martes, 2 de octubre de 2007

Mundo Rural en Los Pedroches

Ahora, cuando van a ser las jornadas de cine rural en Dos Torres, sería una buena ocasión para plantear una reflexión profunda sobre lo rural y lo urbano. No solamente desde la perspectiva cinematofráfica, que puede ser muy interesante (pues el cine es a fin de cuentas un espejo de la realidad), sino desde una óptica mucho más amplia y abierta. Tradicionalmente se plantean debates y jornadas de esta índole a partir de presupuestos en los que lo rural es denostado (de una u otra manera) sobre lo urbano; revalorizando lo tradicional. Ciertamente es un plateamiento inercial y un tanto equívoco, en tanto que parece lo pueblerino más desfavorecido en la discusión del tanden rural-urbano; y por lo tanto vencedor a priori de la contienda. La verdad es que es tema es bastante más complejo de lo que parece. En primer lugar hay una evidencia que es irrefutable en este mundo, cual es el hecho de la urbanización y terciarización de la mayor parte de la tierra. Eso es una evidencia incuestionable. Parece una contradicción, que se enaltezcan los valores rurales cuando todos, absolutamente todos, avanzamos hacia esos horizontes a pasos agigantados: desarrollados y subdesarrollados. Cosa muy distinta es la consideración romántica que tengamos de un ruralismo que es ya inexistente. Mucho me llaman a mí la atención esas personas que tanto defienden (y escriben, o se adscriben) al campo, las tradiciones, la ecología, etc., etc., etc., pero que tienen una vida (aún en el campo) bien urbanita (y se les ve más en la ciudad, y en los avatares de la ciudad) con todas las comodidades y alejados completamente de lo que significa verdaderamente lo rural. Hoy, podría decirse, que prácticamente están ya abandonados todos los parámetros que definían antiguamente lo estrictamente rural. Ni siquiera, como se puede ver por ahí en alguna serie de tv, somos ya capaces de reproducir o recrear los viejos modelos rurales de los cortijos; ni aquella vida dificilísima que ya nada tiene ver con esas suplantaciones rurales de las pocas personas que viven en situaciones más o menos análogas. Ni la propia naturaleza es ya la que era, sometida a tantas alteraciones físico-químicas; ni los animales son tampoco, ni se comportan, como seres de un entorno rural, pues están ya sometidos a una sociedad capitalista industrializada, y un régimen existencial y de comercialización que antes no existía; nosotros mismos, los de campo, hemos perdido ya hasta el habla, y el imaginario rural está ya muy lejos de nuestro encéfalo, que nada sabe (o muy poco) de árboles y plantas (más allá de cuatro generalidades aprendidas en el espectro de la erudicción), especies, temperos, ni ventoleras. Nos disgustan los problemas urbanos y a veces el exceso terciarizador de nuestro mundo, pero me temo que solo buscamos el dulcificador acomodo de un entorno muy sui géneris del ruralismo totalmente edulcorado de los valores urbanos. Ya digo, es para ponerse a pensar en serio que es lo que realmente queremos: porqué ese intento de falsear la realidad; qué es lo que defendemos; qué es lo que pediríamos a nuestros políticos. El debate habría que hacerlo con seriedad desde planteamientos muy reflexivos y con franqueza, y desde campos interdisciplinares: geográficos, éticos, filosóficos, políticos, económicos, artísticos, sociales, etc. Simplemente para asumir la realidad, porque lo urbano es -creo yo- una opción elegida por la mayoría que ya es mayorcita, a pesar de que digamos (exculpándonos) que los parámetros capitalistas nos arrastran. Bueno.

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