viernes, 22 de marzo de 2013

El Barrizal

(foto: la he pillado en el espacio, no hago negocio con esta foto, y no voy con cámara al trabajo ni la tengo en mi corto esparcimiento. Pido perdón por su uso)

El campo está precioso. Y la luminosidad allende el horizonte me emociona al atardecer, cuando despeja en lo alto y se abren claros –muy nítidos– que permiten rayos mortecinos que ponen algo de color al plúmbeo suspiro de la tarde. En estos días bien templados de agua el abuelo dice que no hay nada que temer, solo las molestias e indispociones de los paseantes, pues en los tiempos en que vivimos nos incordia hasta el bisbiseo de la débil cortina de agua siseando. A mí me gusta el agua cuando campea a sus anchas durante toda la jornada, y aunque te pone un poco tristona (y te tienta la nostalgia de un nosequé) disfrutas del tempero del invierno en retirada (qué palabra más bonita que emplea el abuelo). Lo peor para nosotras (para mí y para Vero) es el barrizal que se forma en la vaqueriza en derredor, que tiembla Dios y el Diablo cuando lo tenemos que adecentar: ya no es el trabajo, que echas lo suyo, sino el guarreo (perdón) sumergiéndote en ese pasteleo indecente que te forman los animalitos; y hay que dejarlas, aunque te repatee, para que al menos ellas vean también un poco el cielo y respiren el aire puro de Los Pedroches. Son ganges del oficio de los que no me quejo en el fondo, aunque patalee un tanto como el más humano de los mortales. Es lo que elegido y tiene sus pros y sus contras, aventajando los primeros en mucho a los segundos. Si hubiera querido otra profesión me hubiera inclinado por ella, porque arrestos no me faltan, pero no quiero ser una vaga o mantenida, ni peleona o charlatana insulsa; o vicebersa. Ya hay en el mundo mucho de lo que no me gusta: faltones y pendencieros, embaucadores de la tinta y cuneros de la tertulia; meapilas, mercachibles del insulto y disfrazados de magos con buena verborrea. Ese no es mi mundo. Por mi parte disfruto un montón con zarandal, la vaquilla Postinera y Estrellada (madre), que saben mejor que nadie lo que tenemos encima. Y sufren en silencio el problema de la leche más que nadie (aunque parezca mentira)..., cuando ellas (las pobrecillas) siguen dándonos lo que tienen.

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva