No es una falacia, aunque lo parezca. Puede que sea una grosería (que me perdonen los miles...), pero lo no es en absoluto en mi intención, si se entiende desde la buena fe con que lo digo, y desde perspectiva de mi trabajo en el campo. Desgraciadamente hay muchos miles de personas que no pueden trabajar aunque quieran, y lo siento de verdad, pero en el oficio que tengo y a estas alturas estamos que nos salimos de trabajo. Bien es verdad que la ganancia no compensa el esfuerzo que realizamos, pero aquí no se pueden dejar las cosas a medio hacer o sin hacer. La vaqueriza tiene sus horarios y no perdona ni días de diario, sábados ni domingos, ni fiestas de guardar (que decían antes); la corta del heno y la hierba también te reclaman como agua de mayo, y lo poco que tienes lo realizas con la mejor voluntad...; y si no lo haces tú, pues ahí se te va toda la grasa en pagarle al que lo haga. Y ahora ya no se pueden pagar esos jornales de máquinas trabajando diez horas seguidas. En invierno está el tiempo más tasado y la luz pone límite al trabajo, pero ahora dice padre (y es verdad) que en cada día se sacan tres jornadas (y es verdad), porque desde que amanece hasta el atardecer quedas completamente derrumbada, pues el día no tiene fin; y el trabajo tampoco. Por lo menos yo y mi hermana. Padre hace de tripas corazón, y madre nos sonríe con complacencia para que no perdamos la esperanza. Eso sí, cuando te levantas tan temprano para aprovechar más el día (que desgraciadamente hay que hacerlo, porque se puede y tienes mucho que hacer), la naturaleza te gratifica a lo grande: porque hay que ver que cielo más azul y abierto había hoy, que puedes mirar al infinito y nunca llegas a aprenderlo; el sol aún no calienta y andas a tu aire a pierna suelta, respirando puro y mirando muy claro a tu ganado. A estas horas la vida del pueblo está calma y somos cuatro los que andamos como dueños del palacio, y hasta los saludos entre nosotros parecen más cumplidos y verdaderos. A medida que viene el día y se despereza el gentío se va sembrando la mañana del monótono espectáculo de la vida de un pueblo que, día a día, cumple (como lo hacemos todos) con las mismas actividades y la imposición de horarios que te exigen unos y otros. Lo dicho, trabajo hay mucho, y a veces me parece una eternidad cuando me voy a la cama. Desgraciadamente no ganamos ni para nosotros..., pero trabajo no falta.