Estamos un poco como el tiempo. Tan pronto nos asusta con el otoño, amenazante de aguas que no caen y pronósticos vacuos de esperanza, como nos da largas para mantener las mangas de camisa y seguir con la terraza a pleno pulmón. Así andamos en Los Pedroches, en un sinsabor que ni es dulce ni agridulce, ni ácido ni amargo. La cotidianidad marca una gruesa monotonía que nos lleva por la senda anodina de este ciclo de la vida, y ya no hay ni las chispas bullangueras de feria ni actos de relumbrón en nuestros pueblos: que no sirven para mucho, pero hacen ruido y hasta se pintan con el colorín de los fuegos artificiales, que aunque se desvanecen parecen algo. Bien es verdad, y dicho sea de paso, habría que agradecerle mucho a los munícipes desvelados por nosotros, que siempre están pensando en nuestro bien con frenesí, y no paran de hacernos proposiciones para culturizarnos. Gracias, muchas gracias. Y si la cosa cultural está pendente de un hilo, la política tampoco da para mucho, porque ya no hay ni espectáculos de plenos (en las vecindades de al lado) ni voceríos malsonantes, ni blogs que nos alegren los ojillos con mucha creatividad. Las cosas serias del mundo mundial, como la crisis y los esperpentos de los gobernantes, ni nos conmueven, porque son ya muchos los palos que recibimos a diario desde hace tiempo, y hasta nos hemos hecho a ellos como los burros, en un desconsolador masoquismo, pues ya ni nos duelen los latigazos. Nada de nada. No nos conmueven ni los sismos fantasmales ni las vacas más jaraneras, que hasta están contagiadas de vernos con un no-se-qué que hasta les asquea a ellas. Entre las risas, pues surgen muy pocos motivos también para el divertimento. Lo del AVE y las bufonadas de turno suenan a befa y mofa de mal gusto, pues los políticos no son buenos actores, aunque practiquen a diario el arte de la chufla; pero todo se queda en esperpento de muy grosera escenografía. Así las cosas, me toca como siempre trabajar (¡que me voy...¡) y dejar de hablar cuando no encuentro de qué hacerlo, y a veces hasta me viene la inspiración en el trato con los animales: porque hablar no hablan..., pero me dicen más verdades que los capitalinos que anonadan con el porte y traje de la Corte (pero es porque no mandan nada, creo yo).