Se oyen retumbar por ahí, de nuevo, voces perdidas sobre lo del tren. Hablar de esto ya es tema manido sin interés alguno, pues hace tiempo que perdimos la dignidad y la fuerza. Oigo a veces esa canción antigua que pone padre sobre el cha, cha, cha del tren (del año la tarara) y me resulta graciosa y sugerente, porque como dice la letra parece que el amor..., con su dulzor vaivén..., produce más calor que el chacacha del tren. Pues eso. A estas alturas no es acertado ni chillar ni extenuarse con improperios superfluos (banales), que únicamente sirven para el ahogo en el charco de las lamentaciones. La cosa tuvo su momento, y estuvo a punto de alcanzarse, por el ímpetu reivindicativo, y hasta parecía que la comarca estaba bien situada en la órbita acertada; pero era simplemente una alucinación. Los mandamases jugaron muy bien la partida y la ganaron con muy pocas cartas, casi sin ases en la mano y sin triunfos, pero son jugadores profesionales. La Comarca, por su parte, únicamente jugaba a una partida novedosa para ella con la suerte del principiante, y hasta cantaba las cuarenta en algunos momentos (me parece que se dice así..., porque no he jugado nunca, pero oigo al abuelo). El jugador profesional sabe bien por dónde va la cosa y hasta donde llega un novato que se contenta con dos arrestos. Teníamos todas las de perder. No sé siquiera si había un interés de verdad en que parara el tren o era simplemente un despertar esporádico, y evanescente como una pavesa, de una tierra asentada en el silencio y el aguante; con la humillación a cuestas de los siglos y la mirada humillada hacia abajo, y llegó un momento en que saltó la chispa para crear una ilusión ficticia. Y ahí quedó todo. Si de verdad se quisiera el AVE, y no fuera otra cosa transitoria y sin con interés, no pasaría ni un día sin tenerlo. Porque cuando quieres una cosa de verdad no basta con hablar con la boca chica teniendo el cuerpo apocado, amedrentados como lagartijas bajo las piedras esperando a que el sol llegue. Si de verdad se quiere y se ansía algo se mueve una (o unos) hacia delante con toda su fuerza y arrastra los obstáculos hasta retirarlos por completo. Ni un Pueblo ni una comarca se pueden amilanar ante las mentiras y necedades de unos pocos. Si de verdad se quiere (que no lo creo, ni lo veo claro) bastaría con un acto contundente y de repercusión nacional, y eso no cuesta nada. Párese una sola vez el AVE..., y estás en todos los telediarios del día. Lo demás es politiquear y jugar con los que saben..., y a esos no les ganamos ni en cien años. Son profesionales. Lo contrario es asumir, desgraciadamente, la verdad (esa que nos cuesta tanto comprender).