martes, 24 de septiembre de 2013
TARUGolandia en Ferias
Hoy se viste de gala la capitalita con su fiesta grande. Añoche estuvimos las amigas dando un paseíto, y ya se olía en el ambiente ese sabor de la alegría contenida que tienen las vísperas; ese rumor callado que está pronto a explotar, y esa espera incontenida que se proyecta en cantidad de gente que observas con mucho más bulto que de costumbre. Esta tarde con la cabalgata, y por la noche con los fuegos, romperá de lleno aguas el ferial y el poblachón pozoblanquero presumirá como nunca de grande y de bonito; de suelto, amable y hospitalario, tirando la casa por la ventana y presumiendo de ciudad en dispendio con el concurso de los pedrocheños. Grandes y pequeños se lanzan en esta semana al solaz de las alegrías, de los fuegos y concursos, aparcerías interminables y carteles culturales avalados por la casa grande (ayuntamiento). Hay para todos, dicen, y será verdad. Los últimos años me ha parecido contemplar un nuevo fenómeno (visto de lejos, claro, porque yo no vivo allí), como es retrotraer de la feria cierto ambiente hacia el pueblo en las aparcerías, dando ambientillo al centro y calles limítrofes. Y ahí vaya si se nota que están de fiesta. Pozoblanco y su feria son para todos nosotros una referencia comarcal, anual y estacional (fin de...), porque marca un punto de diferencia por su volumen, aunque lo pierde en intensidad y la hermandad que tenemos en los pueblos. También se pierde en disparidad de ofertas festeras, que tiene su punto bueno y malo, aunque parece que también andan comedidos con el euro y le miran hasta el canto. Aparte de la parafernalia, que es mucha, lo cierto es que ha perdido bastante según dice el abuelo Manuel en personalidad; a él le escucho hablar del ayer y me quedo un poco anonadada..., cuando me dice aquéllo de que los espectáculos taurinos movían masas ingentes, muchísimo más que ahora, y eso que aún les queda un rintintín; también con esos espectáculos musicales, teatrales y de otros géneros, pues venían (según él) los más nombrados del panorama nacional, y conocías a las primeras figuras del cante y de la escena (no sé si no serán exageraciones...). Claro que lo que me cuenta de antaño, cuando no había fiestas y juergas diarias bien lo entiendo: porque entonces sí que me creo que la ilusión de la feria era infinitamente mayor; la espera desasosegante; y los ojos de los chavalillos brillarían como estrellas con todo su fulgor cuando vieran aquel ambiente que no conocían apenas. Hoy solo nos queda el manido botellón, la masa boba y la madrugada sin descanso (cuando vamos). Y eso luego el cuerpo lo paga de verdad en el trabajo de la vaqueriza. Pero bueno, demos la bienvenida y enhorabuena a los tarugos, porque ha llegado su fiesta. A disfrutar de lo lindo.