lunes, 26 de noviembre de 2012

Dorada escorrentía (micro)

Aquella vorágine de hermanas y hermanastras, casi gemelas todas, se divertían con fruición al tenor de tiempo. Ataviadas de lo lindo con doradas vestimentas, y movimientos trepidantes, avanzaban la calle abajo con extraordinarias piruetas. Los arranques repentinos y aceleraciones inerciales se contraponían con las paradas cargadas de agostamiento y cansancio, en una suerte de contrapuntos mareantes. La mayor parte de las veces ignorando su destino, recalando en los rincones más insólitos y en los recovecos más inmundos. Las alegrías y tristezas de esta pléyade ingente de joviales temperamentos, maduradas con las prisas, siempre sorprendían al viandante de la calle mayor del poblacho, arropado con gruesa bufanda y chubasquero de colores chillones al tenor de la moda. Pero solitario y taciturno. Ellas, sin embargo, festejan la estación más triste pavoneándose con Eolo, a quien ríen las gracias aplaudiendo sus fortalezas; a quien de verdad aman y ante quien de verdad se rinden, escuchan con anhelo y esperan con ansiedad, pues su gracia y galanura está en seguirle con sus danzas envolventes, al son de los suspiros de un amante intransigente. Lástima que son cientos de hermosas damiselas que esperan los favores de ese Dios, invisible y traicionero, que silva y enamora a las atusadas danzarinas; que por millones esperan el son y la bravura de su amante. Toda la glorieta, a estas alturas, está plagada de esa efímera belleza, y por todas las calles corretean en alocados dislates bajo la sinrazón del destino. Todas..., todas son hermosas, dispuestas en procesión sin par engalanando la bellísima calzada. Entre esta corte infinitesimal de rubias cambiantes las hay divertidas y tristonas, pizpiretas y pusilánimes, voluntariosas y recatadas. Juanillo habla con ellas todas las mañanas y las conoce de maravilla, y hasta se enfada y enfurruña sin motivo ni razón, defenestrándolas luego a ese limbo oscuro del olvido que hasta les quita la vida. Aunque sabe bien, por experiencia, que son la alegría de su vida..., y volverán uno y otro día al arrimo de la calle; y le susurrarán dimes y diretes..., y le escucharan sus tristezas, y hasta conocerán sus miedos como nadie. Y le alegrarán la mañana con sus tildadas figuras de bermellón y canela, dulces como la miel sabiéndose hermosas y dicharacheras. Las hojas del otoño saben muy que durante unos días son las reinas de la calle.

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva