domingo, 20 de abril de 2008
El Día del Libro..., a la vista
Pocas efemérides me alegran tanto como el día del libro, pues se trata de algo substancial para el ser humano; sobre todo si se parte del hecho de que nuestro rasgo de identidad y singularidad sobre los animales es la inteligencia, la capacidad de pensamiento. En ello tiene mucho que ver la lectura y la escritura, que son exponentes de primer orden en el desarrollo de nuestras capacidad más humanas. El Lenguaje se erige, sin paliativos, en la gran plataforma que nos ensalza como seres superiores en la Naturaleza; gracias a ello somos capaces de aprehender nuestro entorno y de intervenir en él; bastaría con citar esa afamada frase que dice que el límite de mi mundo es el de mi lenguaje. Efectivamente. Y lo contrario es lo grandioso: gracias al lenguaje nuestros horizontes se pueden ampliar de forma abismal. La lectura es el mejor medio de adueñarnos del lenguaje y sus creaciones, y en definitiva del mundo. En cuanto a la conmemoración, pues no es que sea yo muy partidaria de ellas, pero en este caso se cumple la excepción, pues me retrotrae a la niñez cuando el pueblo celebrabamos una obrilla de teatro, con la mirada atenta de todos los niños (cuando aún se les podía conmover con algo), y luego se repartían los premios a los mejores lectores del año. Desgraciadamente, yo nunca gané nada, pues muy poco leía entonces, pero quiso la vida compensarme luego con creces encarrilándome al mágico mundo de la lectura. Nada hay más edificante ni satisfactorio, pues nos ayuda a conocer mil mundos ajenos al nuestro, pensamientos, paisajes humanos y realidades antagónicas; pero sobre todo dimensiona nuestra inteligencia, que hay que irla haciendo poco a poco (que gran descubrimiento de Jean Piaget). Lo bueno es que cada cual vaya elgiendo su camino, sus preferencias y gustos; aunque eso lleva consigo un esfuerzo gigantesco..., que cada día es más difícil, pues los poderes mediáticos nos arrasan con su marketig insoslayable, sin que podamos sobreponernos a ello. Me viene ahora a la memoria el último libro de Zafón, que no puede calificarse en absoluto negativamente, pero se ponen los pelos como escarpias cuando se piensa en los millones de libros que supone la última edición gracias al cuarto poder. Contra eso no hay quien pueda. Lo peor es que la mayor parte de las veces no es precisamente oro lo que se pregona, salvando honrosas excepciones. En todo caso, mi apuesta es siempre por la lectura, y si fuera posible comenzar a elegir, no nos podríamos desviar ni un ápice de los cimientos del mundo clásico. Porque es preciso probar las mieles desde bien temprano.
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