sábado, 5 de mayo de 2012
Sueños de tul
Hoy no duerme tampoco la veinteañera de ojos celestes. Enredada en la inquietud vibrante, sin el mínimo ápice de encontrar a Morfeo, gira como un torbellino la melena pelirroja sobre la almohada, cual rodillo de panadero en ciernes. Hace ya varias semanas, e incluso meses, que la madrugada ha sido aliño de ensueño para el prodigioso engendro. Porque el silencio de la noche acuna, siempre, las mejores ideas y los grandes proyectos; porque se afina el intelecto y se conciben formas increíbles, ajenas ya al burdo trajín manido de otros años; se atan cabos sueltos y hasta las cosas más oscuras se ven con claridad. Micaela maquina en duermevela disponiendo los tules y rasos con cuidado, señalando alturas y cosiendo atados; ¡Qué allí le faltan alfileres y aquí le sobran florecillas! ¡Qué hay que hacer más cintas de menudo y sobran tramos de pared! ¡Qué dolor..., que hacen falta más tiras, sedas y piqués! Ya es esfuerzo y desazón que en veinte días no damos acabado. La trajinera inmensa de la noche, en devaneo constante, sumerge a la chiquilla en complacida elevación a lomos de angelotes, mirando y remirando la proeza, desde dentro y hacia afuera del telamen; desde lo alto a lo bajo del velón. Entre ese universo de textiles de grata galanura le brillan los ojos como estrellas..., y muestra una sonrisa picarona de cuidado. Ya está al fin la armadura conseguida, como dosel de emperadores. Repleto de colgaduras y finos velos, cortinajes y trasparencias que solo saben hacer las abuelas con el sabor de antaño –piensa Miki atribulada–, mostrando el alegre jugueteo de repliegues armónicamente orquestados. Qué blancor y qué irradiante belleza sostenida en un instante. Despuntando ya la aurora, solazada con tímida compaña de un hostil Apolo ensombrecido, Miky observa anonadada ese remate magistral de aquel evento, admirando esa hermosa cruz del centro con los abolorios más ricos y la tradición más fuerte de la tierra; y con la velocidad de un rayo pasan por su mente las manos de la Tía Catalina y la Severiana, las hermanas Claudias y la Antonia del Reventón, que hace más de medio siglo que están presentes en esta trajinera. A los últimos resquicios de su ensoñación llegan los olores ensalmados de cariño de las hojuelas, los borrachuelos y la tarta de fideos puestos en la camilla; que tanto gustan a los forasteros. Entre aquella perfecta arquitectura de belleza incomparable, y originalidad al trote, resuenan entre la organza y el piqué almidonado los primeros sones de los mayos y sus jotas, el ajetreo convulso de las alegrías de los corros y las miradas satisfechas de las abuelas. ¡Cuanta sabiduría en sus manos y qué complacencia en la mirada!. La tradición se ha cumplido. Mañana mostrarán al universo la cruz más bonita de Añora. La pequeña crucera ha cuidado este año de que se confirme la tradición.