Seguro que la Luna constituye uno de los temas de mayor inspiración en el mundo y en la historia. No es para menos, porque reina como nadie en el cielo de los sentimientos, de los augurios de los pueblos y de gemidos de los animales. A nadie deja indiferente. Hoy lucirá de nuevo en plenilunio con toda su fuerza: blanquísima, redonda y destellante, conmoviendo los sentidos y los espíritus de los pedrocheños; y de todo el mundo que se sume al espectáculo, pues les dejamos disfrutar ampliamente de lo nuestro (ja, ja, ja). Me encanta observar esta Diosa del firmamento desde la dehesa, cuando el silencio manda y solo se escucha el susurro de la noche; siempre disfruto contemplando su poder inmenso y ese lento caminar sintiéndose dueña del universo, habiéndole ganado la partida al coloso de la mañana y disfrutando a solas del botín lumínico esquilmado. Cuando la miro fijamente y pienso en ella, recuerdo –de toda la Literatura– ese romance gitano cargado de dramatismo, que a la vez me acuna a mí también (como al poeta) y entristece en lo más hondo; esa muerte de escarceo sigiloso que te encoraja las tripas no me gusta, pero si no fuera por ella quizás Federico no sería Federico ni la luna..., Luna. Cuando supero el primer impás de nostalgia, que a menudo me solivianta, pienso en esa otra Luna que me encanta como diamante del cielo, como florón de luz que da vida e ilusión constante. Tumbada en el pasto de la inmensa alfombra, de verdín reseco, contemplo al astro de la noche bailando en la negrura del horizonte, que me trasmite buenas vibraciones con su danza. Ella sola marca el ciclo de la vida..., y de la muerte; ella sola nos enseña los secretos de la noche; ella sola silencia en la mañana las verdades de los hombres y mujeres. Y dicen los viejos del lugar que hay que saber escucharla en sus llantos y sonrisas, porque guarda en sus adentros los pesares y alegrías de otros tiempos y otras gentes, que también la vieron y soñaron en silencio. Ayer escuché al viento rumores y pesadumbres, que no son cuitas de celosillo cuando la ve tan grande y bonita, señoreando en el cielo y enamorando a la tierra.