miércoles, 9 de abril de 2008
Lluvia de oro en Los Pedroches
Por fín ayer cayó con solvencia respetable el líquido elemento. Ya hacía tiempo que no veía un día completo lloviendo, y aunque el pluviómetro no se sintiera totalmente agraciado, la verdad es que por algo se empieza. La altmósfera se limpia y el campo empieza a empapar con estos pruritos de alegría que natura viene escatimando desde hace tiempo con tacañería. De momento, el agua corre y las pozas suspiran con alivio para que siga, pues es menester que caiga mucha más fuerza y con persistencia. Es el momento adecuado para que el campo se recupere de un estío trasnochado y persistente (el anterior) que aún se aprecia en los pajones amarillentos y cuneteros; la lluvia de abril, bien caída, puede aún recuperar la sementera mortecina, alegrar el pasto y llenar los pozos y chabarcones; aparte de los embalses, que están exhaustos, y precisan que corra la regatera con brío, que se envalentone la escorrentía, que se nutra la torrentera y la cuenca se se enorgullezca; para que surta bien la vaguada y que el lecho del río se retuerza, que parecen ¡quién lo diría a estas alturas! serpentones entumecidos que dormitan con la pereza de magosto. Y hasta el ánimo se contenta con el agua, sobre todo para quienes sabemos de cierto que la lluvia de Los Pedroches es hoy oro de muchos quilates.
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