Con la verdad por delante,
siempre. Eso dice el abuelo, y me gusta el dicho hasta para lo más superficial,
porque luego todo acaba siendo un asunto más que de fondo. La cosa viene a raíz de lo más nuestro, la
leche y la COVAP (nuestra madre que rige nuestros destinos), de la que he visto
tangencialmente algunos asuntillos que no me gustan mucho. Claro que habrá
algunos que me dirán de inmediato que tiro piedras para mi tejado, pero me
gusta que las cosas se hagan con cierta seriedad y sin faltar a la verdad: aunque
sea en lo más baladí y menos sustancial. Mirando por los albores de la red, y
el paraíso de twitter he leído
algunos comentarios sobre la COPAP que me llamaron la atención; y con
curiosidad miré luego la página oficial de nuestra empresa lechera. En algunos
apartados se dicen cosas un tanto fuera de sitio. Cierto es que el aparato
propagandístico puede y debe jugar con todo tipo de recursos -faltaba más (con
sus límites)-, pero algunos comentarios están sembrados de una pizca de
gazmoñería (ja, ja, ja…). Es broma. Creo, ya de veras, que no hay necesidad de
empingorotar nuestra naturaleza de una manera tan infantil y falta de sinceridad:
ni nuestro valle es un paraíso ni es perfecto; ni todo es armonía ni creo que
sea un encuentro de huellas de raza. Ni siquiera fue un proyecto
revolucionario, pienso, más bien un aventurado resorte cooperativista surgido
de la necesidad de unos pocos sin grandes pruritos. Lo demás vino después, un
poco sin saber por dónde venía. Tampoco me gusta que se utilice con reiteración
(aunque nos convenga) el término VALLE, pues en no pocas ocasiones he leído por
ahí que el vocablo que utilizamos no es adecuado, y no hay necesidad de incidir
en una calificación geográfica que no es cierta, aunque en las pasadas décadas
se utilizara en términos un tanto romanticones, ya completamente desfasado de
tiempo y de espacio. Dice mi hermana Vero, y cualquiera de nosotros lo ve sin
ser especialista en nada, que nuestra comarca está muy bien definida y tiene
señas de identidad suficientes sin recurrir a ese nombre que puede engañar a
muchos foráneos, entendiendo que vivimos en un valle idílico, donde las casitas
son de chocolate, el paisaje están envuelto en verdores de la tierra cántabra y
los chorros de leche resuenan en el caldero con música de Ludwig van Beethoven. No por Dios, no seamos
necios. Eso no nos beneficia. En las imágenes y titulares de marketing pueden
valer las estridencias explosivas, llamativas y hasta desmesuradas, pero en el
contenido informativo debiera primar la sensatez, la sencillez y la mesura. La
verdad ante todo. Eso creo yo, que soy una pequeña vaquera. Eso dice también mi padre.
La cooperativa COVAP
“…El paraíso de la leche es el
valle de los Pedroches. Lugares perfectos para criar nuestras vacas, ovejas y
cabras (. pic.twitter.com/JNdIh90NPJ)
COVAP
Existe un lugar donde todo es armonía, un paisaje en el que hombre y naturaleza juntos obtenemos lo mejor de
cada uno. Existe una tierra de encuentro, de huellas de raza, de manos fuertes
y de orgullo forjado al frio y al sol
De hombres decididos y trabajadores, marcados por una tierra en la que
hunden sus raíces las encinas de la dehesa del norte de Córdoba, surgió, hace
ya más de 50 años, un proyecto que revolucionaría la vida de los habitantes del Valle de los Pedroches, de la
Serena y del Valle de Alcudia…”