían sus esperanzas. Mientras tanto, en la orilla del arroyuelo sus hombres se desfogaban entre risas, desarmados de chaquetilla y camisa con los pies en el agua; chapurreando y bromeando entre ellos como puercos en lodazal. El silencio del contorno era por el contrario gélido  como el hielo, y Padilla sabía muy bien que en muy pocas horas la tensión se iba a disparar; que lo que ahora era solaz y diversión se convertiría en dolor y sangre. Las cosas no iban a transitar por la senda del conformismo y el apaciguamiento. Hacía más de dos años que conocía a la rubia del valle y la quería para sí: no porque le faltara el cariño ni la diversión con ella, sino porque a Juan Palomo nadie le ponía un dedo encima. Ni límite alguno a sus anhelos. Con no poco sarcasmo y fijación decía constantemente a la cuadrilla aquello de que somos hijos de Dios y honrados; y a la zagala de la Sierra la tenía que convertir en su mujer. Una causa tan justa y honesta a los ojos del bandolero se había puesto bastante turbia, y hasta negra –de forma inconcebible – por la oposición de un curita de aldea, bajito y rechonchón. Hasta ahora nadie había dicho ni mu, y la vecindad no vio con malos ojos que el hacedor de Justicia en los montes y caminos se divirtiera con María, que más que doncella en ciernes era desde bien joven ávida mesonera, mujer servicial y soldadera ocasional. Pero el señor cura había elevado el grito a las alturas cuando la cosa fue a más: pues Dios no iba a consentir que él uniera en sagrado matrimonio una hija del pueblo, honrada y honesta con un botarate que actuaba fuera de la ley y el orden. Padilla mascullaba en silencio, y se reía en sus adentros, por la osadía de aquel cuervo graznando impedimentos. Si había que matarlo lo mataba. La desgracia vendría por la camarilla de adláteres que se habían alzado en armas en loor de la decencia, después de haber tenido durante años el contento del Palomo para tranquilidad de sus almas y haciendas, por eso de la vecindad. Cuando sonaron las campanas en la lejanía, el bandolero más apuesto de Sierra Morena saboreaba ya en sus labios el beso de la que en muy poco tiempo sería su mujer.

lunes, 29 de julio de 2013

Pedrock-AIR (AVE-II, microrrelatos)


El jovencísimo piloto, muy apuesto y dicharachero, se afanaba en explicar en las plataformas de la nave –junto a su androide gemelo–, las curiosidades del lugar. Aunque el refinado director de la compañía era nativo de Los Pedroches –un celular marginal y minúsculo de la Tierra–, había pasado varios años de estabulación preparatoria en la Plataforma lunar Megalux, y ahora regentaba una empresa de alquiler de naves de Turismos a la carta. Hacía ya varios microlux que se había ocurrido incluir al reducto de sus ancestros entre las panorámicas de la lejana Hispania en el viejo planeta (a pesar de la rareza). En poco más de media hora visitaban todos los resquicios de un mundo ya lejano del sur de España, utilizando microvuelos entre unos y otros puntos de interés. Anthony Cobos comparaba a los expectantes visitantes de Electra, a quienes ahora acompañaba, la realidad virtual de las encinas con muestras reales del antiguo bosque mediterráneo..., y en varios Exposure Sites algunos se atrevieron incluso a tocar aquellas especies que les parecían prehistóricas. En Second stop pudieron observar la reconstrucción virtual de un bonito castillo que les recordaba por su idealidad cuentos de princesas: pues parecía una estampa perfecta de tiempos históricos que les habían reproducido en su infancia en sus procesadores cerebrales; y en estos momentos, a un microtime de la nave revivieron su pasado. Lo más interesante de aquella excursión iba a ser la visita real (¡oh, qué fantástico!) a una pequeñísima Aula Celular de Experimentación con Animales reales: vacas inexistentes desde hacía varias décadas, cuyos ejemplares aún mantenían en régimen de pseudohibernación. La expectación creada era máxima, y Anthoy no escatimaba esfuerzos en crearles mayor intriga: aquellos electroides nunca habían visto nada igual, y esos monstruos que le esperaban les causarían sensación. Antes de penetrar en las cámaras acorazadas perdió varios microseconds enseñándole el edificio, que poseía una historia singular. Al parecer había sido en las primeras décadas del segundo milenio una estación terrícola de un tren avanzado denominado AVE, por el que hubo incluso movimientos grandes de los antiguos habitantes del lugar. Desgraciadamente aquella pequeña Estación se había desvanecido en menos de un año del antiguo cómputo heliocéntrico por falta de funcionalidad. A los encorchetados visitantes de Electra les resultó graciosa la anécdota, observando desde lo alto de la Naveta el perímetro de la reliquia histórica que albergaba ahora uno de los principales centros de conservación y reproducción de especies desaparecidas. ¡Además, era magnífico revivir en el espectro volátil y de forma virtual las instalaciones obsoletas de sus antepasados!

sábado, 27 de julio de 2013

Paradojas de la vida (AVE-I, microrrelatos)

Veronique miraba con ensimismamiento, y no poca admiración,  la exposición fotográfica de la Estación: una panorámica temporal de hacía más de cincuenta años. Eran las cuatro de la mañana y regresaba de vuelta a su querida Neuchatel, henchida de alegría tras un periplo apasionante de cuatro días. Quién le iba a decir a ella que en la década de los sesenta, después de una dilatada espera (desbaratada por los avatares de la vida), iba a conocer la tierra de sus padres. Desde siempre se había imaginado una tierra empobrecida y carente de vida, una panorámica negativa creada al tenor de su madre, huida a Suiza en desazón en la segunda década del siglo (a raíz de aquella crisis vacuna interminable); bueno, de la debacle económica general que le hizo buscar –como a tantos otros– nuevos horizontes en los verdes campos de Europa; aunque siempre al lado de la naturaleza y de la vacas, aunque fuera en los silentes susurros del Laboratorio. Ahora, sin embargo, ante sus ojos había aparecido una estampa floreciente de sus orígenes, bien distinta de lo que pensaba. En un lapsus del tiempo se había trasportado al relumbrante aspecto de estos pueblecitos del llano de Los Pedroches en España: lugares tranquilos y de ensoñación, adecentados a las formas del pasado y viviendo del turismo; con magníficas rutas de senderismo extraordinariamente organizadas, en las que aún se podían ver y tocar encinas de verdad (¡qué sorpresa!); simpáticos enlaces tradicionales de comunicación entre unos y otros pueblos (con coches de ruedas); así como pequeñas fábricas de industria alimentaria –como le había comentado su madre– con refinado marketing, y típicas vaquerizas de postal aplicadas en la didáctica infantil de autosuficiencia ecológica. Un primor que a la pelirroja (que también fue a su pueblo de origen) se le antojaba un tanto enlatado, pero bonito. Además de un completísimo programa Culturel del todo original, con graciosas actuaciones de las que había oído hablar toda la vida. Una comarca viva, como un pequeño paraíso de ocio a muy pocos minutos del mundanal ruido de las grandes españolas que conocía. Ahora en su partida, un tanto teñida de nostalgia irracional, observaba la cuarentona las fotografías de una larga pugna de hace décadas. Resulta que el mismo año que partió su madre, desvencijada de ánimos y esperanza, los pedrocheños habían realizado una gran manifestación para pedir que se abriera aquella estación del Ave en que se encontraba, en cuyas fotografías aún se podía ver el evento -curiosamente- en papel y en la vieja técnica digital en antiquísimas pantallas de la exposición. Qué tiempos.  

domingo, 30 de junio de 2013

DUDAS...

Ahora que llega lo más grueso del estío, y muchos de nuestros convecinos salen de vacaciones y otros llegan, es tiempo de reflexión: sobre la comarca en sentido globalizador, y como unidad que busca el futuro en diferentes sectores. Las vacaciones veraniegas constituyen, a mi parecer, un grueso importante en la actividad turística a lo largo del año, y no podemos aspirar a un desarrollo amplio en este sentido dejando de lado este periplo y sus actividades. A través de internet, y en lo que oigo de nuestros pueblos, observo que se establecen programaciones amplias y diversas en cada lugar: espectáculos, presentaciones, jornadas, programas para niños, etcétera. En fin, un abanico amplio de actividades culturales para contentar a propios y extraños, sin quedarse ningún ayuntamiento sin programas de verano (cada uno a lo suyo). No voy a entrar ahora en los entresijos de los programas o su fundamento (como dice Arguiñano, ja, ja, ja), su relevancia y significación para cada una de las poblaciones, o su ajuste a las aspiraciones de la vecindad. Hay gustos para todo. Sin embargo, sí me gustaría plantear una duda que mi amiga Juani me reboza constantemente (pues ella se dedica a esto del turismo), que no es otra cosa que la manida insatisfacción como proyecto unitario de comarca. Es cierto que tenemos actos por todas las partes y programaciones para eventos a diario no faltan, pero me pregunto –por encima de nosotros, claro–, ¿qué ingredientes posee nuestra comarca para atraer turistas de otros lugares?, ¿tenemos un paisaje excepcional que arrastre a alguien para visitarnos?, ¿contamos con un patrimonio destacado y bien habilitado que sea llamativo?, ¿poseemos algún ingrediente de singularidad que sirva de cebo entre lo mucho que se ofrece por ahí?, ¿nuestra cocina o gastronomía es un acicate de mucha pujanza?, ¿las actividades de relumbrón de algún ayuntamiento son suficientes para movilizar?, ¿qué tipo de turismo podemos atraer (senderismo, invierno...)? Creo que basta con la retórica de las preguntas para empezar a reflexionar, y es evidente que aquí tampoco hay playa ni nada que se le parezca (o sí). En reiteradas ocasiones me he quejado de que más allá de actividades dispersas y locales haría falta un planteamiento general por parte de alguien; sobre todo para esos que quieren que la comarca sea una oferta turística de cierta entidad, que no sé siquiera sí es posible. Pero tendremos que pensar qué ofrecemos a esos que queremos que lleguen. Sobre todo, qué es lo que queremos y qué nos jugamos, porque esto del turismo y del desarrollo no creo que sea simplemente un juego de niños, ¿o sí?. Supongo que cosillas de estas se las plantearan los sesudos que se dedican a esto..., los gobernantes...., y cuatro más que tienen que buscarse la vida. En todo caso son dudas que se me plantean a mí (ja, ja, ja...., que tiene gracia) al ver partir algunas amigas, que buscan otras cosas fuera.

jueves, 27 de junio de 2013

MONSTRUOS

Me dice el abuelo Manuel que si sus abuelos (v.r.) levantaran la cabeza (expresión muy suya) no reconocerían ni su casa ni sus tierras. Tiene gracia el asunto, a pesar de toda la lógica del mundo..., y me explico. El otro día iba conmigo en la furgoneta y salió el comentario de las alpacas del campo, que veíamos aún repartidas de algunos aletargados, y se lo dije como curiosidad. La respuesta que me dio fue de lo más curiosa, pues su mirada perdida al horizonte está ya llena de telarañas (desgraciadamente), pero a veces atina de manera inmejorable en sus juicios de valor. Me advirtió de la notoriedad de esas gigantescas pacas que deambulan como gigantes perdidos en una carrera interminable; parecen autómatas del labrantío dispuestos a echar una carrera, encontrándose en disposición de movimiento, pero paradas e inertes en un soliloquio a la espera de un arbitraje inexistente. Estos monstruos de mies mecanizada tienen formas cilíndricas y  paralepípedas, pero lo que destacaba el abuelo en sus diatribas perdidas era el tamaño ingente, pues refería que solamente en una de ellas cabía el esfuerzo de un gañán en media jornada (ja, ja, ja...). La verdad es que lo tuve que pensar dos veces para darle la razón, pues seguro que es cierto que la empacadora hace ahora en dos horas lo que nuestros abuelos en meses; en derrotados tajos de jornadas infinitas al temple inhóspito de Apolo. Parece que veo en los ojos de Manuel el sufrimiento de antaño cuando mira quedo esas alpacas circunspectas. Cuando me explicó en pocas palabras la trayectoria de las décadas pasadas en el laboreo del trigo y la cebada, comprendí bien el tránsito de su vida en un suspiro; como pasando de la noche  al día. De esos segadores agostados en el sacrificio de la tierra para malvivir, a esas primeras máquinas de peine arcaico que me describe como un avance descomunal –aún tiradas por mulos–, y esas trilladoras que les facilitaron la vida en los años sesenta del desarrollo (como dice Vero)...; alcanzándose ahora el automatismo y la rapidez con las empacadoras que usamos actualmente y que pagamos a buen precio. Que aunque tenemos nuestro trabajo, padre dice que nada que ver con lo de entonces. Todo un mundo de cambios. Padre me ha enseñado en el Internet las máquinas de trillar que fueron –según me dice él– como el descubrimiento de la Penicilina (salvando la distancia, ja, ja, ja...). No se lo discuto, porque un día vi en Belalcázar una de estas máquinas de trillar abandonada, junto a un viejo tractor gritándole susurros al oído, que ahora me recuerdan esto que dicen el abuelo y padre a un tiempo: ese pasado doloroso de nuestra tierra y el despertar del campo de hace medio siglo. Esas máquinas que hace unos años, que seguramente fueron vanguardia en su día, claman hoy al cielo como monstruos desaforados de chatarra;  viejos artificios con díscolos mecanismos que parecen engendros de ficción. Baluartes de otro tiempo que ante la mirada de un artista retumban como esperpentos en el espacio etéreo. Aunque me quejo en demasía, y me parece que todo sigue igual, creo que soy completamente injusta. El trabajo del campo y el ganado ha cambiado mucho, y de qué forma; y hemos cambiado nosotros..., y la  vaqueriza, y las vacas...¡y la leche!

domingo, 23 de junio de 2013

Cultura evanescente

Qué cosas se leen por ahí, arriostradas de pesadumbre y teñidas de mentira. Más bien fundamentadas en pretensiones fatuas, o simplemente ambiciones; pero en todo caso carentes de realidad. La Cultura con mayúsculas no puede ni debe equivocarse con otras cosillas tildadas con esa homofonía que necesariamente se escribe con minúscula y está sujeta a toda una ventolera de desvaríos. La Cultura es otra cosa, y no caben equivocaciones ni engaños. Si se entiende correctamente, no tienen cabida los enfados ni resentimientos. Los medios de comunicación –en su vasta extensión– han propiciado la comprensión de los fenómenos culturales de una forma un tanto difusa; y hasta nos han hecho soñar con mentiras. En sentido amplio y manido, la cultura es todo y todo cabe en la cultura, pero cuando nos ceñimos a un concepto más restrictivo y clásico, la poda que hay que hacer sobre todo lo que se abriga bajo esa calificación de Cultura es inmensa, y todo queda reducido a la nada, o a muy poco. No solamente en nuestros pueblos, sino a nivel nacional e internacional, porque gran parte de lo que se vende no tiene ni la impronta Cultural que debe, ni la excelencia, ni siquiera la notoriedad productiva si no fuera por la potente promoción de los Media. Gran parte de obras artísticas o culturales, así tildadas, no pasan de ser meras mediocridades, pero están aupadas por la catapulta del dinero y sus mentores. Venden mucho y nadie las pone en duda. Por lo tanto, lo que pasa en Los Pedroches no creo que sea algo exclusivo de nuestra tierra (desgraciadamente), sino que se puede hacer extensivo a muchos otros lugares con idénticas consideraciones de pesadumbre. Cierto que en casa las cosas se ven más cerca y con más detalle, y por ello nos enervan más. Los ayuntamientos navegan en la misma ola del mare magnum nacional, afanándose en promover cultura de artificio, edulcorada con ingredientes al uso en todas las partes: libros de pacotilla (los más) que no pasarían el mínimo filtro de cualquier criterio templado de sensatez; actuaciones, pases y poses descarnados de calidad, y mayoritariamente favorecidos al son de las promotoras institucionalizadas; escritores y literatos enaltecidos al arrimo de aquellos que..., desgraciadamente también viven del arrimo de éstos. No, eso nada tiene que ver con la Cultura; se encuentra a un mundo de distancia (creo yo, miserable de mí). No soy yo la más cualificada (ja, ja, ja..., que no sé nada de nada) para menospreciar las creaciones de nadie ni su valor (que seguro que lo tienen); ni ceñir a nadie ni un ápice dentro o fuera de un concepto tal complejo. Personalmente pienso que la Cultura de verdad tiene más que ver con creaciones más solidas y forjadas en otras masas que vayan más allá del dinero, la fama y la promoción institucional. Muy poco de lo que se hace ahora pasará el tamiz del tiempo por sus bondades, y con ello se derrumba bastante de lo que se hace a todos los niveles y en muchos lugares. En la comarca las creaciones culturales son pocas, las de verdad (lamentablemente), y para fomentar la Cultura hay que apostar por la base: la buena formación a todos los niveles, desde pequeños, para tener individuos capacitados, ciudadanos y Cultura. Un artista no se hace en un día ni en un año, y la Cultura con mayúscula no sale de la nada, sino de la forja lenta en el temple del horno del tiempo; y del esfuerzo, en la busca de la calidad y la excelencia con el trabajo. Lo demás es pura superchería, parafernalia institucional y flirteo amoroso revestido de vanagloria con esa otra cultura de más arriba que adolece igualmente de quilates. Por todo esto pienso que la Cultura no es evanescente..., más bien existe una carencia grave de Cultura. Y cuán doloroso resulta decirlo, sobre todo cuando me sale de lo más hondo. ¡Cuánto me gustaría estar equivocada! (me voy a cosas más prosaicas..., ¡a la vaqueriza!)






sábado, 22 de junio de 2013

DIAS DE VERANO

El Reino de la luz está llegando a su cenit, y eso merece una sonrisa. En estos días turbios y tristones, de la semana pasada, se nos ha olvidado un tanto dónde nos encontramos. El año nos está brindando los días más amplios y luminosos, los más bonitos, y desde la mañana a la noche parece que haya un año, sobre todo cuando trabajas en el campo, en sintonía con la naturaleza. A pesar de todo, me gustan las jornadas interminables que tienes tiempo para todo, en que la vida parece dilatarse como una goma que la estiras y nunca se rompe. Antes del amanecer disfrutas esperando el aura en el horizonte, con el frescor de la noche que hace que te sientas vivas; luego ves salir al coloso en el horizonte de la dehesa con una pujanza enorme,  sintiéndose ya dueño de nuestras vidas, porque sabe que en muy pocas horas señoreará en lo alto sin rival; y hasta nos hará sufrir como peleles desvencijados, cuando quiere, ninguneando a ese Eolo a estas alturas ya le teme y se le esconde hasta en la sombra. Al mediodía ruge con el sable ardiente cuando quiere, afilado al temple del horno en el infierno, mirando con altivez la ínfima pequeñez de nuestros corazones fríos..., casi ateridos del invierno y de la mala vida. Pero es al atardecer, postrado en la lejanía y casi vencido, cuando más me gusta. Mirando esa lumbre evanescente que hace sangrar al cielo..., para que los amantes sueñen sus pasiones y se abracen al susurro de la noche. El inicio del verano marca un poco el ritmo del corazón, me parece, y es quizás el sol el que hace fluir la sangre de las emociones, con contraluces sistólicas que nos encienden las venas; y los desamores..., porque a veces también la soledad encuentra aquí su sitio. Ahora, cuando nos situamos al filo del cuchillo, entre la Primavera y el Verano, se pasea como nunca a la luz de la luna. Y se escuchan los rumores de la noche allá a lo lejos; y se sueña con el vibrar del aire y su impotencia; y se miran las luciérnagas con pasión infantil...; y se oyen los grillos y animales en la obscuridad más clara jugando al escondite. Y la música en la vaqueriza te acuna con esa melodía.., melosa..., a media voz, mediatizada con azúcar... que te hace un poco más romántica. A padre le gustan los sones de estos días de verano..., que acompasan un poco el sueño de la vida. 

martes, 18 de junio de 2013

Viooooooo...lencia Machista

De nuevo la sangre nos tiñe el alma; pero ahora en nuestra casa de Los Pedroches. La muerte de una anciana en Pozoblanco, y del presunto marido asesino, nos dejan de nuevo desolados y sin habla. En este mar de ignominia se te hiela el corazón, pues una y otra vez tenemos que gritar al infinito con el dolor de la desvergüenza humana y la impotencia toda. La última tragedia sentenciada en nuestra tierra nos pone sobre el tamiz de nuestros ojos la realidad más cruda, porque ahora tocamos muy de cerca la dramática verdad del machismo en la casa de nuestros vecinos. Resulta frustrante observar día a día las consecuencias de un problema cuya solución no se atina a corto plazo, ni siquiera a medio. En cientos de ocasiones he referido el fondo opaco del problema, y el imposible discernimiento por la vía rápida.  El machismo ancestral no se repliega en una hora ni en un día, porque está enraizado en lo más hondo de la sociedad. Este país es machista hasta la médula. Es cierto que los más jóvenes hemos nacido y crecido en un ambiente más abierto e igualitario que nuestros padres y abuelos, pero muy lejos de ese plano de igualdad que se presume en el Estado de Derecho. El Machismo no está en los papeles, sino en la cabeza, en las actitudes de muchos, en lo más hondo de las afectaciones y consideraciones de unos sobre otros. Y desigualdades sigue habiendo; y siguen existiendo discriminaciones graves; y en lo más hondo de muchos hombres y mujeres la patina de la igualdad es una mera falacia. La elevada cifra de veintisiete mujeres muertas este año es muy expresiva de que el mal no está atajado ni mucho menos; ni se puede atajar con cuatro parches. La Educación tiene muchas bazas en este asunto, y las debe tener,  y seguro que se va corrigiendo en parte (muy lentamente), pero el ancho mundo de las desigualdades (económicas, sociales...) es aún un inmejorable caldo de cultivo; así como la agresiva publicidad y consideración de la mujer como objeto de deseo, utilizando ese fondo oscuro que luego acaba donde todos sabemos (y no se me entienda mal). Estas muertes tan nuestras nos dejan sembrada el alma de incertidumbre. Porque tenemos una lección importante por aprender, y nos va la vida en ello.

viernes, 14 de junio de 2013

El Trenillo

El padre de mamá, el abuelo Juan, llamaba El Trenillo a la maquina del tren de carga y pasajeros que iba desde Villanueva del Duque a Peñarroya-Pueblonuevo. Debía ser poquita cosa y bien espectacular en aquellos años, en que la gente se movía menos que ahora. El silencio tétrico del Cerco del Soldado –decía el abuelo– era entonces un mar de ruidos y agitación constante, pues de arriba hacia abajo se escuchaba el temblor de la tierra, el maquineo irrefrenable de los lavaderos con el chirriar de las cintas y el volteo del mineral; y un despliegue ingente de obreros teñidos de suciedad entre la polvareda asfixiante de los montículos de las escombreras y vertederos. El trajín de un ejército humano embebido en el oficio, como autómatas del futuro que simplemente atienden a su labor mecánica. Un mundo de contraluces entre la mansedumbre de esta plebe, enrabietada por dentro, y la altivez de los jerifaltes extranjeros con sus rostros serenos, casas con distingo y juegos de copetín (porque el abuelo dice que ellos vivían bien). Al atardecer, con las obscuridad de la noche, anestesiada por un rato la quejumbre del cuerpo y el soniquete de los martillos, la ristra negra de soldados del infierno se lava la cara y las manos con gasolina (siempre a mano, y no solo por la suciedad); como un perro manso y cabezota, de mucha embergadura pero tardo movimiento, se despereza para vivir un rato en superficie la claridad de la noche. En los ventorros desperdigados del Soldado y las Morras los altivos mineros se desfogan con el tintorro y la pitarra de la tierra a grito limpio, con soniquetes aflamencados. La voz les sale de dentro..., de lo más hondo y negro del alma, porque allí  tienen los sentimientos más agarrados y sinceros, esos que nunca se se dicen; y hasta se atreven (a veces) en el calor de la noche con coplillas picantes entreveradas con tibios insultos a la empresa y a los jefes, que dormitan de la jornada en sus casas confortables con sus dulces familias. Hasta las altas horas de la mañana, en el despertar de la primavera, dura la juerga minera en la casa de Fernández; y se irán tarde a sus hogares con la sombra de la noche oscura..., y en el pensamiento las tinieblas de la mañana, que les esperaran abajo como todos los días..., como toda su vida. Con el repicar del campanillo de Santa Bárbara se marca el ritmo de la vida, y en la estación del Soldado le hace réplica diminuta la pequeña esquila de la casa del jefe de estación. A media tarde el zumbón de las máquinas resulta ensordecedor, y en las naves se carga y se descarga con tesón, porque en muy poco rato el convoy saldrá para Peñarroya-Pueblonuevo en su viaje interminable. En muy poco tiempo el Trenillo se aleja como un tiovivo en línea recta, cual escarabajo de metal por el valle buscando los silencios de la tarde. Hoy viaja el abuelo Juan para apalabrar unos lechones en el pueblo vecino, y mira con atención el lento discurrir por el camino de hierro; observando el paisaje desconocido que le brinda la mirada clara, donde solo el verdín del pasto de este monte descarnado le hace gracia. El Trenillo es cómodo y rápido como una centella –piensa en sus adentros–, y un lujo para viajar en estos tiempos, aunque se note en las posaderas de madera el retumbón de la vía en los desniveles. A unos metros de su asiento conversan en tibia parlamenta el cura y el administrador del Soldado, con dos de los civiles de Villanueva que miran escrutando la pinta de algotros pasajeros. El abuelo sonríe con su cándida mirada a una jovenzuela que tiene a su costado con una criatura de muy pocos meses: una hermosa madre de tez morena y larga cabellera, pero con muy poco lustre en el vestir y mirada perdida al infinito de la vida que le espera. Está callada y no atiende las jerigonzas de su niña. En la soledad de la tarde el Trenillo camina hacia su destino.
(A mi madre y al querido abuelo, que ya no me puede leer, pero le dedico lo que le contó a mamá, y ésta me lo cuenta a mí ahora)


jueves, 13 de junio de 2013

Mala Leche (III)

Dice el refrán que al perro flaco todo se le vuelven pulgas, y desgraciadamente así debe ser. Por si teníamos poco con la nefasta situación de la leche, ahora se han detectado en algunas explotaciones convecinas ciertas micotoxinas producidas por mohos. Con lo que se han inmovilizado toneladas de maíz y paralizado producciones ingentes de leche. Era lo que nos faltaba. Ayer me decía una amiga afectada del pueblo de al lado que es para ponerse a llorar, porque cuando la cosa aprieta de esta manera sientes la frustración más grande del mundo y te encuentras impotente. En esta ocasión la Junta ha detectado con sus controles la contaminación de los alimentos del vacuno, y no niego que sea satisfactorio para que no se trasmita ningún tipo de enfermedad a la cadena alimentaria, pero resulta frustrante esta desgracia para quienes nos dedicamos a esto, pues te inmovilizan el monto de alimentación que tienes preparado (y gastado tu dinero) y se paraliza completamente la explotación de la vaqueriza. De nuevo nos toca a nosotros, y esta vez será por las dichosas variaciones meteorológicas o lo que sea, pero parece (es broma...) que todo está confabulado para que andemos siempre dando tropezones por la vida. Precisamente este año, que ha llovido como nunca y teníamos una primavera singular, con agua a rabiar y hasta contento el personal a pesar de los pesares...; pues nada, aquí está servida la desgracia del maíz para terminar de completar el desastre. Lo dicho, hay veces que piensas que vienen a por ti y no paran (las circunstancias). No queda otra que seguir trabajando, como siempre, con el sufrimiento a las costillas e intentando superar este nuevo desaliño. No quiero disgustarme más de lo que estoy, pero me fastidia que nos pasen estas cosas cuando tenemos todos los preparativos del mundo: las maquinitas más avanzadas del mercado y los controles de leche, los análisis más exhaustivos, los cuidados más rigurosos..., ese sin vivir de exigencias actuales (papeles y más papeles) que pareces una máquina mirando mandos y estadísticas. Y luego..., ¡Zas...!, te viene una detestable infección por la vía del tiempo y del ambiente. Diremos..., como decía mi antiguo profe de historia que decía Felipe II: “yo envié mis naves a pelear contra los hombres, no contra los elementos”. Pues eso digo yo ahora (ja, ja, ja). Me río por no llorar, de verdad.

viernes, 7 de junio de 2013

¡Puerco judío! (microrrelato)

Hacía varios meses que el pequeño clan había llegado a Pedroche, aunque parecía toda una vida. En muy poco tiempo habían sabido sobrevivir, con no pocos subterfugios, lejos de la inquina y el odio derramado hacia ellos en Córdoba. Después de aquel trágico mes, todo se hizo según las disposiciones de Samuel, el ávido e inteligente rabí que conocía muy bien el espíritu humano, los recovecos más hondos del alma, las vanidades y vanaglorias de los hombres de mayor estulticia. Con mucho tacto y su buen hacer fue capaz de situar a su escuálida familia y amigos entre una vecindad sencilla, que nada tenía en principio contra ellos. Desconocían su historia por completo. En muy pocas semanas se encontraban todos situados en algunas casas modestas del villorrio, que aunque pequeño era cabeza de algunas aldeas del lugar, desperdigadas y muy poco pobladas alrededor, con hombres rudos de campo bruñidos en el labrantío y serenados con el pastoreo del ganado. Samuel había sido muy firme con sus congéneres Daniel, Ezequiel y Yakar rogándoles que evitaran cualquier notoriedad que los delatara; había que ser cautos eliminando enseñas externas que les comprometieran; no utilizar símbolos ni hacer uso de sus costumbres, que rápidamente les meterían en un aprieto. Tampoco a las mujeres se les permitió alardeo alguno en los atuendos de su raza, obligándose todos a tomar la indumentaria de la tierra. Cuestión más difícil fue la de ocultar los rasgos de una fisonomía clarificadora de la raza, pues difícilmente se podía prescindir de esa nariz aguileña, del orondo rizado y la tez oscura, aunque bien sabían todos ellos que la persecución se cimentaba más en el odio que en el distingo físico. Bien distinta a todos ellos era Ester, la nieta hermoseada como una flor, con ojos azules y rizada cabellera de pelo clarísimo; tildada de gracia, buen verbo y galanura en las poses. Nadie hubiera dicho que era hija de Moisés, el vastago del prestigioso rabí (ahora silenciado) y diligente talabartero, viudo ya de una hermosa mujer al tenor de aquella joya. Samuel había sabido acomodarse rápido al poblachón empingorotado en lo alto de un cerro, con un oficio rancio en su raza maldita. El negocio de prestamista precisaba de buen tiento, don de gentes y mucha confianza, pero él poseía todos los atributos. Su fabla lenta y serena, su cadencia y seguridad venían acompañadas además de un sentido claro de auxilio sincero hacia los demás: todo el que acudía a él veía una solución fácil y una esperanza a sus problemas. Con cuatro palabras bien dichas, y escuchando mucho, el prestamista se había ganado la amistad de los vecinos: quien más y quien menos precisaba de algún maravedí para comprar o vender lana y paños, para no embargarse hasta el cuello, o para salir de un aprieto. En muy poco tiempo la casona de Samuel se fue haciendo con una clientela numerosa, y hasta los ricachones del lugar tuvieron que acudir en su ayuda, pues nunca faltaban ocasiones para hacerse con un monto de capital para sus cuitas. El aprecio de sus habilidades prestamistas fue contundente, y hasta el señor párroco le encargó las cuentas de la iglesia, cediéndole como contraprestación la casa del sacristán: un caserón viejo al lado del Salvador, junto al torreón desmembrado del viejo castillo, del que Samuel pudo aprovechar alguna piedra para renovar su casa. Todo había salido a pedir de boca, pues habían burlado la expulsión de la capital encontrando un lugar tranquilo sin sobresaltos. Pero como dice el refrán, la alegría de los podres solo dura un día. La aceptación de los vecinos, y su aquiescencia teñida tal vez de ciertas sospechas (sin darle mayor importancia), se rompió aquel día en que Martín –el hijo del campanero– se enamoradiscó de Ester, encontrando en los congéneres de aquélla el fervor de la sangre y de la raza; sobre todo cuando no se entendieron sus deseos de matrimonio. Y el odió del cristiano viejo cristalizó hacia Samuel, con el grito estridente al infinito que nadie se habría atrevido a pronunciar: ¡Puerco Judío! El anciano padre y abuelo coprendió que de nuevo la historia se repetía.




QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva