lunes, 7 de febrero de 2011

La matanza y el remedo de la tradición

Está bien que se revitalicen las tradiciones, que se recuperen y que los jóvenes tengan cierta imagen y crédito de lo fueron. No voy a ser yo una detractora de estas remembrazas de antaño. Sin embargo sí quiero dejar constancia que las esencias de aquello se pierden necesariamente. Bien es verdad que hay una recreación de la fiesta y el regocijo, de los procesos y de las carnes, del ambiente rural y un sinfín de cosas más, etc. Pero la matanza familiar era otra cosa, porque iba mucho en ello. Era ante todo familiar y muy familiar (con allegados de verdad)y el clima que se creaba en cada casa poseía una fuerte personalidad, muy distinta en cada uno de los hogares (aunque pareciera lo mismo); también las formas de abordar el despiece en cada casa tenía sus singularidades, así como los aprovechamientos en cada caso (que no erán idénticos). Los cuadros humanos y su dinámica interna en cada caso eran definitorios. Era una actividad tan completísima en matices que requeríría un sinfín de matizaciones, que ahora no vienen al caso. Simplemente quiero manifestar el sabor agridulce que me producen estas recreaciones institucionalizadas (Día de la matanza, etc.)de hecho tan personales, con vivencias tan nuestras, singularidades tan grandes y dispersiones de gran calado. Al menos yo lo veo así, porque con mis pocos años he participado en mi pueblo en muchas matanzas, pero ninguna igual, y en ello estaba la tremenda riqueza de unas vivencias dispares sobre un mismo fenómeno (y no me refiero, por supuesto, a la percepción lógicamente diferenciada que tenemos de cada acontecimiento día a día).

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