jueves, 12 de abril de 2012
Un cadáver en la maleta
He aquí un libro sin trampa ni cartón. Su validez (que dice la estadística) es de cien por cien, pues es lo que dice ser. El lector se encuentra de lleno en estricto sensu con un género policiaco en toda regla. Aquí se puede ver con toda claridad eso que tantas veces no vemos en otros autores, teniéndonos que fiar de las plumas de los amiguetes, de los premios abultados de currículos o cartas de presentación de vientres agradecidos de la política y el periodismo. Aquí no. Al pan, pan, y al vino, vino. Perfectamente se aprecia lo que es saber escribir (oficio), técnica literaria y arte; y dónde se encuentran los límites de cada cosa. Porque es bueno dejar de lado las subjetividades que malean tanto las bondades o maldades de los escritores. Un cadáver en la maleta sigue a pies juntillas el género policiaco con sus planteamientos, intrigas, tempos, final sorprendente, etc., y a mi corto entender se hace con magisterio punto por punto. Es evidente que el autor no es un profano de la Literatura, más bien un avezado discípulo (o maestro) que comprende bien los códigos literarios y no se anda por las ramas de las mezcolanzas ni mixturas; ni fabulaciones al uso de creaciones (o creatividades) personales para obnubilar a nadie. La comprensión evidente del género se engrandece aún más cuando le vemos con buen oficio y dominando el discurso narrativo, que es suelto y bien calibrado con enriquecido lenguaje; y de nuevo se confirma bien el calibre de un hombre leído y versado en la escritura, con sus limitaciones aún, pero con vetas claras de Cultura que trascienden un simple perfil postinero o arrogante. Que no lo es en absoluto; más bien deja entrever que puede mucho más de donde llega, pues el género le sujeta y disciplina. El tiempo nos dejará verle volar hacia otros cielos con mayores vientos de libertad, cuando pierda ese miedo que tanto le constriñe a las letras de la cartilla (los cánones del género). El argumento responde perfectamente a lo se espera, y no defrauda en absoluto, llevándonos con mucha soltura donde él quiere y donde tiene que llegar, con los obstáculos correspondientes y ese final sorprendente. Eso hace que los amantes de la novela policiaca disfruten en sus justos términos. Ni más ni menos. Que es lo que se pretende. Creo además que ha sabido compaginar muy bien esos dos planos y protagonistas con los correspondientes ingredientes cronológicos y argumentales (en Córdoba y Madrid). El espacio escénico se proyecta con solvencia en esa Córdoba plagada de miserias, a través de una mirada muy certera que conoce la ciudad y tiene la suficiente soltura en presentarla sin abusar. También es cierto que toda esa panorámica geográfica, bañada de Literatura envolvente, tiene sus débitos bastante palpables en esa Feria los Discretos de Baroja (y rincones literarios de Córdoba), así como esas resonancias homonímicas de los protagonistas, que entiendo que son más que un juego de superficie; pues la recurrencia a genial Agatha Cristhie es abultada, tanto en el guiño de Hércules Poirot como en otras de sus protagonistas. La admiración y el aprendizaje de la escritora inglesa rezuma por todas las partes, y las concesiones que se le hacen son abultadas. No son muchas las cosas que he leído de este autor Pozoalbense, que en decir de su reseña es joven (vio la luz el año del asesinato de Sharon Tate, por lo tanto...), pero le veo muy sólido con la pluma y con ideas muy claras de Literatura. Supongo que se estará iniciando como esos niños que precisan un andador para mantener el equilibrio –que aquí ya es además completa la estabilidad–, pero a lo que se ve creo que aquí tenemos un gran escritor. Con mucho futuro y afinada calidad literaria.