lunes, 23 de julio de 2012

VISEANDO


Hoy me he pasado un rato por el Viso con disfrute, porque andan pletóricos de alegría. Es normal, pues las fiestas de nuestros pueblos suben la adrenalina a la vecindad, que se despreocupa un rato de la malicie que nos envuelve a diario (económica...). En general los periodos vacacionales y de estío nos tienen un tanto apartados de la realidad (a algunos, por lo menos), pero las fiestas patronales nos despiertan la afectividad como ninguna otra. Los viseños las viven con mucha intensidad y se nota una efervescencia especial, pues es el momento del año de mayor tronío y tiran la casa por la ventana. A mí me gusta visitar este rincón de la comarca en fiestas, cuando todo el mundo anda subido de tono y orgullosos de su abuelita y sus tradiciones. Ahora están más sueltos y naturales con su casa vestida de gala y a lo grande, y es que a veces en el trato diario se les ve como encogidos y un tanto amilanados, como el que quiero y no puedo (que dice el abuelo). El poblachón tiene mucho orgullo y a veces se siente contrito y defenestrado del porte que le corresponde, con cresta bien relumbrante pero con gallos muy fuertes a pocos kilómetros que miran con recelo. Cuando andan a lo suyo sin preocupación se les ve más finos y campechanos, con muy buena fiesta y juerga por todo lo alto. Especialmente me gustan las vaquillas y los encierros (por degeneración profesional), que aquí se viven como en ninguna otra parte de la comarca. Cuando más disfruto con mis amigos del Viso es por las mañanas de encierro, en esos periodos interminables de jarana mezclada con tradición y jolgorio. En estos momentos la gente rezuma alegría, amistad y generosidad, y el ambiente es fenomenal. El pueblo tiene un aire de vitalidad y euforia que no parece el mismo. Desmelenados son más naturales. En la cotidianidad se cubre de una monotonía inhóspita que se pierde por sus calles alargadas e interminables..., un tanto afantasmadas sin mucha chispa. Ahora, no. De aquí y de allá salen vecinos, voces y alegrías. El aire está cargado de optimismo y te invitan a la menor. Es gente sana y dicharachera, aunque el abuelo diga que son muy suyos, y hasta un poco altivos (sin mala uva). Mis amigas son muy sanotas, aunque tienen ese puntito viseño de orgullo que resulta hasta gracioso. Pues eso, a disfrutar a lo grande con Santa Ana y los encierros, que corra la adrenalina y el vino que quita las penas. Es la mejor estampa del Viso, y ahora mandan sus fiestas en la comarca.

viernes, 13 de julio de 2012

Los Ojos de la Muerte


La ópera prima de Antonio Arévalo Santos ha sido editada por la Diputación de Córdoba en su Biblioteca de Creación Literaria, y como la mayor parte de las obras de esta promotora ven la luz a trancas y barrancas, pues no debe ser la difusión lo que les interese. Tengo que decir que apenas si conozco al autor más allá de las referencias que me ha dado mi hermana Vero, señalándome que es el de la Televisión de Pozoblanco, que a veces he visto de largo en diferentes eventos cuando voy de compras y ocio. Poco más. Es al parecer un chico bastante polifacético, y he oído distintas versiones sobre sus talentos. Su libro me ha sorprendido por varias cuestiones, pues ya es atrevimiento el tema en que se embarga de sopetón, con un argumento clásico entre los clásicos de poetas, filósofos y pensadores de gran calado. Entrar de lleno en este laberinto tan verdadero del hombre ya tiene mérito por sí solo: que pareciera a priori tirarse al ruedo con muy poco trapo (porque necesita trastos buenos de torear, no por otra cosa) y un cornúpeto de cuidado. Sin embargo, la valentía se agradece siempre, y mucho más en los espontáneos que no son profesionales del toreo y lo hacen con todas sus vísceras. Aunque aquí parece, por lo que se lee, que no es ni mucho menos una salida repentina e impensada, más bien un salto al ruedo bien meditado y masticado en el silencio de muchos años. Porque la obra respira a mi entender bastante aliento alambicado en el silencio; la paciencia y la templanza en la pluma. De entrada me esperaba un texto de cortedad argumental y mediocridad en la gesta escribanil, pero no es eso precisamente el contenido. Tiene bastante fondo, y aunque la forma resulte un tanto endeble en la traza de los principales valores, me gusta la escritura y la propiedad con que lo hace. Tal vez me esperaba otra cosa más liviana. El chico tiene ideas y sabe bien por donde anda, sin que se le suban los aires a la cabeza; sabe lo que dice y dice lo que sabe. Y en esto del saber y del conocimiento tiene mucho que ver lo que se lee, y al parecer no anda parco de lecturas. Las ideas y citas de los hombres preclaros de la historia, que engruesan el texto con cierto ritmo y gananura, son un pilar bastante importante de la obra, pues a veces pareciera un compilatorio de un libro de citas o de buena sedimentación bruñida de erudición. El tópico argumental tiene sus ventajas e inconvenientes. Escribir sobre la muerte me recuerda al pintor que realiza una copia de Velázquez delante del original, y por buena que sea siempre veremos defectos sobre la genialidad del maestro; pues eso le pasa a esta lectura sobre un tema tan recurrente. Parece que estamos sobreleyendo esa estampa manida de la muerte como mujer fatal, erótica y sensual hasta la saciedad, hermética y hasta gótica y fantasmagórica. Es cierto que Arévalo pone su verbo y su palabra, pero sobre un paisaje muy trillado, donde despuntar en la creatividad resulta muy difícil. Con todas las dificultades creo que consigue sembrar un pellizco bueno en el lector, con cadencia e intriga, y escenifica bien la entente cordiale con esa muerte arrebatadora a la que es imposible ganar la partida; a veces, incluso, en su trama argumental plantea bien ese tocado de florete que gusta en la lectura, porque a los lectores nos apetece reflexionar, aunque las ideas sean mimbres de mayor o menor fuste. Asimismo Arévalo traza con cierto equilibrio (aunque no todos los temas, claro) esas grandes preguntas y esas torpes respuestas de los hombres, el sentido de la vida y de la muerte a la limón (la libertad, amistad, las últimas cuentas, el reconcome de la eternidad...). Y hasta se atreve de soslayo con Dios; dejando de lado las cuitas institucionales de la Religión, que darían muy bien para cien libros. Ciertamente no me disgusta la obra a pesar de la dispersión o elección de temas claves, y hasta se disfruta de esa manida dialéctica escenográfica en medio de la tormenta (a cubierto), en la sombra de la obscuridad y de la noche; ante esa fierecilla indómita de la muerte que se deja cariñosamente tutear (y te acaricia) ante el soliloquio introspectivo de un ebrio-cuerdo desahuciado de la vida. La última estampa del amanecer con la luz del aurea hubiera sido un final perfecto; sin mayor adorno ni arrope de conclusión. Qué atrevida soy. Lo dicho. Puede leerse.

martes, 10 de julio de 2012

Sentimiento de un periódico


Ayer me tropecé (pues buscaba cosa muy diferente) con un libro de remembranzas de la comarca haciendo acopio de lecturas para el verano; y como también es cosa de estar al día en las cuitas de la comarca me hice con él. Es un recopilatorio nostálgico de la desaparecida publicación de Los Pedroches Información, que hace años (noviembre, 2008) dejó de ver la luz, y ahora le quiere rendir tributo uno de los periodísticas de aquella prensa local. A todas estas peripecias periodísticas les pasa siempre lo mismo en la comarca, pues tienen su tiempo contado (creo) y muy medido por no haber tentado bien el terreno que pisan, y es que en los tiempos modernos (como decía la zarzuela...) las cosas avanzan una barbaridad, ¡y en la letra pública de molde ni te cuento! Casi nunca apuestan por cosa novedosa o diferente a lo que ya te ofrecen otros medios y de forma más rápida. Por dentro el texto hace gala de lo que presume el titular, con un recordatorio cargado de añoranza de unos y otros (autor, y comensales) que tiñe sus páginas con prólogos de plañidera, y motivos no le faltaran a los que han sufrido aquella pérdida cuando todos andaban (al parecer) en ciernes del periodismo y de la política. Los años jóvenes, y especialmente en el retortero de la pluma, siempre dejan un sentimiento encendido (dicen). A mí me pillaba un poco joven e inmadura la susodicha publicación semanal, y lo que leo ahora me traduce un tanto la inquietud de aquellos años con algunos matices en el continente y en el contenido. Más allá del interés informativo de cosillas de cierto pujo al paso de los años, se recogen artículos diversos e interesantes de los plumillas de la comarca, emergentes periodistas, colegiales avezados y algunas firmas de las progresía intelectual, que dice mi hermana Vero con rintintín (como es). Yo leo con fruición esas sensibilidades críticas, casi siempre, y esa inquietud intelectual junto a la mirada sólida que hacen de los principales temas de interés del momento. En ocasiones las retrospectivas de opinión resultan muy sustanciosas; y hasta te hacen reflexionar un tanto. Son muchos los temas de los que se hablaba, aunque con ciertas presencias que tuvieron auge en el momento. En algún punto el recopilatorio articulero me causa desazón (no por el recopilador, sino por lo que se recoge). Desgraciadamente me confirman –aunque se trate seguramente de una selección atinada– el escaso protagonismo de la mujer en nuestra comarca: tanto en las autorías de artículos como siendo objeto de noticia. Con tanta ausencia se constata muy bien el perfil machista de una sociedad que aún camina por los fueros de la desigualdad. Entre las lecturas del susodicho libro aparece muy poco del sentimiento femenino, que no va más allá de la emocionada carta de una periodista en ciernes en la redacción (Vanesa), con alguna otra noticia de soslayo (de María Rubio, Mª. Mena, Tránsito Habas...) y las desgraciadas peripecias en que la mujer es objeto de maltrato o de enfermedad (Miércoles de Pasión para una mujer, Cartas a Carmen...). La mayor parte abunda en la mirada varonil de escritores y poetas en forja que buscan sacar cresta coloreada en la contrita Cultura de la comarca. En todo caso, un testimonio sentimental de cierto valor para echar la mirada hacia atrás observándonos en el espejo del tiempo. Y un esfuerzo del autor para dejar en nuestra memoria esa experiencia de la prensa comarcal.

domingo, 1 de julio de 2012

Calle El Toro. Triste y sola




Eso dicen en la capitalita los defenestradores de la razón, al socaire de esa peatonalización de la Calle Mayor que ha alcanzado eco hasta en los mentideros del etéreo espacio internauta comarcal; y expectantes estamos ante tamaña controversia. Tal vez tengan razón los pozoalbenses encaramos en la defensa del Euro al arrimo de la rueda, aunque a mí me parece todo lo contrario. Esta mañana, sin ir más lejos, he paseado con Juani a nuestras anchas por el callejón del delito, y ¡oye, que bien no tenerse que preocupar por los coches, ni las prisas que te imprimen! Claro que no quiero entrar en polémica con quienes comprometen (como dicen) el pan nuestro de cada día, y doctores tiene la Iglesia, pero una servidora (probablemente ignorante en cuitas urbanísticas) entiende todo lo contrario: será más fácil y probable que se estimule el comercio con el vehículo de San Fernando (un rato a pie y otro andando) que con la frenética inercia de la maquinita de rueda; porque yo al menos compró y miro más de esta manera; y al contrario, cuando voy en coche paro puntualmente y completamente de largo sin mirar más escaparates. Más allá de estas diatrabas, que deben tener bien resueltas los geográfos y entendidos, hay que sopesar que la susodicha calle es de todos los pozoalbenses y viandantes de la ciudad, y no únicamente un espacio inteligible desde la perspectiva económica. Pero bueno, ¡Sea lo que Dios quiera!, y el tiempo que todo lo sana dará y quitará razones. A veces hay que caerse para levantarse, y en otras ocasiones andando bien derechos evitamos caernos sin tener que levantarnos. A mí particularmente me gustan los pueblos y ciudades con la mayor naturalidad posible; yo eliminaba el tráfico por completo, los humos y malas formas de tener que tener que andar esquivando obstáculos como en terreno ajeno. ¿No son nuestros pueblos los habitáculos de los hombres para vivir con mayor paz y sosiego? Pues evitemos ruidos, contaminaciones innecesarias y circulaciones que nos interrumpen y dificultan la existencia; sobre todo cuando tenemos la suerte de poseer pueblos con pequeñas dimensiones y son fácilmente transitables de uno a otro extremo. Esa es mi opinión, que a veces también uso de forma desconsiderada la furgoneta con las prisas y luego siempre me arrepiento. Hay que ser razonables, y acostrumbramos a no serlo. La calle Mayor de Pozoblanco que hoy he apreciado no estaba en absoluto triste ni sola, tal vez meditabunda y circunspecta, reflexionando, como cuando una piensa que ha hecho algo malo y en un punto le pica la conciencia. Porque son muchos años con el tránsito rodado a las espaldas y la costumbre hasta se convierte en ley, e incluso en verdad bien asentada sin tener ni pizca de razón. Qué pronto se nos olvida que lo más normal no son los coches en los centros de población, que más que satisfacer necesidades crean superficialides y atamientos. En el silencio vespertino de Pozoblanco una servidora no ha visto tristeza alguna, más bien ha oído el arrullo de los pájaros y la claridad de la mañana sin obstáculo; y hasta un puntito de alegría y felicidad en esos transeúntes que andaban como perdidos (como niños con zapatos nuevos) en ese amplio espacio que acogía con sosiego envidiable de las calles laterales el aire a borbotones. Y cabía mucho. Aún se movía la gente con ese despiste como a quien le toca la lotería y no sabe por dónde le viene. A veces la suerte nos llega de forma inesperada..., y hasta nos preguntamos por los boletos. Qué desgraciados somos. Enhorabuena a los tarugos.

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva