martes, 8 de octubre de 2013

El Encinar

[Fotografía de Moises Vargas]
Uno de los paisajes más bonitos de nuestra comarca lo tenemos en la dehesa, y como es algo tan nuestro, tan de casa, apenas si lo apreciamos. Curiosamente, lo estimamos simplemente (en teoría) cuando nos lo refriegan en los folletos o en itinerarios de senderistas, que con mucho celo nos recuerdan la belleza de estas formas vegetales y la celosa nómina de aves y especies que nos podemos encontrar. A veces, hasta nos parece un mensaje un tanto pretencioso, discolo y de mentidero, como falseando la realidad. Lo dicen como queriendo justificar de alguna manera el alto valor ecológico, la importancia de la fauna (como si no la conociéramos..., que a veces ni eso) y la flora para aquilatar este entorno para los turistas y visitantes. Bueno. Me parece bien que se le dé esa lectura un tanto folletinesca, pero la dehesa y el encinar son muchas cosas más. No solamente una estampa de un día, de un poema o de una postal. El encinar es y ha sido el sustento de nuestra vida. De nuestra economía ganadera, por supuesto, y la base nutricia de nuestra historia, no solamente en lo económico, sino en otros aspectos que creo fueron importantes (aprovechamientos, control del territorio, etcétera...-según dice Vero). Pero a mí me interesa la dehesa en su totalidad, en su globalidad inmensa (conocer,sentir y vivir), y eso se vive (v.r) desde el diario y de forma completamente normal. Y la gran mayoría, por suerte, podemos disfrutar de ella sin mayores aspavientos. En la dehesa aprecias los colores del verdín al son de las estaciones, y los olores y humedades; y miras las ráfagas de rayos entre las encinas y encuentras la chispa de la mañana: allá de madrugada, cuando los matices son tintes de oro verde entre la hojarasca; y cuando llueve sientes los resudores de las hojas y las ramas, y la rugosidad de los troncos te agrede con aquel estado de saciedad y borrachera que hasta te ensucia por fuera (¡pero qué gusto da a las yemas de los dedos!); y entre las encinas y las vacas descubres el cielo y la tierra, que son el sustento de este bosque, la cuadratura del pentagrama de nuestra vida. A mí me gusta andar sin tino por el encinar a lo ancho y a lo largo (sola y acompañada con el susurro del aire), contemplando la planicie inmensa de copas diseminadas que cubren el terreno como un mar con tonalidades dispares y completamente hermosas (mil verdes en la paleta de un pintor avezado). No hay nada más bello que trajinar durante todas las estaciones para sentir el ciclo de la vida a pleno pulmón: para saciar los sentidos en su plenitud, en su variación constante, y sentirte dueño de tu pequeño universo. En el encinar de nuestros pueblos cumples, entre este bosque, con una existencia infinita que une el presente, el pasado y el futuro. La encina nos vincula en un abrazo apretado a nuestros mayores, que vieron los mismos pies y las mismas copas..., que dejaron sus sudores al arrimo de sus troncos y que soñaron ilusiones de futuro. El encinar es nuestra casa; la de siempre.

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva