lunes, 20 de mayo de 2013
Mensajería corta
Dicen las estadísticas y todo el mundo que lo corto gana; en eso de la mensajería. Lo sé y lo entiendo, pero en lo más profundo (de la cuestión) no me gusta. Ya he reiterado por activa y pasiva (y lo saben mis amigas y amigos) que me disgustan las naderías de cada minuto (si pongo o me quito el rimé, o si fulanita dice...), aunque todo el mundo esté como loco, como niños con zapatos nuevos enfrascados con el Galaxi de última generación. Lo cierto es que nos prodigamos en bagatelas ridículas que hacen la vida poco consistente. Las frases que empleamos son cada vez más breves y peor escritas, el lenguaje se acorta y con ello va también nuestro pensamiento (creo); las relaciones humanas son fluidísimas y al minuto, pero se está empobreciendo también la vertiente más personal (hablando con el aparatito) y se banaliza la vida de verdad, aunque nos parezca que nos conocemos más y mejor; aunque tengamos las ventaja, eso sí, de conversar de lo lindo con la otra parte del Orinoco mientras trabajamos. De esto ya he hablado cantidad de veces, y no es preciso repetirlo, pero lo que más me hace reflexionar es la superficialidad de todo, del borreguismo que supone estar al día, al minuto y al segundo de todo mindundi..., de lo que acontece en todas las instituciones (aunque de lo importante..., nada), con las grandes ventajas e inconvenientes que lleva la cosa aparejada. Todo es ya un pañuelo (como decían antes) y no hay cosa que se nos escape, pero entre tal vorágine de tuits que nos llegan al segundo resulta muy difícil discernir lo importante y lo banal, lo realmente relevante..., porque ya no existen casi prioridades ni las concedemos a nadie. Todo pasa a ser efímero e insustancial al cabo del día. Por esa misma razón resulta muy difícil impactar con nada a nadie: tienen que ser cosas muy buenas para calar; sobre todo cuando debes comprimir en muy pocos caracteres tu pensamiento. A fin de cuentas eso ya queda para los especialistas del marketing (esos sí que salen ganando), que saben manipular con habilidad y destreza con la frase corta y el trasfondo largo. Por eso a mí no me sirven casi de nada. Prefiero las distancias cortas y los argumentos asentados. No jugar al toque frívolo, pues casi siempre queda todo en eso. Y no digo que haya que denostar nada, pero para eso están los medios en las cosas, y la mensajería corta deja mucho que desear. Bastaría con hacer un recopilatorio (y te mueres de risa..., o de pena) de todo lo que has recibido (o mandado) en un mes. Es para pensarlo dos veces (ja, ja, jaaaaaaaaaaaaaaaa).