jueves, 5 de abril de 2012
Con Pasión..., y mucha
Vero me dice que soy injusta, y me habla muy seria y decidida, y posiblemente tenga razón. No me importa entonar el mea culpa. Soy muy visceral, y tal vez haya elevado (en el anterior post) una pequeña percepción mía –muy particular– a la categoría de la generalidad. Las calles de nuestros pueblos están plagadas de gentes para disfrutar de manera muy diferente con los eventos de nuestros días. Horas y horas de espera no pueden ser algo fatuo ni fácil de interpretar a vuela pluma. La tradición milenaria, cargada de matices, está enraizada con mucha garra con una serie de rituales que llegan hasta lo más hondo de miles de personas. Con mayor o menor religiosidad, con convencimientos o idealismos personales distintos y distantes. El esforzado sacrificio de costaleros durante muchas jornadas, a costa de su descanso y trabajo, está teñido indudablemente de creencias firmes proyectadas con formas diferentes, y de ninguna manera está justificada la crítica o la valoración sobre criterios dispares. Tampoco pueden someterse a juicio ese ingente séquito de nazarenos y postulantes que arropan con fruición las hermosas imágenes de nuestros mayores; ni a esas caritas infantiles sembradas de ilusión, con esos trajecillos que les engalanan para la celebración de algo grande y esperado. Y qué decir de esa admirable disciplina de chiquillos ensayando en miles de bandas de cornetas y tambores, que con tanto cariño y solvencia interpretan los sones más populares de estas fechas. Es admirable ese espíritu de convivencia y confraternización durante tantos días, que dejan bien asentados los lazos de amistad, hermandad y camaradería; fijan señas de identidad y hasta impulsan multitud de relaciones personales, culturales y de otra naturaleza. Nada sorprende esa escenografía grandiosa si percibe con cierta aquiescencia, pues ¿a quién no le conmueve todo un pueblo en la calle revestido con unas mismas formas y uniformes? ¿acaso no resulta espectacular, y digno de reflexión, un instrumental efectista arropado por la tradición secular? Es cierto. La robusta permanencia de esta festividad y la fortísima dedicación de tantos hombres y mujeres de nuestros pueblos verifica unas raíces insoslayables. En nuestro calendario de fiestas son muchas las decenas de estaciones de penitencia y cofradías que se ejercitan en un ritual anual de mucha pasión. Nuestra gente se viste de fiesta con las mejores galas, convive mayoritariamente en un clima de afección y apego, y hasta dulcificamos el estómago con exquisiteces culinarias, sobre todo caseras, y una repostería de lujo que dicta que esta Semana Santa es fiesta grande.