El agradecimiento siempre me ha parecido un gesto bueno de Educación. Una cortesía de quienes consideran que es necesario corresponder a otros que te han ayudado o merecen por sus actos positivos tu cumplimiento. Hoy día casi no se estila en la mayor parte de la gente, aunque a mí siempre me ha parecido conveniente: de tí para los demás y de los otros para tí cuando tenemos cierta satisfacción por algo. Creo que dice bastante de las personas, y aunque resulte un tanto arcaico y desfasado para muchos debiéramos ser condescendientes casi siempre, porque no es generosidad, sino simplemente la contrapartida a una deferencia o gesto de los otros. Consigues que los demás estén satisfechos con sus actitudes y tú te sientes igualmente contento por el hecho simple de corresponder siguiera con esa pequeñez. Dicho esto, quiero hacer una pequeña consideración sobre un particular, que en cierta manera matiza lo anterior en algunos extremos. Esta tarde he estado en la capitalita de al lado (sin rintintín, eh?), donde los vecinos de los pueblos tenemos que acudir en demasía para adquirir ciertos productos, y lo hacemos con gusto. Pues bien, me resulta curioso y un tanto llamativo el agradecimiento que dan algunas cajeras en las grandes cadenas comerciales (y cajeros), atendiendo a la política de Marketing de empresa de dar siempre las gracias. Eso es así y lo hacen con diligencia (como les han dicho), pero tal vez no hayan comprendido bien el mensaje completo de los jefes: que hay que saludar al cliente (consumidor, que les deja el dinero), con afectación positiva y sonrisa. Parece que algunos y algunas han entendido solamente la primera parte, pues su saludo es cínico (y visible) en su sentir más teñido de trasparencia; te lo dicen mirando al infinito o hablando con la de al lado, como si fuéramos imbéciles, actuando como máquinas hablantes de la gasolinera. Con un rintintín..., que da grima. Esta conducta poco adecuada y nada inteligente creo que a veces revierte en lo contrario de lo que desea la empresa, pues te dan ganas de no volver. No te tratan como se debe (creo, en mi modesta opinión, que no vale nada). Comprendo que las chicas y chicos estén cansados y les resulte monótono, insustancial y mecánico, pero es que el consumidor (cada uno de nosotros, cada uno) paga por su consumición (también está cansado de trabajar) y quiere ese trato afable que acaba siendo bastante despreciable. Seguro que no lo hacen adrede (claro que no), pero deterioran en parte la política de empresa y el beneficio que se podría obtener con el buen hacer. De lo contrario, es mejor no saludar y simplemente pasar los productos por la maquinita (lectores de códigos), que seguro que eso tiene mucha enjundia y no se puede desatender a favor de humanizar el negocio (ja, ja, ja...); pues eso debe requerir grandes capacidades. La desafección de los empleados me resulta con bastante frecuencia un recochineo y una falta de atención al cliente, y aunque desgraciadamente la vida con sus ritmos nos implica en el consumo de ciertos productos en las grandes cadenas, cada vez hay que pensarse más acudir a las pequeñas tiendas, donde sigues siendo un ser humano: te hablan y te conocen; te preguntan por tu abuelo y por tu hermana. Yo al menos no quiero un Graaaaaaaaaaaaaaacias cargado de cinismo. La sonrisa es bonita en nuestras caras, pero solamente cuando está tildada de sinceridad.