domingo, 22 de septiembre de 2013
OTOÑEANDO
(fotografía Moises Vargas) Abocados estamos ya, de forma inminente, hacia el otoño. Van quedando ya lejos las alegrías del verano (en todos los sentidos) y las ráfagas de fuego que el tempero nos regaló este año con escatimo y tacañería, aunque no han faltado requiebros buenos de sudor en la vaqueriza. Ahora toca el solaz del apaciguamiento otoñal, con esas aguas ansiadas para nosotros que parece que ya están a la vuelta de la esquina; aunque suframos aquí dentro el fragor del estiércol y la suciedad envenenada que genera el líquido elemento. Volveremos al temple del refresco y a la hojarasca, al cielo limpio y a la amenazante oscuridad de la tarde. Y el campo marcará el ritmo de vida como nunca cuando la luna esconda allá en lo alto su blanquísima túnica de fiesta. En los pueblos la zozobra del verano tiene ya las horas contadas, y el trasiego de la normalidad se impone por encima de todo, y el silencio gana a la estridencia. Todo esto parece invadirnos el ánimo, y en cierta forma es así, pero a mí me gusta y me contenta este ritmo calmo que se impone, con el tenue declinar hacia el ocaso del estío después de un exabrupto de explosiones variopintas de ajetreo. Creo que es bueno que se avance hacia el otoño, y el susurro del agua nos caliente los oídos, y el suelo mojado nos avive el olfato..., y respiremos aire limpio. Hace falta. A mí me encanta saborear los cambios del campo en lo más hondo; tocar los ciclos de la vida con las yemas de los dedos y saber que la rueda de la tierra y del cielo siguen por sus fueros. El patio de la abuela va marcando el finiquito del verano: con el parral agostado ya de vida descargando el fruto sempiterno, que este año es más bien malo y de poca calidad; y a la zaga le anda el peral adormecido de bondades, y el ciruelo nos regala sin codicia y mucha merma; y el membrillo se pierde en sueños de esperanza pasajeros. ¡Ay, que el huerto está mirando ya los horizontes del mañana, con ansias de espera y otro tiempo! Por lo demás, solamente queda seguir el día sembrado de colores..., y el disfrute del verdín que ha de venir, del frescor que ha de llegar, y del sabor bueno y hondo del otoño.