viernes, 19 de octubre de 2012
Frisando la perfección
Será necesario, que no lo dudo, pero a mí no me gusta. Seguro que se me echan encima parientes y allegados, vaqueros y ganaderos de todo género y condición, pero tengo mis razones; y a la crítica me arriesgo. El concurso morfológico del ganado frisón me deja siempre un saborete agridulce. Me refiero, claro está, a las jornadas y concurso que estos días se celebra en Dos Torres para valorar el ganado en esos rasgos que califican lo mejor de la cabaña ganadera vacuna: en este caso la vaca frisona Holsteins (18-20 de octubre). No quiero tirar piedras para mí tejado (pues sería una insensatez), y soy consciente de que es buena la selección del ganado, la búsqueda de mejores resultados en la producción y la cuida genética; resulta obvio que todos los que trabajamos y vivimos de la leche buscamos los mejores beneficios y rendimientos de nuestra actividad, y sería absurdo negarlo, o apostar por lo contrario. Sin embargo, que vacuo, insulso y desconsiderado me resulta la observación de parámetros del avalúo morfológico, ¡qué frío y aséptico!, colocando las vacas como simples objetos para examinarlas milimétricamente en el tamaño, forma y morfología de las ubres, el ángulo podal o la milimétrica de los pezones; la buena genética como criterio selectivo y un sinfín de razones de los calificadores. Están bien –dice Vero– y así tiene que ser para avanzar hacia lo mejor, pero a mí me da grima deshumanizar de esta manera los animales. La realidad es muy dura y difícil de digerir, porque para quien convive con todas ellas a diario cuentan muchas más cosas, muchas más verdades y valores del animal. Que no son máquinas. ¿Quién me dice con sinceridad que no tiene ningún valor la alegría constante de la vaquilla Pinta, que corretea desde el amanecer salpicando de gracia la corrala?; ¿quién calificará mal a la Pachona, que reflexiona como nadie, que calla y asiente comprendiendo todo cuanto se le dice?; ¿quién se atreve a porfiar a mi Estrellada, que cuida del cercado y siempre está atenta de todo cuanto ocurre? Eso no lo miran los calificadores..., ni las estadísticas; ni se contiene en las genealogías ni en los cómputos de leche, pero vale un mundo cuando vives entre animales. No todo es dinero ni mejora. Ni perfección ganadera ni redituación de los factores productivos. Vamos a llegar muy pronto a la completa selección y tecnificación del sector (dieta alimentaria, morfología...), a la deshumanización de la vaqueriza, como autómatas de un proceso que se aleja un sinfín del concepto de la ganadera que me gusta ser. Como dice el refrán, para gustos hizo dios los colores. A mí, tanta perfección me causa desazón. Y después de todo el esfuerzo los precios de la leche por el suelo.