A diario, ahí es cuando hay que
reivindicar el papel de la mujer. Creo que sigue siendo necesario que nosotras
apostemos por nosotras, que no sean las instituciones (o los políticos) las que
nos tengan que poner el membrete, que es lo que hasta ahora pasa, regalándole los oídos a unas cuantas que son mediáticas
y se conforman con salir en la foto. Chica prebenda para tan alta causa. Las
mujeres tenemos que estar de lleno en la sociedad no porque queremos ser
iguales, sino porque no somos diferentes, porque tenemos las capacidades
necesarias para estar en lo más alto y lo
más bajo de nuestro mundo como todos; porque somos cientos de mujeres en
las universidades y ámbitos profesionales, en la casa y el deporte, en los
medios de comunicación y en la calle. No deberíamos de tener que hacer nada
extraordinario, pues por lógica, como en el amplio espectro de la vida, donde
hay vino se bebe vino, y donde hay agua beben agua; pues si en el mundo hay mujeres todo tiene que estar no
solamente impregnado de mujeres (y encima para lo malo y especulativo), sino
constituido en esencia por una parte de mujeres. Somos nosotras, repito, las
que tenemos que parapetarnos con fuerza aquí y allá, en lo más alto de la
empresa y sus direcciones; en la escuela y los institutos aprendiendo a no ser
distintas ni distantes; en la casa y fuera de ella evitando replicar los roles
tradicionales. La discriminación de la mujer tiene mucho legado heredado, sobra
decirlo, pero para romper esa inercia debemos nosotras hacer mucho presente con
una posición destacada, inequívoca, demostrando lo que somos, y volcar nuestra
mirada al futuro sin miedos ni manipulaciones burdas. En las propagandas de
apoyo a la mujer hay mucha carátula ficticia y de escaparate, que no vale para
mucho, aunque no sobre; pero la realidad se supera con realidades, y esas las
hacemos nosotras (o no) a diario. Creo que a veces nos falta impulso y decisión
verdadera, y acaso encontremos en ocasiones en la desigualdad lugares
acomodaticios que en muchas ocasiones no se entienden; aspiraciones precarias
que se desfogan con solo decirlo y no hacer nada. El machismo que abunda por
doquier no puede ser solo cosa del pasado o de los hombres, y tal vez tengamos
que hacer una lectura un poco seria de lo que es el hombre y la mujer como
seres humanos sin distinciones de notoriedad. Queda mucho trabajo por hacer.
Claro que la tradición machista es un hueso duro de roer, pero aquí nos lo
jugamos todo si queremos que nuestra existencia cambie; sino, ya sabemos lo
queda: más de lo mismo. Hoy recordaba haciendo una retrospectiva, meditabunda
durante el ordeño, de esa España que en la historia de la Literatura te deja
helada: pareciera como si la mujer no existiera a través de los siglos y no
hubiera escrito nada entre la corte infinita de los juglares ni en los romanceros,
ni nada pintara entre la pléyade de los Rojas, Fray Luis de León, Juan de la
Cruz, Jovellanos, Cervantes, Santillana, Hita, Góngora, Quevedo, Montemayor, los Valdés, Feijoo…; cuánto cuesta traer a
la palestra alguna mujer que, quizás, fuera empingorotada por su especialísima
capacidad y sentido místico (o político, a su manera) más que literario, como Santa Teresa; o alguna preceptora
avezada en lides de otro tipo como Dª. Beatriz Galindo…, o esas pocas
contemporáneas que empiezan a alzar la voz ya roncas del desasosiego vital,
como Rosalía, o corajudas y eminentes como la
Bazán, la Campoamor o la Kent; bien
es verdad que el séquito postrero ya es contundente, pero en forma alguna
suficiente ni igualado en lances. Pero que corta presentación para tan larga
andadura. Es desde luego para pensárselo y reflexionar sobre ello. No podemos
pasar por la vida sin dejar huella en nuestra historia: no porque dé la
impresión de que no existimos, sino porque en realidad una parte importante de
nosotros en verdad no existe bajo este prisma de inferioridad admitida (o
consentida).
miércoles, 12 de marzo de 2014
QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva