Por la cañada de la Mesta. Veredas, un Paraiso en Los Pedroches

Hoy he vuelto, con la benevolencia de la climatología, al paraiso de Veredas. Y una vez más tengo que dar gracias a esta Tierra por los maravillosos paisajes, la magnífica estampa de los pastizales y la quietud inmensa junto al Guadamora. ¡Qué suerte tenemos de poder contar con esta naturaleza tan pura y tan poco alterada!, con las esencias de la Historia aún ahí presentes: como esta Cañada Real que se aprecia con suficiencia y nos trasporta a ese pasado medieval y moderno (s. XVI, XVII y XVIII), cuando los rebaños de merinas transitaban anualmente siguiendo los ciclos de las estaciones. Ante tanta bondad natural, paisajística e histórica una se siente feliz y dichosa en esta comarca, si bien no entiendo el afán que tienen las autoridades por plagar el espacio circundante de las ermitas de construcciones modernas(para las romerías) para alterar el magnífico entorno natural. No creo que las celebraciones puntuales de romerías y fiestas locales exijan este desaliño que, a mi entender, no responde en forma alguna a necesidades acuciantes (tascas, caballerizas, etc.), y en cambio perjudican mucho al patrimonio, al paisaje y a la naturaleza. A pesar de todo, Veredas sigue siendo un entorno y un itinerario recomendable para cualquier amante del campo, de la naturaleza viva y del ejercicio físico. Compaginar todo ello abre las ganas de vivir, porque se ven brotar las primicias de la divina floresta; porque despunta ya la jara pringosa con ese brillo que habla con elocuencia de la primarvera; porque las ranas y renacuajos dinamizan la corriente del Guadamora e invitan con sus trasparentes aguas a ojear con satisfacción las adelfas, tamujos y eucaliptus. Lo dicho: Veredas, un Paraiso de Los Pedroches.