Hay temas de los que tenemos que
hablar seriamente, y con reposo. No podemos
atenderlos con la exasperación del espíritu ni la convulsión del
corazón desbocado. Pero sí es preciso abordarlos
con el subsiguiente sosiego después de pasados los hechos desgraciados (las
muertes reiterativas de mujeres). La cuestión de la Violencia de Género (arraigada esencialmente en la mujer, dicho sea
de paso) requiere de una reflexión más profunda de lo que se hace
ordinariamente, que tiene que ir mucho más allá de la consternación, el enojo y
los gritos al infinito (pataletas, a fin de cuentas). Todo esto es un
sentimiento noble, pero no son más que
actitudes y manifestaciones personales (o sociales) que se pierden en el
desierto de la ineficacia. Realmente pienso que hay que ahondar mucho más en análisis
del fondo de la cuestión y en la toma de decisiones. Podemos decir que es
lamentable que a la altura incipiente del año en que nos encontramos (2014) se
hayan producido ya cuatro muertes de mujeres por violencia de género, pero
realmente se trata de un fenómeno grave de extraordinarias dimensiones. La
Sociedad (¡vamos, todos nosotros!) tiene que tomar cartas en el asunto y
comprender dónde está el quid de la
cuestión. Eso es vital (y nunca mejor dicho). Parece que no basta con tener
sentimientos de aflicción cuando se mata una mujer en la casa de al lado, y
pensar de forma irracional en las motivaciones de otros (analfabetos, brutos,
maleducados, asesinos, enfermos, asesinos…). Seamos sensatos. La violencia de
género no es (como se demuestra) un fenómeno esporádico que aparece a salto de
mata, como una aguja en un pajar; es algo constante (diario), arraigado y
extendido en nuestra sociedad, que tiene firmes raíces en el machismo, en las
desigualdades existentes y en una mentalidad tradicional vigente en buena parte
de la población. Desgraciadamente yo no soy socióloga para analizar pormenorizadamente
los parámetros en que se desenvuelve este fenómeno…, ni tengo completas las
referencias estadísticas de los fatídicos asesinatos, pero creo que una
incidencia tan grande proyecta mucha podredumbre en la sociedad…, y en nuestras
cabecitas, pues está bien asentada. El machismo no es fruto de un día. Nuestra
sociedad sigue siendo machista en lo más hondo, y hasta en superficie, pero no
lo queremos ver; lo ignoramos, ocultamos y hasta nos envanecemos de ello: ahí
está la publicidad considerando a la mujer como un objeto, aunque se disfrace
la cosa de una femineidad mal interpretada (neomachismo); ahí están los deportes
sempiternos dominados por varones (y lo vemos normal, pero eso tiene mensajes
subliminales de superioridad, desigualdad, discriminación…); ahí están los
desvaríos del lenguaje que dicen muy claramente que la sociedad es machista (y
doctores tiene la iglesia); ahí está la Iglesia (precisamente, también) y el
Papa (que no es Mama); ahí están las actitudes machistas en nuestro
comportamiento diario (¡qué guapísima vienes hoy…,! y Papá nunca viene guapo…),
etcétera, etcétera. Todas estas referencias de la vida diaria son los
materiales que constituyen la esencia de la moralidad, de la igualdad y la
vida. Esos desequilibrios aparentes y admitidos son la esencia de lo que pasa
después, y nos lamentamos como si la cosa viniera del cielo. Quien mata a otra
persona tiene en su cabecita un concepto de la vida muy parecido a otros, la indignidad
y la desigualdad penetrada hasta en las venas; aunque luego acabe suicidándose,
que es un peaje que no sirve para nada
ni consuela a nadie: porque lo hecho, hecho está, y ha tenido un soporte mental
para hacerlo. Es precisamente esa estructura mental la que pone en evidencia
que la Sociedad debe reeducarse en valores profundos desde lo más básico,
y eso, lamentablemente no es cosa de un
día. Las mujeres sufrimos la peor parte (en su mayoría), pero es toda la
Sociedad la que sangra, porque se pone en evidencia que no están entendidos ni asumidos los conceptos
de dignidad, igualdad y respeto a todos los individuos del colectivo. Lo dicho.
El tema no debe ser fruto de una simple reflexión. Es tiempo de empezar.