viernes, 30 de marzo de 2012
La Bazán. Mujer de rompe y rasga
Siempre me encantaron las mujeres de mucha fuerza y carácter, como Dª. Emilia. A esas les tengo nostalgia cuando veo que ahora (en nuestros días) no hay féminas con impronta, con voz erguida a lo alto que hagan temblar las cúspides del poder y la gloria. Nuestro mundo se pierde en recua de sumisas que hablan muy bajo (a pesar de las apariencias), y sin fuerza, acomodaticias y serviles a los sillones colaterales. Con esporádicos gritos silenciados por la monotonía que deja indemnes las verdades de la realidad machista. Para muy poco valen las pataletas ordenadas con la comparsa de los auténticos defenestradores de nuestros valores. Cuanto me acuerdo de esta coruñesa que habló alto y claro en su tiempo, y cuanto le debemos las mujeres y la Literatura. Sus voces eran palabras mayores, altisontantes y desafiantes a un tiempo, embates de mucho fuste a esos gerifaltes de altos vuelos y mucha pluma. La dama tenía carácter; y buenos avales a su espalda (también). No eran sin embargo sus posibles (economía, estatus...) los que la alzaron contra todo y contra el mundo, sino su hondo pensamiento y su afilada escritura. Con mucha fuerza e inteligencia, amor propio y desazón; pues ella vivió en sus carnes, bien a en su contra, los agravios de su era frente a una mujer pacata, alicorta y victimista, que había de prevalecer inmutable (el ideal casposo). Esa moral estrecha decimonónica que –como ella decía– ahoga, presa en las estrechas mallas de una red moral menuda. La Pardo tenía sus cosas (carlista), pero muy clara la mente en la defensa de la mujer, en su Literatura y comportamiento personal (más si cabe que en su obra). Su libertad fue grande, en intensa la actividad en la defensa la dignidad e independencia de la mujer. Sola contra ese mundo que las quería teñidas del barniz decorativo de salón como cascarones ornamentales. Bien entendió Dª. Emilia esa necesidad de Cultura y educación para salvar los duros rencollos de la tradición, desigualdad y discriminación de entonces (y de ahora). Pero era luchar contra un muro, aunque ella lo intentó con fuerza. Sana envidia me da su ofensiva constante forrada de valentía y capacidad a espuertas. Claro que no es moco de pavo contar con el arrimo de Zorrilla, Pereda, Clarín o D. Faustino, con quien compartió más que palabras. Pero seamos francos, de nada hubieran servido el Parlamento (que escuchaba a menudo) ni las afables tertulias sociales si no estuviera detrás una eminencia de mucho porte y contundencia. Capacidad y valentía a un tiempo tuvo la gallega, y eso nadie puede negarlo. Sin embargo, la barrera del machismo cavernario era muy alta. ¿Cómo podían aquellos trogloditas (que eran los más liberales de entonces) admitir a Dª. Emilia en la Academia? Dios de Dios. Si la Bazán hubiera tumbado la cutrería moral (si la dejan) hubiéramos avanzado cien leguas en el siglo; y no le faltó tiento y derechura, porque siempre fue polemista y rompedora, entrometida y constante; escandalosa a ultranza, si se quiere. Bastantes de sus personajes hablan con mucha claridad y escarceos constantes de renovada moral, como Amparo (esa humilde cigarregra de Tribuna) o ese desenfado arriesgado de Asis de Taboada (en Insolación)...Aunque no le falte tampoco ese guiño de romanticismo que a veces le seduce (El árbol rosa), arrastrada un tanto por esa veta literaria que le precedió, con la secuela de su amigable Zorrilla. Dª. Emilia abrió una brecha importante en ese mundo de masculinidad imperante, de intelectualidad monocorde a la que ella puso cortapisas sin reparo alzando su voz entre una casta de vanidosos sembrados de una ética torticera y preñada de doblez ante su cara: que grosero el comentario de Valera chismorreando aquello de que la circunferencia de Dª. Emilia no cabía en los sillones de la Academia. Vergonzoso comentario machista que ha quedado en los anales de la Historia para calificar a esos mequetrefes empolvados entre los armarios de la tradición más rancia. Por encima de todos ellos estaba esta mujer bravucona y con arrestos, sembrada con una inteligencia prodigiosa (y ahí está para verlo sus “Amistades Peligrosas”), escritora profesional, y posiblemente una de las más grandes literatas de toda Europa. Dª. Emilia fue un ariete que causa envidia, adelantada a su tiempo (véase si no la Cuestión Palpitante), pero ante todo una mujer de rompe y rasga.