lunes, 28 de mayo de 2012

Villaduquear


A esto nos invitan los amables villaduqueños, que esta semana celebran por todo lo alto una nueva edición del turismo rural. Gracias. A estas alturas, la verdad, estamos ya bien colmados de romerías, tradiciones y fiestas de carácter local. Que hay que tener cuerpo para aguantar tanto y trabajar a diario (lo digo por mí). Bien es verdad que los del Duque ponen todo su esmero y han conseguido, a mi parecer, una festolina con tintes muy singulares y un planteamiento bastante diferente al de otros pueblos. En varias ediciones he visitado con algunas amigas la Semana Cultural de Turismo Rural, y me ha dejado buen sabor de boca: no por la sempiterna y atragantada vorágine de las cuitas tradicionales, que me las conozco al dedillo porque yo aún vivo de eso (y con esos recursos agrarios), sino por la manera de vivir el evento con muchísima fraternidad y alegría; disfrute del pueblo por calles y barrios; implicación amplia en una preparación que, dicho sea de paso, excede con mucho el simple carácter expositorio (si se puede decir). Villanueva, la chica, es muy grande en humildad y sobrelleva bien sus limitaciones, pero explota de forma extraordinaria las posibilidades que tiene, que no son pocas. La Virgen de Guía y su ermita, como su nombre indica, es según dice mi hermana Vero un puntazo de mucho calado que ya miraba la comarca con altivez cuando aún estaban los alrededores vacíos. Y eso se nota. Tengo tres amigas que llevan en su onomástica la devoción centenaria de este pueblo. Hace muy poco visité con mi amigo P. Notario el Cerco del Soldado y las minas de las Morras y alrededores, disfrutando como una enana de campo y de conocimiento del pasado, porque hay que ver como tienen impregnada hasta la médula los villaduqueños la experiencia vital de las minas de principios del s. XX. Recorrerlas con ellos te deja un sabor agridulce, pues te hablan de experiencias vitales muy reales sobre un mundo desaparecido, fantasmal, que te pone los pelos de punta. Aunque para ellos es parte de su vida. Aún resuenan los ecos callados del viejo cuartel, los cuartelillos, la tienda de ultramarinos de Antonio Fernández, y las voces ebrias de los mineros en los ventorros en el camino de Las Morras; la excitación incontenida y peleona de los mineros reivindicando sus derechos, y los chalets de los ingenieros arriba en lo alto marchando su estatus postinero en las terrazas, troneando el horizonte inmenso. En el pueblo, Villanueva tiene muchos rincones y calles con sabor y dolor (de lo bueno y de lo malo, que también lo hubo, dicen), pero solo los viejos te lo cuentan en el susurro de su compañía a corazón abierto y en confianza. Esa solamente la pude ganar con la ayuda de mi Verónica del Alma y María de Guía, que les debo un mundo. Parece mentira cuánto desconocemos de esta vecindad que derrocha ánimo y fuerza con muchísima intensid. Le gusta la fiesta y no hay quien les gane en levantar un escaparate de postín. A su manera, que es muy buena. Villanueva del Duque no necesita estrellas blancas de apariencia ilusoria (enanas blancas), porque brilla con luz propia. Y Con mucha fuer

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva