jueves, 16 de mayo de 2013
El Santo Varón del Campo
Ayer vivimos la fiesta del patrón de los labradores en mi pueblo, y en otros se vienen realizando algunas actividades culturales desde hace días. Para nosotros (los que nos dedicamos a esto) es una festividad que nos llega a lo más hondo por lo que significa, por lo enraizada que ha estado la economía de esta tierra con la agricultura y la ganadería. Por eso tiene (bueno..., tenía) la celebración una personalidad bastante definida, acudiendo muchos de nuestros mayores que no van nunca a otras cosas. Sin embargo, en honor a la verdad, tengo que decir que cada vez veo más esta celebración como algo testimonial y sin chispa de verdad (en cuanto a grupo que celebra...), que no tiene nada de anormal, pues creo que simplemente proyecta la estela de lo que representa el campo y su gente. La abuela me contó hace años la fuerza de este día festivo, que para las familias que vivían del campo era muy grande y se celebraba con mucho sentimiento y orgullo; que se hablaba de las cosas cotidianas que preocupaban, del estado de la sementera, de las fanegas cultivadas, de los problemas sempiternos de los precios..., y acudía todo Dios porque la sentía la llama del oficio como algo muy suyo. Hoy, como dice padre, ya no acuden ni los viejos agricultores y ganaderos..., y no se habla más que naderías y nada de lo nuestro; lo que más suena en los medios de la comarca es alguna estampa folklórica de alguno de nuestros pueblos, o festejos hechos a la medida de las instituciones para dinamizar su agenda de actividades culturales (vaquillas...). Es ya una tradición más envuelta en papel de celofán. Los del sector ya dicen y pintan poco, y acudimos al Santo casi por inercia, pero sin convicción apenas del sentirnos un colectivo con espíritu reivindicativo. No me refiero a la cosa religiosa, sino que creo que es un poco el reflejo de lo que supone ya la vivencia del sector, que además está alicaído por las circunstancias que todos conocemos. Más que nada, porque de la esencia de lo rural va quedando poco (el sentimiento de pertenencia...), y hasta se pierden los vínculos al Santo que nos ha identificado siempre. Y no quiero decir que lo pasaramos mal, ni que no hubiera buen aperitivo...Es simplemente una impresión