miércoles, 3 de octubre de 2012
Tempus incertum (micro)
Lo que son las cosas. Julius miraba en la sala de espera de la consulta, abstraído, algunas ilustraciones dentales sumamente curiosas; por las pantallas murales en 3D de aquel habitáculo pasaban con cierta parsimonia retazos de historia, imágenes de otros tiempos que lo remontaban a las cosas que había estudiado hacía ya una eternidad; y eran ya prehistoria de la medicina. Viendo aquellas imágenes sufría por dentro con unas perversidades que parecían de mentira: actos macabros increíbles que no tenían a la luz de los tiempos ni la mínima aceptación; herían realmente la sensibilidad hasta un grado inadmisible. Para sí mismo se preguntaba cómo cambia la sensibilidad del ser humano y la percepción de las cosas, el umbral de dolor y sufrimiento. Sería un índice interesante apreciar la evolución humana al tenor de los umbrales de dolor, reflexionaba un tanto quedo. Claro que bien visto –se decía para sí– eran los avances tecnológicos los que modificaban a los humanos, adaptándose una y otra vez a una realidad que no era ya dominante, sino vilmente dominada y sujeta a los deseos y necesidades. La abuela le había contado que antaño se sacaban las piezas dentales mecánicamente de forma grosera, que se sustituían una a una y empastaban como los muros deteriorados de las paredes que nunca había conocido, con materiales terrícolas. La risa floja se le desataba ante aquellas barbaridades y miserias de una etapa del sapiens en ciernes de desarrollo. Esa carnicería solamente se entendía a la luz de una precariedad tecnológica y médica que le dejaba frío, temblando. Pensar que sus antepasados pasaban horas ante un dentista abriendo la boca le ponía los pelos de punta, duros como escarpias. Qué pensarían ahora –reflexionaba mirando al infinito– si supieran que todas las piezas dentales se encuentran laxerizadas y actualizadas en todos los ciudadanos; que los maxilares se cambian completamente con toda la facilidad del mundo y resulta una nimiedad. Ninguno de sus antepasados hubiera entendido que es una mediocridad la utilización de dientes naturales de hueso –ja, ja, ja–. Pero eran tantas las cuestiones que se le venían a la cabeza de forma dispersa que no paraba de reír, aunque con un sabor agridulce que casi transitaba al sollozo: pero, ¿cómo iban a entender aquello..., si mantenían una alimentación natural proteica y vitamínica sin el mínimo rigor dietario..., sin dietistas que diariamente le compusieran el régimen alimentario? Echar la mirada al pasado –pensó Julius– suponía siempre un ejercicio de introspección dolorosa, representaba comprender las verdades de la especie, y por ende, intuir los recovecos más torcidos del futuro.