miércoles, 13 de junio de 2012

Jaroteando


A pleno pulmón, en el corazón de la Jara, Villanueva de Córdoba está impregnada del sabor de la tierra. Ninguno otro pueblo de nuestra comarca se encuentra tan arrebatado del paisaje de la dehesa y del sentimiento campero. Y hasta los veo a veces, si cabe, algo señoritingos en su porte caballeresco al arrimo de Virgen de Luna, como esos chulapones del latifundio inmundo (de otras provincias) que tan lejos se encuentran de nuestras esencias, del trabajoso pasado e ingente sacrificio. Pero los jarotes se sienten orgullosos de esa guisa y un tanto postineros (hasta me parecen), que acaso sea refriega innecesaria de celosillos con los más grandes y cercanos que le hacen sombra (es broma). Por el callejero jarote se anda mucho y con deshago, porque el poblachón es grande y dicharachero, alargadote en sus vértebras y de mucha sustancia en el caserío, que a ratos se enorgullece con caserones de cuidado. En uno de ellos, adecentado muy bien, hasta se come de lujo. Paseando por el centro con mi amiga Manoli, al arrullo de San Miguel, aprecio cierta vidilla y contento de las señoras, que andan con agitación innecesaria, aunque tampoco detestan la cantinela del chismorreo y la hebra con la vecina cuando de intereses se habla. Villanueva tiene un no sé qué de orgullo postinero, y es que al sol naciente de la tierra tiene apegos de los más desaforados del rincón de la comarca, que le rinden pleitesía. Se ven algunas tiendas y bares de servicio y cierto señorío, a las que no les falta empaque y han sido institución desde antaño –según me dicen–. En el Mercado se siente el hormigueo de la sangre viva de las señoras (mayoritariamente), y se toma bien el pulso de la economía doméstica de este pueblo. Me gusta observar y detenerme aquí y allá en los puestos de fruta, carnes y pescados..., porque se capta muy bien y muy rápido la respiración económica y anímica, y aquí se come bien decente, y se sabe comprar con tiento; y desgraciadamente también escucho con demasía las quejumbres de las que nos habla a diario la cajita tonta. Aunque el corpachón lo tiene Villanueva de pueblo grande, basta con patearlo bien para darse cuenta de su prurito de ciudad en ciernes, de su pasado notable y su realce destacado en no pocos detalles. El hondo sentimiento religioso que me cuenta mi jarota favorita lo avala con su iglesia, algún convento, ermitas y resquicios de otro tiempo (Cristo Rey, Sagrado Corazón, Obreras). Lamentablemente lo vemos todo por fuera y de corriendo. De pasada me presenta un tipo curioso y entendido de la Historia, que debe ser distingo de la casa al tenor de la forma en que le habla. A mí me gusta conocer todo, y pongo atención a su discurso (que es amplio y entusiasta), pero al tenor de lo que dice necesitaré un ciento de visitas bien completo; y es tiempo que no tengo de momento. Pero acepto al tal señor las gentilezas que me dice, las visitas que me ofrece (a las dos, creo) y otras cosas para ver con más ahínco. Con la premura de siempre, porque el ganado no espera, tomamos un refresco en un local señero del centro con algunos mayores y clientela respingona de la que mira lo que le interesa. Villanueva es un pueblo grande.

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva