sábado, 15 de septiembre de 2012

Otros tiempos, en el olvido


Al abuelo Manuel le veo los ojos más tristes algunas veces, y casi siempre me detengo; sobre todo en los comienzos de Septiembre, cuando se acuerda con fruición, y calla con mucha melancolía, sus años de infancia y del labrantío de su padre y el bisabuelo, que se pierden ya en el cielo de la memoria; y ya no volverá. A veces me cuenta aquéllo con mucho hondura y delicadeza, porque es parte de su vida y lo revive y actualiza como si fuera cosa de ayer. Especialmente –como digo– estos meses de finales del verano que preludiaban ya una buena o mala Otoñá para el ganado. Las fiebres de la canícula y las faenas de la siega del estío se trastocaban ahora en el sosiego de los cambios en el tempero, las primeras aguas y la preparación del campo para triturar el terruño con interminables alzamientos, ¡qué dolor!, con bestias cansinas que arrastraban el sudor en sus lomos a lo largo de jornadas infinitas. Ahora ya ni se alza ni se bina –dice el abuelo–, ni se siembran nabos ni se piensa siquiera en San Miguel para el mercadeo de la tierra disponible. Andamos como marionetas de los mercados, que nos ofrecen de todo y a cualquier hora, y hemos perdido completamente el ritmo de la naturaleza. Menos mal que los chiquillos de nuestros pueblos aún pueden ver las cuatro uvas en las parras, algún peral o manzano en retirada y los ajos en la huerta de sus abuelos, que para algunos de la ciudad ya son ciencia ficción. Quienes vivimos del agro, aún podemos saborear algo de lo nuestro, oler en el aire el gustillo chispeante del membrillo y coger a calderos las ciruelas del abuelo; disfrutar al aire de una sandía bien fresquita (estos días de atrás) bajo el imperio de Apolo o derrochar el melón bien sabroso en salmorejo de madre (que lo hace como nadie; y María, la amable vecina, aún nos convida con mucha terneza de sus riquísimos higos de la huerta de arriba. Son lujos que nos quedan, pero la estampa de antaño que tiene Manuel en su retina, esa..., ya no está más que en los libros, que como decía una autoridad bien calificada (con su rintintín), solo sirven para hablar de lo que no se sabe. Pues eso.

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva