miércoles, 25 de abril de 2012

Los ojos de Natalie Wood


A decir verdad, me cuesta un montón escribir de los autores que salen tanto en prensa y cuentan con pedestales por doquier; con micrófonos a espuertas y voceros de onda larga y múltiples frecuencias. Leí el libro en los requiebros del tiempo que me dejaba la Feria ganadera, pero lo hice con buen tiento y reflexión. De este autor siempre salgo desilusionada, pero esta vez esperaba (una vez más) un cambio de timón y cosa nueva al brillo de las loas y la farándula editorial. La verdad (la mía) corre por derroteros bien distintos, y es ya infortunio de sazón en mi insistencia. Tengo que reconocer que el título de la Nikolayevna siembra un punto fuerte de atractivo (eso dice Juani), que es simple fuego de artificio que se despeja sin mayor aprovechamiento que una simple curiosidad. El libro es todo él Andrada y completamente Andrada, sin pizca alguna de novedad. Un argumento insulso que redunda como siempre en monólogos narrativos interminables de un hombre cansino, débil y enfermizo, abúlico y solitario, que solamente sabe retraer su mirada hacia la nostalgia del pasado. Es santo y seña de la casa. Brotan de nuevo cansinas las manidas escenografías de Veredas Blancas (ermita de Guia y Cementerio, en esta ocasión), sin ápice alguno de bosquejar nuevos horizontes; la Mina Diógenes y las pequeñas incursiones manchegas (de Puertollano) a penas si son melifluas transposiciones de un mismo tema, bien manido por el autor. Realmente no hay argumento y parece que estás leyendo el libro de siempre (lo lamento). La incursión en el mundo de lo sobrenatural es poco creíble, ingenua y nada literario cogido como lo hace, pues la película de Los Otros (de Amenábar) se queda aquí bien disminuida y en poca cosa. Igualmente me resulta reiterativo el perfil paterno argumental sometido a principios de amor-odio, completamente infantil, que me recuerdan tanto el pincel de D. Antonio Vallejo Nájera: de ese cuadro clínico de un Edipo mal resuelto. Que al ser reiterativo en el autor...hace pensar. Sobre el figurismo narrativo hay poco que decir. Habrá gente, y no lo dudo, que encuentra en la prosa del maestro encomiables tintes de ornamento literario, aunque para mí no pasa de ser una indecente borrachera de un lirismo pesado e imposible de digerir (y mira que pongo ganas). ¿Cómo se puede abusar de un modo tan inmisericorde en cada párrafo de metáforas (si es que lo fueran)? A mí ni me resulta grato ni literario, pero claro que una no entiende ni mijita. En resumen, me ha parecido una vez más Andrada. No sé cómo dicen algunos (y él mismo) que es una obra muy masticada en el silencio de cinco años. Vamos, vamos. Andrada en estado puro, y no digo que eso sea bueno o malo. Desgraciadamente me gusta decir la verdad de mis lecturas, aunque no coincido con otros (gracias a Dios para la comarca), pero tengo mis pobres y humildes criterios. Para verdades..., ya hablan los galardones que le llegarán. Léanlo y disfruten.

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva