Dice el refrán que al perro flaco todo se le vuelven pulgas, y desgraciadamente así debe ser. Por si teníamos poco con la nefasta situación de la leche, ahora se han detectado en algunas explotaciones convecinas ciertas micotoxinas producidas por mohos. Con lo que se han inmovilizado toneladas de maíz y paralizado producciones ingentes de leche. Era lo que nos faltaba. Ayer me decía una amiga afectada del pueblo de al lado que es para ponerse a llorar, porque cuando la cosa aprieta de esta manera sientes la frustración más grande del mundo y te encuentras impotente. En esta ocasión la Junta ha detectado con sus controles la contaminación de los alimentos del vacuno, y no niego que sea satisfactorio para que no se trasmita ningún tipo de enfermedad a la cadena alimentaria, pero resulta frustrante esta desgracia para quienes nos dedicamos a esto, pues te inmovilizan el monto de alimentación que tienes preparado (y gastado tu dinero) y se paraliza completamente la explotación de la vaqueriza. De nuevo nos toca a nosotros, y esta vez será por las dichosas variaciones meteorológicas o lo que sea, pero parece (es broma...) que todo está confabulado para que andemos siempre dando tropezones por la vida. Precisamente este año, que ha llovido como nunca y teníamos una primavera singular, con agua a rabiar y hasta contento el personal a pesar de los pesares...; pues nada, aquí está servida la desgracia del maíz para terminar de completar el desastre. Lo dicho, hay veces que piensas que vienen a por ti y no paran (las circunstancias). No queda otra que seguir trabajando, como siempre, con el sufrimiento a las costillas e intentando superar este nuevo desaliño. No quiero disgustarme más de lo que estoy, pero me fastidia que nos pasen estas cosas cuando tenemos todos los preparativos del mundo: las maquinitas más avanzadas del mercado y los controles de leche, los análisis más exhaustivos, los cuidados más rigurosos..., ese sin vivir de exigencias actuales (papeles y más papeles) que pareces una máquina mirando mandos y estadísticas. Y luego..., ¡Zas...!, te viene una detestable infección por la vía del tiempo y del ambiente. Diremos..., como decía mi antiguo profe de historia que decía Felipe II: “yo envié mis naves a pelear contra los hombres, no contra los elementos”. Pues eso digo yo ahora (ja, ja, ja). Me río por no llorar, de verdad.