viernes, 12 de marzo de 2010
DELIBES, el último de los más grandes de la Literatura
Nadie ha penetrado de forma tan certera, nadie, en el alma de Castilla como Delibes. Nadie ha retratado con un trépano tan contundente en el espíritu de esta tierra, ni en el sentir de estos hombres en el tiempo y en el espacio. Hoy nos ha dejado un Escritor con mayúsculas, uno de los Grandes de la Literatura Universal que ha dejado en nosotros un poso insoslayable; porque su ingente Obra literaria forma parte indeleble de nuestra Cultura, de nuestras primeras lecturas y nuestro imaginario intelectual. Con Delibes aprendimos a leer y a escribir, a conocer el paisajismo humano y el riguroso escenario de Castilla, corazón de España. Delibes ha pincelado como nadie, de forma sencilla y verdadera, esos pueblos y ciudades (Ay, esa Avila fría…!) que traducen la Historia centenaria de nuestro pasado. Hoy hemos quedado huérfanos, y tristemente emocionados, con la desaparición de una genialidad de la pluma más excelsa de todos los tiempos. Escribía con la humildad y la sencillez de los próceres del Quinientos, con el elemental lenguaje sin retórica, pero elevándolo a las máximas cotas del estilismo sin alharacas. En mi memoria se atropellan los insuperables retratos de un legado de tipos de perfiles contundentes, como los del Moñigo y Mochuelo, del Señor Cayo, Eloy y un sinfín de personajes magníficamente caracterizados. Casi todos sus escritos son obras cumbres de la Literatura, que nos llenan y nunca nos decepcionan; porque Delibes era un escritor de los pies a la cabeza como fabulador y cuentista, novelista, ensayista y periodista. Una retina prodigiosa que ha sabido retratarnos como nadie la realidad, dándonos a veces lecciones magistrales de Historia (como en el Hereje), con una comprensión envidiable; también un crítico ácido insobornable, con lecciones constantes sin apremios de moralidad; académico prestigioso sin necesidad de galas ni exuberancias mediáticas. Un Ecologista precoz, porque se impregnó siempre, en su perfil de cazador añejo, de los resabios de la gente de campo y del contacto cierto con la Naturaleza. Una longeva existencia nos ha permitido gozar de un hombre honesto, cabal y sinceramente querido y apreciado por sus conciudadanos. Hoy hemos perdido a uno de los literatos más aplaudidos y premiados de todos los tiempos, sin mayor prurito de ello por su parte, uno de esos pocos que se llevan a la tumba el NOBEL INDISCUTIBLE DE LA LITERATURA sin necesidad de ceremonias. Porque aquí nos queda su monumental obra para demostrarlo.
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