martes, 23 de octubre de 2012
Pedroche oculto
Una de las cosas más curiosonas que tiene Pedroche son sus rincones pintorescos, en los que a veces los turistas se detienen, aunque a los mejores casi nunca llegan (ja, ja, ja). En todo caso son muchos, apreciables y fáciles de localizar. Existe sin embargo una pléyade de cosas interesantes que ni se conocen ni nos preocupamos por conocer ni los de casa: algunas de ellas están en las leyendas que todos hemos escuchado y que tienen algo de verdad (cuevas, pozos y subterráneos); en las intuiciones de los historiadores que han estudiado nuestro pasado y que no estarán muy lejos de la verdad; y otras en certezas que no queremos tocar o no se nos ha ocurrido (más bien lo primero). A mí me gusta indagar sobre estos vericuetos escondidos, y pregunto a menudo a los mayores sobre ello (a Pepe, Rafael, el tío Manuel...), aunque se pierden casi siempre en las vaguedades que les han contado e ignoran lo que hay de certeza o mentira en todo ello. Lo que más me molesta es que en algunos casos no conozcamos (al menos los más jóvenes) algunas cosas por desidia de otros o desinterés. Entre ellas están algunos espacios de la iglesia del Salvador. En repetidas ocasiones subo a lo alto de la torre para admirar el hermoso horizonte de la comarca, el paisaje y el silencioso deambular de los paisanos, pero al bajar hacia la iglesia siempre me quedo con la inquietud de conocer esos otros rinconcillos que permanecen en las tinieblas y nadie se ocupa de darlos a conocer: como los bajos que están precintados desde no sé cuándo; esos sótanos que se cerraron y tienen parte de nuestro pasado con telarañas y otras cosas que conocemos a medias..., o aquéllas que ya no queremos o quieren algunos que salgan a flote. Y qué decir de esos otros recovecos y otras cosas que prevalecen en las casas particulares sin darle la mayor importancia, cuando son muy curiosas y a veces dignas de admiración, aunque no se le dé ningún valor por conocerlas desde siempre. A menudo nos emborrachamos con las cuatro tradiciones de siempre sin mirar un poco hacia otras cosillas que tienen su interés. O tal vez no.