lunes, 14 de mayo de 2012
Amigos fieles
La mayor parte de los ganaderos que se precien hablarán bien de los perros. Aparte de su buen oficio, son animales fieles y muy discretos, acomodaticios y de buena presencia en general. En casa tenemos dos ejemplares de talante y porte bien distinto, y cada cual tiene un lugar y un territorio de dominio, como debe de ser. Zarandal es un pastor alemán de buena corpulencia y cabeza altiva desafiante; con mucha autoridad entre las vacas, y que nadie desdiga sus movimientos. Es inteligente y servicial, recto y taxativo en lo que se le manda. Cuando en la dehesa le conmino a poner en orden la vacada de campo lo hace con celeridad y es un primor. Las cosas como son. Cuando descansa recostado a mi lado me mira con impaciencia, ojo avizor y orejas tiesas que escrutan cualquier ruido a dos kilómetros a la redonda. Le caricias y refunfuña como un niño malo, y no se deja aunque le gusta; cabecea y hasta se enfada de forma cariñosa hasta que abandonas el intento. Es una pizca tozudo y tiene genio. La Morita es otra cosa. Pasea por sus fueros de la vivienda como un ama de casa amable que sabe y conoce bien su terreno. No tiene el carácter fuerte de Zarandal ni su autoridad en el campo, pero en lo doméstico es mandona en sus adentros. Con su abultada corpulencia no se puede amedrentar y tiene mucha presencia, pero es mansita y diligente como una cordera. Anda y vaga por la casa y el corralón con la parsimonia de un paquidermo, sin prisa y midiendo bien sus pasos. Siempre con ojos dormilones propinándote unos lametones zalameros que convencen a cualquiera. Servicial y compañera de tareas domésticas, quieta y conforme siempre a tu lado sin engañifas ni disimulo. Te escucha y remira sin gesto avieso, acaso un tanto retozona en sus inquietudes internas, pero atenta a todo cuanto le dices. Cuando la miro de frente, parece un filósofo redomón que está meditando tus parlamentas, masticando en lo más sesudo, y finalmente tuerce la cabeza y te desatiende en disconformidad. Casi siempre tiene razón en lo que piensa y no dice. Y muy pocas veces se equivoca. Sin estos amigos no andaría igual ni la casa, ni la vaqueriza, ni las otras vacas inquietas de la Dehesa.