Hace ya tiempo que apareció como de la nada este centro de artistas (residencia) ubicado en Belalcázar, que vive entre nosotros con el acomodo de quien está agusto como en su casa. Porque realmente lo está. Desde un principio me resulto curioso y suscitó bastante interés, pues no es precisamente la comarca acomodaticia con cosas nuevas, sobre todo cuando hablamos de vanguardia que tiene que desenvolverse entre nuestras tradiciones tan asentadas. Pero me satisfizo mucho la idea y los he seguido con cierto interés. Cuando he podido y las vacas me han dejado, he realizado algún escarceo para seguirles la pista, y me ha causado casi siempre buena impresión. Es una Casa bastante variopinta en la forma y en lo de dentro, y a pesar del abismo que me separa de ellos (aparente) creo que estamos bastante cerca en eso de los valores humanos, pues estas personas entienden bastante bien lo rural, lo ecológico..., y detestan lo que yo también detesto. Quizás lo que les hace diferentes (y de qué manera) es el lenguaje que emplean en sus diferentes formas y soportes..., pues son artistas (lo digo con cariño, para entendernos) y no es que vean el mundo de otra manera, es simplemente que se expresan con mucha libertad sin sujeción a los cánones tan manidos. La pluralidad, variedad y divergencia de formas caracteriza bastante bien la Residencia, así como su afán por el dinamismo artístico, la creatividad y la innovación, sus miradas poliédricas y la experimentación constante. La alargada lista de artistas y experiencias que transitan por sus espacios forjan, si cabe, el mejor cimiento de su atmósfera. La apertura constante que se respira enriquece mucho el ambiente, de fuera adentro y de dentro hacia fuera, sin ese ridículo limes que siempre empantana las artes y las ciencias. La edad es un punto (y son de espíritu joven), porque su mirada es limpia y transparente, y sin mucha cautela se dejan arrastrar por la innovación, la provocación y la trasgresión sin mucho recato. Ahí está la baza más grande. Casi todo lo que les he visto está sembrado de sabor positivo (aunque a veces, muchas, te lleven a rastras a la reflexión), y a Belalcázar le ha tocado la Lotería, aunque no se hayan dado cuenta (así son las cosas, a veces). Bastaría con recordar el montón de artistazos que han dejado su granito de arena, que creo que no son minucia (según dice Vero). Yo no entiendo mucho del asunto, pero cuando se remueven los sentidos (y a mí me pasa) con lo que ves es que la cosa tiene miga (eso dice el abuelo..., y ahí le doy la razón). No obstante, un centro experimental como este tiene también el gran problema del Arte en general..., pues la tradición (en aparente contradición, sin serlo) es una carga abrumadora, y hay que saber vender el producto. Tal vez ellos no estén precisamente a rastras de la estela de vender ni de comprar, sino de crear y servir de vehículo, pero acercar lo nuevo tiene siempre sus problemillas..., hasta para la gente joven como yo. Puedes traer el cielo hasta casa, y como no lo vendas bien algunos no se enteran de lo que va, porque es transparente, gaseoso y muy fino el aire, inconsistente y etéreo. No dudo del magisterio de muchos de los artistas que he visto a veces..., ni de su capacidad técnica o artística, pero se necesita mucha didáctica y buen tiento. Hasta las cosas más bonitas te las tienen que enseñar con cuidado y ternura, porque si no eres capaz ni de entenderlas, apreciarlas ni valorarlas. Los de la Fragua son gente de buen talante, creo, mucho espíritu y buena mano, que entienden bien el medio rural en el que se desenvuelven, en el que quieren integrarse con un arte que, aunque novedoso en sus formas, no sea discrepante en el fondo de lo nuestro. Pueden ir perfectamente de la mano. Creo que tienen que ser constantes (que lo son) y diligentes con la comarca, estimulando más a todos los pueblos y creando vínculos de relación con sus creaciones. A veces los veo y oigo un tanto en la distancia, y están muy cerca con cosas muy bonitas; pero pueden hacerlo aún mejor, porque en el contacto está la llama del corazón. Y eso lo sabemos bien la gente de pueblo. El tiempo que todo lo sabe y arregla pondrá las cosas en su sitio, y elevará a quien deba a los pedestales del triunfo, y arrojará lo denostado a los infiernos..., y a veces es muy caprichoso, pues no basta con hacer las cosas bien en el tiempo y forma: hace falta acompañamiento y buen paso. En nuestra comarca tenemos (creo, que atrevida..., perdón) una carencia grande de experiencia artísticas novedosas de altura, y la Fragua pone un punto de este caldo espumoso y reventón, pero hay que saberlo beber con mucho tino y paciencia para que no se odie desde el principio; para que no se coja una borrachera de cuidado, o para que se denosté el sabor sin haberlo apenas probado. En varias ocasiones que he visitado exposiciones y actos con mis amiguetes, y he observado en otros visitantes (de los míos no hablo, buenas y buenos son) que salían con caras contrariadas y risitas contenidas. No hacen falta las palabras, porque son elocuentes las risas y sus motivaciones..., o los silencios. El Arte contemporáneo y las experiencias artísticas tan plurales como las de la Fragua precisan para el gran público de un aprendizaje (sobre todo para las personas mayores) y un visionado que lleva años, y en eso no veo ningún problema, pues tiempo es lo que nos sobra. Sabiendo que lo bueno acaba calando. Peor veo a esos que van de entendidos y hasta en lo burdo (que también lo hay) y poco artístico encuentran prurito de estrellatos por doquier. Prefiero ver las verdades en la sencillez de la gente y en ese arte sin pretensiones, que si es bueno nos acabará gustando. ¡Cómo me gustaría poder compartir con ellos el quehacer diario!