lunes, 29 de abril de 2013

La danza del Patatú

La estancia dilatada en la Feria Agroganadera permite un sinfín de instantáneas, no solamente fotográficas, sino impresiones personales y panorámicas humanas que son muy dignas de analizar. De ello hablaré otro día. Ahora quiero traer a colación uno de esos espectáculos que gustan y conmueven al gentío, sobre todo porque son muy vistosos (mediatizados, también) y se han convertido en cuadros populares de mucho sabor. En esta ocasión el penacho de la Sierra sur de Los Pedroches se timbraba de anfitrión, y  correspondía hacer gala a Obejo de su patrimonio y tradiciones. Para ello nos trajo ni más ni menos que su danza del Bachimachía (casi saltando), que es toda una tradición de hondo calado, según dicen los entendidos. A mí me encantan estas cosas, y ya la había visto en varias ocasiones in situ, pero nunca está de más el disfrutar y recrearse con acontecimientos que guardan tanta esencia y  contenido. Era el gran evento del día y todo el mundo lo esperaba, y ellos respondieron con la debida correspondencia ante la concurrencia. Hubo danza, danzantes y música, y seguro que lo hicieron con todo el cariño del mundo y  su mejor hacer. No lo dudo. Sin embargo, en estas cosas es donde se aprecia el valor de las tradiciones, sus carencias y limitaciones fuera de contexto. Me explico. Lo que vimos el sábado fue un espectáculo..., muy bonito y vistoso, alegre y completamente singular, que nos trasladó a ese resquicio tradicional de Obejo que guarda en sus entrañas esta guinda de tanto color. Pero qué distinto y distante fue esta danza a las que he visto realizar en su lugar original, siendo los mismos danzantes, la misma música e idéntica danza. Las cosas en su sitio, dice el abuelo (para otras cosas), y a esto se podría transpolar sin quitarle ni un ápice de verdad. No es que esté para nada en contra de lo que se hizo, que me parece muy bien y proyectó magníficamente su tradición, lo más grande y destacado que ellos tienen, pero la danza allí está arropada de los elementos que aquí faltaban, que no son pecata minuta. El ambiente festivo de San Benito (como cualquier fiesta) y lo que ello implica no es carencia baladí, pero tampoco ese arrullo de familiares y vecinos –qué hay que verlos y escucharlos allí– que ven a sus danzantes (consanguíneos) con el embeleso de quien mira a un novio (a una novia), a uno de los suyos haciendo algo muy especial..., y ellos bailando y danzando recíprocamente para sus convecinos, que se saben y se conocen en lo más doméstico y jaranero..., pero el baile es otra cosa: historia, tradición y sangre de los antepasados hecho rito y sembrado de solemnidad. Eso no se puede traer a Pozoblanco..., ni a Madrid. Tampoco ese ambiente marchando por el pueblo hacia su ermita, que es emblema de espiritualidad y escenario centenario de un Pueblo. Y por supuesto, la danza y el Patatú no se representan con el mismo sentimiento ni la misma garra. Aquí se hizo un espectáculo (una representación) muy digno y teñido de seriedad, aunque pasa como en las ediciones de libros, la matriz vale muchos quilates, aunque todas las demás copias salgan iguales. Pero no es lo mismo. Eso es lo que pienso, y recomiendo que se vaya a ver la obra en su escenario, porque allí no se verá una actuación, sino la creación misma de la tradición a sangre y fuego sin actores, sino con ellos mismos descarnados con la verdad en sus cuerpos, en su pueblo y entre su gente.  

sábado, 27 de abril de 2013

Premios

Los premios te dan satisfacciones y compensan el esfuerzo que haces a diario, no lo niego. Representan el empeño en el trabajo bien hecho y el sacrificio por mantenerte bien alto en el oficio. Te suben la autoestima y hasta respiras más hondo, conformando tu conciencia al menos, que no es poco. Si no fuera por los pequeños momentos que te empujan en ocasiones, no tendrías la ilusión para seguir. Aunque miles de veces he dicho que hay cosas para las que hace falta vocación, y no se está por otra cosa. A mí me gusta el campo y el ganado, y no pienso demasiado en los derrotismos y males que a diario te surgen en este oficio con tantas precariedades que no dependen de ti. Pero reconozco que la situación no está para tirar cohetes, y cuando la soga aprieta a todo el sector y lo sientes en tus carnes, se te corta hasta el aliento. Porque del aire no se vive. No obstante, no es día hoy para relatar lo que ya todos sabemos, porque supongo (y quiero pensar) que los gerifaltes de la casa que tanto mandan se lo habrán dicho a los de más arriba, que para eso habrán venido, y no para sacarse la foto de rigor. Quede hoy la cosa en las felicitaciones a todos para que disfrutemos por lo menos en más doméstico y rudimentario, que es con la familia y con los nuestros.

viernes, 26 de abril de 2013

Alcantarilleando

Una de nuestras tradiciones más acendradas...claro que sí. Quien no haya visitado alguna vez la Romería de Ntra. Sra. de Gracia de Belalcázar bien puede decir que no conoce una parte importe de Los Pedroches. Ayer coincidí en la Feria con Francisco..., y me lo recordó e invitó encarecidamente, y no puedo por menos que recordar a todos este festejo que –aunque coincide desgraciadamente con muchas cosas– se escribe con letras mayúsculas, se siente con el corazón en la mano y se vive de una forma especialísima. A menudo incidimos los pedrocheños de la parte oriental de la comarca en la notoriedad de nuestras Vírgenes de Guía, Luna, Piedrasantas o de la Peña (y Loreto..., que se ponen celosillos) por proximidad geográfica (a donde vivimos) y devoción encendida de nuestros mayores. Pero la Fiesta de Alcantarilla debe ponerse en la estima que merece, ensalzándola a la altura de los grandes acontecimientos. Este año seguro que no podré ir (ay..., la Feria Agroganadera...), pero tengo magníficos recuerdos de algunos años que la visité con buena compañía. En esta Romería se disfruta a lo  grande, noche y día, y creo que posee algunas singularidades y detalles que recomendaría a cualquiera que no la conozca (y a los demás también). Fiesta y sentimiento en estado puro, porque hay tiempo para todo. Hay gente que la coge por la punta y no veas cómo lo vive durante dos días; otros se van incorporando al tenor de las posibilidades del tiempo. Lo cierto es que se compaginan muy bien el hecho religioso, muy marcado en algunos detalles que yo desconocía (por la noche..., con antorchas, que me resultaron llamativos), la fiesta del pueblo entero de jarana y la integración con el entorno en el marco precioso de la primavera. Las cotas más altas de expectación están en ese paso mañanero del Zújar que es el punto más álgido entre todos los rituales  que pude ver: qué sentido de la religiosidad, la tradición vibrante, la hermandad e integración social (creo) de todos en un punto y en un momento. Pareciera que se paralizara el tiempo y el espacio en un instante (eso se te queda grabado). Se te ponen los pelos como escarpias viviendo y sintiendo una tradición que llevan en la sangre, que les une y les aúpa como Pueblo en ese ritual centenario. Creo que el río (y el puente) siempre fue un factor muy importante en este rito Mariano –vamos..., según me dice mi hermana Vero–, que viene además acreditado por esta titulación de la Virgen (Alcantarilla) que tanto nos llama la atención a los que no conocemos los orígenes. Hoy día el acto de atravesar el río está revestido con toda la farándula mediática de las fotos, videos y demás unguentos tecnológicos, que a mi parecer hacen perder bastante de lo que allí se vive (o vivía) con tanta solemnidad, e identificaba el fuerte sentimiento de Belalcázar para llevarse la Virgen a pesar de todos los impedimentos y obstáculos. Como dice el abuelo, la fiesta de Belalcázar no tiene tasa que poner..., y si quieres vivir a lo grande una fiesta, sentir de verdad una tradición (con la gente de allí)..., y disfrutar del encinar (que es un primor) debes ir a Belalcázar este fin de semana. Seguro que no saldréis defraudados. Esto de las fiestas es algo muy personal y singular de los pueblos (y se vive de diferentes maneras), claro, pero a mí esta Chiquitina me caló siempre muy hondo. Aparte de otras cosas que no digo..., pero el Miquelón las sabe.

jueves, 25 de abril de 2013

Luna de abril

Esta madrugada, en que el oficio nos aprieta a deshoras (por la Feria, todo sea por una buena causa), el cielo nos regala un plenilunio maravilloso. Qué blanca y que rotunda sobre el cielo azul de Los Pedroches. Cascabeleando y dando saltos de princesa entra de rondón en mi vaqueriza, y me saluda a boca llena. Qué buenos augurios me presume, qué buenas palabras me susurra y me dice al oído despacito. Yo la escucho embelesada sin perder ripio de mis cosas, mirando su belleza inmensa sin recato. Dice el abuelo que la luna de abril es dicharachera en pronósticos, porque habla muy claro diciendo lo que sabe..., y sabe mucho del campo y del tempero. Hace siglos que los hombres de la tierra miran la luna y escuchan sus decires..., hace mucho que hombres ya han perdió hasta el oído, y no miran siquiera al firmamento. A mí me encanta entender, y casi no lo entiendo, todo eso que señalan los de antes: que si está clara y rotunda –dicen– las cosas marchan por sus pies; que la sementera fragua con el rocío de la luna clara..., que la primavera viene por sus cauces y hace lo que tiene que hacer. Son cosillas de cuidado, que hay pensar dos veces. Y aprender. De la belleza..., ni hablo..., porque hay que mirar y ver, hay que escuchar y sentir; hay que tocar el aire con las yemas de los dedos y frotar el cristal de la mañana, y hasta sufrir el vientecillo hiriente de la noche que te hace sentir viva. Otros más entendidos en estas lides nos ponen al tanto de los eclipses, que de no ser por ellos ni los veríamos, como el esta noche, cuando la luna lunera derrota galanura en Escorpio..., o dentro de unos días (10 de mayo) cuando eclipse al propio sol en los dominios de Tauro. De nuevo la miraré esta noche y soñaré con ella, y desde lo alto del cielo me enseñará su corazoncito.






miércoles, 24 de abril de 2013

Títulos literarios

En la cosa literaria hay trampas, como en la vida misma. No es que me queje, porque para eso existe la capacidad de cada cual y el sentido crítico, pero me resulta curioso. Siempre he sabido que es importante la forma y el contenido, el continente y el contenido, lo de dentro y lo de fuera..., o como se le quiera llamar. Algunos pretenden incluso que lo más superficial (que ya digo que no lo es tanto) quede elevado a la peana de máxima significación, y tal vez no estén equivocados; aunque personalmente pienso que hay que sopesar ambas cosas y no dejarse llevar por el artificio. El sentido común es la mejor vara de medir. La cuestión viene al caso, tal vez de forma inapropiada (por mi parte), por el denodado interés de algunos autores de incidir de manera un tanto chisposa con títulos rimbombantes, un tanto estrambóticos, a veces irrisorios, clamorosos incentivos para llamar la atención o no sé qué. Claro que cada cual puede hacer lo que le venga en gana..., y más en Literatura, que hasta parece que el autor tenga patente de turco. Sinceramente creo que no es así, a pesar de que existan licencias y licenciados, licenciosos y licenciadores de las licencias. No. La Literatura tiene también sus normas y sus cauces, sus senderos y cañadas, sus autopistas y caminos de herradura..., y hasta si se quiere sus atajos, pero todo no vale..., ¡todo no! Aunque larga y ancha es viña del señor (que dice el abuelo) para algunos, que se creen con el poder del altísimo (aunque no exista). Pienso que en el medio está la virtud (como dice Aristóteles, y mi madre, con gran sentido común), y no hay porqué hacer extremas las propuestas ridículas de los titulares. Porque a eso voy. Hay títulos de libros que me despistan un montón (pobre de mí), pero hay otros que me dejan claro que lo de fuera debe ser muy parecido a lo de dentro; aunque ellos se piensen que son muy creativos, originales o imaginativos. Tal vez desconocen que cualquiera de nosotros puede inventar títulos a destajo, pues es cosa de practicar. No es que quiera recriminar nada (alguien me dira..., pues vaya) a nadie, sino que encuentro un tanto infantilón ese prurito literario en la llaneza de poner títulos altisonantes, a los que luego los críticos (muy suyos, siempre) le encuentran significación. Cuanto me recuerda la bufonada de Picasso riéndose de algunos críticos que interpretaron sus cuadros, y estaban completamente alejados de la verdad, pero bueno, así es la vida. Puestos a poner títulos, hasta yo me pongo a veces a desvariar con el ejercicio de la inventiva: pues te ríes un montón con los que tienes al lado, diciéndo algunos, como La obscuridad elocuente..., Los tempanos de algodón..., La sonrisa del viento..., El infierno mudo..., Los caminos del infinito...Ayer fue noche, mañana será verdad...El pensamiento de azufre..., Los colores del Loro, El desierto del miedo..., El silencio de las aristas..., Dime mentiras, de verdad...El cáñamo de las tinieblas...., ja, ja, ja. Algún día escribiré una novela (cuando sepa) que la titularé: Estambres de papel. Ya pensaré qué le meto dentro.

lunes, 22 de abril de 2013

Esperando a Gagarín

Para gustos hizo Dios los colores, dice el refrán; y muy especialmente sobre los libros se puede decir que los premios, concursos y certámenes literarios dan buen crédito al aserto popular. Hace unas semanas leía la novela de González Viñas y me dejó bastante sorprendida. No conozco al autor villaduqueño (a pesar de su dilatado curriculum...), pero su obra Esperando a Gagarín me ha parecido bastante buena en forma y contenido. Plantea una trama no exenta de imaginación en diferentes planos, secuencias y espacios sobre hechos históricos y verídicos. La obra es de corto calado, pero ingeniosa en la contraposición argumental, haciendo coincidir cosas del todo inimaginables. Solo en la mente del narrador y del lector se aspira a esta convergencia, que lógicamente es posible en la Literatura, buscando elementos de intriga y provocando expectación. A pesar de ser una obrita corta y de fácil lectura, despliega ingredientes suficientes para disfrutar. Atrapa bastante a pesar de entender la argucia del escritor por llevarnos a un desierto sin agua y conocido desenlace. El lenguaje es fluido y bueno, conciso y bastante rico (sin metáforas absurdas), con pluma ágil y no carente de recursos literarios, imaginativo y con buen oficio. Me gusta cómo hace además un guiño a su tierra recogiendo no solamente la ambientación rural (con muchos resquicios que desgraciadamente aún están vigentes), sino personajes reconocibles (pues madre me ha explicado quién era Simón, aunque aquí sea creación), espacios con su nomenclátor modificado ligeramente  y la estela de ese pasado que dejó huella (y la reivindica con voz altisonante); con la correspondiente crítica. Vero dice que también existe crítica social muy fina, pues González Viñas atina muy bien en la base histórica, en el sustrato rural y en el zoom de los personajes: del panadero, del alcalde, el cura...Registros no le faltan,  y los trasfondos argumentales no son puro artificio. La documentación está muy viva siempre avalando realidades que aquí son ficticias, acompasadas al artificio de la Literatura. No sé que tiene Villanueva que se prodiga en plumas interesantes, al menos ésta lo es sin haber alcanzado la plaza más alta de los premios comarcales. A mí me lo parece.

domingo, 21 de abril de 2013

Abril florecía...

Nadie como el poeta para decir y sentir lo que es la vida. El abrir de naturaleza es el abrir de la vida, que es nacer y es vivir..., y es...morir. Hoy me conmueve este brotar de la naturaleza en ciernes, este refulgir de luces y colores, de sentimientos a flor de piel. Ese regurgitar de la sangre que hierve cuando fuera manda la primavera. Porque ahora todo está a flor de piel, y el campo grita con espasmos de pasión. De la noche a la mañana, por lo ancho y por lo alto, más adentro y más afuera, la tierra nos dice a grito limpio y claro que de nuevo arranca el ciclo de la vida. Y de qué manera. Este año la tierra está pletórica..., y el cielo y el agua. Desde la mañana miro a lo alto y veo elcielo claro y trasparente que se refleja en tus ojos con ondas tibias de verdad. El patio de la abuela también se remoza con plantas y flores, brotando con pajarillos de sabor dulce..., que miran, cantan y se mueven en esta feria de colores. Acompañando un rato a María, en su quietud sempiterna, observo con deleite el reverberar de las plantas y del agua del pozo en superficie (que ha llovido como nunca). El corralón es un vergel en diminuto..., un beso de Dios a esta tierra pobre de sustancia. Con cuanto cuido y primor mima el abuelo este jardín de ilusión gigante..., para que la abuela disfrute en su infinito corazón esta belleza. Qué ternura regando poco a poco, con el tiento de una caricia y la templanza de un suspiro. Este vergel tan cuidado es un respiradero para la casa..., una alegría. Un paraíso en diminuto. Una escala de bondad que solo sueñan y saben hacer los buenos de corazón, como Manuel. Qué lejos de ese mundo falso, cansino y mortecino que se mueve con mentiras y sinsabores. Aquí todo es quietud y paz acompasada de silencio. Miro de reojo al abuelo regando las pilistras y palmeras, las esparragueras y cintas...; las avejentadas parras, con tallos pobres y caducos, brotando con esmero, que de un día para otro son distintas abriendo con afán. Y el olivo que está a punto de estallar en vida. Con las Soledades del maestro me distraigo a este lado de la vida, olvidándome de la otra. En la que no quiero pensar.

viernes, 19 de abril de 2013

El Ordeño

         
          
Nos encontramos a punto de llegar a nuestra Feria Agroganadera, que debiera ser trampolín del sector y plataforma de innovación y mejora, si bien la agonía que nos embarga nos deja un sabor agridulce y hasta faltos de fuerzas y de espíritu. Entre las novedades tecnológicas que se exponen nosotros siempre incidimos en apreciar (lógicamente) las maquinitas del ordeño, que ya te hacen virguerías de todos los colores. Hace unos días se lo comentaba a Juani y nos reímos, pues ella por la cosa del turismo (en su cortijo) tiene algunas vacas de muestra para que los niños y las familias foráneas, que vienen a descansar y hacer tareas del campo (con sosiego y como entretenimiento), ordeñen a la forma tradicional; y me decía que le explicara por escrito cómo se hacía para que lo pusiera como forma curiosa. La verdad es que me picó, porque aunque nosotros estamos bien mecanizaditos (pregúntaselo a Vero, que se sabe todos los números y máquinas), el abuelo y padre nos enseñaron de bien chiquitas el ordeño a mano para conocer los animalitos, pues no hay manera mejor.


La cosa es sencilla, pero tiene su quid. Para ordeñar a mano y a la forma tradicional no se necesita más que buen tiento y paciencia, teniendo en cuenta que las prisas para nada son buenas; además (claro...) de una vaca (oveja, cabra...) para la faena y un pequeño tajo (que el de Juani es una reliquia, pero tiene su importancia, y mucha) para sentarse. Los preliminares son muy importantes, pues en esto del ordeño pasa como con en todas las cosas, no se puede entrar a saco, queriéndolo hacer en un pis-pas. Hace falta su tiempo y cierta serenidad para que los animalitos entreguen su producto con generosidad. Lo primero que debe hacerse es acercarse a las vacas con naturalidad y sin tensión alguna, pues detectan rápidamente la presencia de ajenos, voces altisonantes, movimientos bruscos y formas que les inquietan; por ello es bueno moverse con tranquilidad, acariciándoles los lomos con suavidad, frotando con ternura de un lado para otro, en el cuarto trasero, costado..., y susurrándole el nombre (todas lo tienen) para ganar su complicidad. Es casi un acto de amor. Después de este acercamiento sencillo se puede proceder al inicio de la faena, pues te tienes ganado al animalito. Ahora te sientas con cuidado en tu tajuela (pequeño asiento de tres patas de madera, con buena movilidad) al lado de la vaca entre los cuartos traseros y la barriga, prosiguiendo con las caricias en la paleta para que note dónde te encuentras, para que sientan tu presencia y tus intenciones. Es vital esta conectividad, porque si no se hace con mucha delicadeza se espantará y te llevará por delante; y créanme que tienen mucha fuerza..., ¡y hasta puede devenir en percance! Si se hace bien no pasa nada. Pues bien, ya estás sentado, y en último término incorporas el cubo o caldero (que decimos en mi pueblo) debajo mismo de las ubres entre tus piernas. Sin perder ni un instante el contacto y las caricias, procurando que sus patas traseras se encuentren retrasadas, dejándole holgura suficiente para hacer algún pequeño movimiento. Si no se tiene cuidado con este detalle, se puede tensionar la vaca, y en un momento de crispación (que a veces los hay) te lleva por delante el caldero..., o te mete la pata dentro, que es peor. Situados en posición, sentados, con el cubo entre nuestras piernas y bajo las ubres...., estamos dispuestos al ordeño.

Vuelvo a reiterar (qué pesada, verdad) que el sosiego de la vaquilla ha de ser total, y para ello conviene acariciar con suavidad las ubres (no los pezones, cuidado) aterciopeladas de blanco, con la tersura de un tambor, notándola pletórica. Ahí la sensibilidad de la vaca es grande y es donde ella nota sintonía (o no) con quien le va a extraer el fruto de su cuerpo. Es hora ya de comenzar la tarea propiamente dicha, el ordeño, y ante nosotros tenemos cuatro alargados pezones (dos a cada lado) completamente henchidos y dispuestos. Como bien me decía el abuelo (cuando me enseñó, porque ahora ya la ordeñadora mecánica...), hay que suavizarlos y humedecerlos con mucho cuidado con su propia leche (lógicamente, y sobra decirlo, las manas han de estar inmaculadas de limpias al igual que las ubres). Y de nuevo..., la ternura al enésimo grado, porque el animalito aprecia y sabe bien quien le toca..., y si no ve la cosa clara te sube la leche y no te dejará sacar ni una gota..., aunque estires lo indecible. Si se hace con tiento será todo lo contrario. Para el ejercicio del ordeño hay formas diferentes, pero Manuel me enseñó cogiendo los dos pezones del lado (primero unos y luego los otros), cada mano a uno, apretando entre el pulgar (que se encuentra en ángulo recto, y presiona primero) y el resto de la mano (que presiona después). Primero presionas arriba (pulgar) y luego abajo con el resto, y alternativamente las dos manos: una..., otra, una, otra. El chorro de leche saldrá calentito y con mucha fuerza, tamborileando en el caldero con la alegría de una tormenta de granizo que no ha de parar ya; y en muy poco rato se notará el crecimiento de la leche con una progresión magnífica, amortiguándose el sonique. Progresivamente se apreciará la menor tensión de los pezones y la relajación de la ubre: pues donde antes había formas inhiestas, fuerza y buena tirantez, ahora se troca en blandura y deformidad. El pezón se queda completamente inane..., como un globo flácido que ha perdido su poder. La vaca nos ha dado ya lo mejor de sus adentros. Cuando no salga nada..., ¡pues has acabado! Aún recuerdo la ilusión de mis primeros ordeños de niña, cuando conseguías sacar con mucho esfuerzo el fondillo del cubo de leche..., y te parecía un mundo. Era como una sorpresa que tal manjar saliera de la barriga de la vaquilla..., o como cuando ves florecer las ciruelas en el huerto y más tarde ves los frutos por arte de magia. Qué sabia y buena es la naturaleza. Una vez que se le ha cogido la mecánica del ordeño es coser y cantar, y en poco rato tendrás varios litros de leche; sin perder nunca (que es vital) la confianza del animalito, al que siempre hay que estar acariciando con ternura y susurrándole cosas bonitas. Cuando se acaba del todo, simplemente te retiras con las mismas formas y maneras que llegaste (con el máximo respeto), y el animal te despedirá con un cabeceo demostrándote que está conforme de tu oficio. Eso es todo. (para ti, Juani, no sé si lo he sabido expresar).

jueves, 18 de abril de 2013

París era una Fiesta

Qué lejos de nuestro mundo, en tiempo y espacio. Cuando lees estas obras clasiconas (porque lo son) te queda un sentir agridulce; al menos a mí. Hace tiempo que tenía pendiente esta lectura (y otras, claro), para compaginarla con otras cosas nuestras, y la verdad es que el mundo es una inmensidad. Estos días la he leído entre los ratos de ordeño, sin prisas y con deleite. El americano de marras es un maestro, nadie lo pone en duda, y escribe con una soltura envidiable utilizando muchos recursos literarios...,  pero de una manera muy llana y convincente. Cuando lo lees parece que estás simplemente siguiendo a pies juntillas la estela de la pura cotidianidad (que en esencia sí lo es), la transcripción de una existencia tal cual se vive, y eso es cosa grande. Muchas veces explicar lo más simple de la vida es lo más complejo, y muy pocos saben hacerlo con este magisterio. Me recuerda mucho (salvando las distancias..., infinitas del tiempo y de las formas) esa máxima del s. XVI español que proponía escribir como se habla y decir como se vive, como si fuera cosa fácil (cuando me lo decía el profe de lengua no entendía mucho qué quería decir). Bueno, son cavilaciones sin sentido. En el París era una fiesta Hemingway me ha llevado a ese ombligo del mundo que el vivió, y de qué manera, a comienzos de siglo pasado; ese contexto de los veinte  timbrado de una felicidad en la epidermis que tantas carencias escondía (creo). Qué vida y que maneras de subsistir la de estos escritores que coinciden en el tiempo como pompas de jabón. Me parecen mentira  dos cosas a estas alturas de nuestros tiempos: cómo se refleja esa bohemia descarnada de superficialidad, porque era real, y esa convivencia de maestros de la pluma. Cuando lees a este cuentista, sus cuitas, reflexiones y compañías no puedes por menos de pensar, pues que suerte (coincidencia, o qué) convivir, conocer y coincidir en esta vida con Shpman, Ezra, Walsh o Scot. Casi nada. En estas circunstancias no sabes si existen los genios, si se hacen (los hacemos) o son las medianerías las que nos dibujan lo que consideramos grande (de la Literatura). Son reflexiones que siempre me quedan, aún cuando la obra que acabo de leer no tiene pega, y me ha trasladado muy bien a esos años y a ese ambiente que ya quisiera yo para mi vida, con todas la precariedades que pasaron. No sé. En todo caso la distancia es grande y la mentalidad distinta.

miércoles, 17 de abril de 2013

Amapolas

Cómo disfruto en el campo lleno de amapolas. Está todo plagadito de ese rojo hermoseado de flores que inunda el verde y llega al horizonte. Es la reina de la primavera, que se tilda ahora de elegancia y saca cabeza entre el oleaje inmenso del verdín. Esta mañana después de la faena he andado a gusto y a mis anchas; trotando a pierna suelta con Zarandal y la Morita entre la espesa ciénaga de yerbas y aguas rebosantes de belleza: pisoteando muy fuerte como niños pequeños disfrutando en lo prohibido, saltando a trompicones entre la marabunta de colores. Qué aire y que bonanza del tempero, y qué luz más sana nos acuna la comarca. Hoy en Los Pedroches huele a fiesta grande y yerbabuena, algodones tendidos en el aire que saben como azúcar. La amapola es la emperatriz de la escena, coquetona y resabida, y gracejo no falta aunque presume más de lo que tiene. Se alza con talle y con orgullo cual princesa en fiesta de verano, altiva y desenvuelta como nadie; creo que en fondo es tímida y coqueta, luciendo volantes de pitiminí con humildad suprema. Dice mucho y calla poco, porque es frescona y buena gente. Como a los hombres nos pasa, de vanagloria presume, pero es porque rebosa humildad por los poros de su sangre. Sus debilidades son prurito de gracia y galanura. Con la delicadeza de un soplo se le hace temblar su corpulencia, que es frágil como el cristal de Bohemia. Con el rojo intenso del vestido -como la sangre de los animales-, que es gala en el campo labrantil, se tilda la muy tuna de brocado a la cabeza: y luce como nadie el tocado de estambrera como finas mariposas...,libando los manjares de la flor. Con el tiempo por delante, sin apremio y a mis anchas, miro con cuido esos pétalos de sangre que flamean como ondas de agua en eterno movimiento. Qué hermoso el porte y el silencio..., qué grande la belleza de esta tierra..., qué inmensos los colores expuestos a la vista. Despierto al rato de la plácida ensoñación, y entre la sordina del resolló de mis perrillos salgo al trote para alcanzar las voces de mi padre, que me espera con paciencia al otro lado...., y sabe muy bien de mis amores a ratos

lunes, 15 de abril de 2013

ICONOS

Nos han enseñado a vivir tanto con los iconos que ya no podemos existir sin ellos. Las imágenes se han elevado a la peana de las sociedades consumistas, y aquello que se nos mete por los ojos va a misa. Siendo lo dicho de cierta gravedad, bien entendido, muy mal resulta cuando se aplica a la mujer. De poco sirven las palabras, los buenos argumentos y el discurso racional convincente. Las mujeres sabemos mucho de ello, porque desde hace cientos de años se nos utiliza como objetos, como jarrones bonitos que sirven para decorar la casa, las oficinas y hasta las conferencias y encuentros. Si no estamos en cuerpo y alma, enseñando tipito, no somos nadie. ¡Vaya por Dios! No somos nadie..., somos nulas o una nulidad, no tenemos cuerpo y no tenemos alma. Machismo en estado puro. No me importa nada que me travistan de no se qué (Dios les conserve la vista y la sensibilidad...), porque vozarrón tengo cuando a las vacas con enfado me dirijo, aunque más difícil me resulta lo de la cola. Dónde llega la grosería, y el desafecto (hilando fino, que lo es), el deseo de ningunear y el afán de algunos por empingorotarse a lo más alto del protagonismo sin competencia ni rival del género tonto (con que nos califican). Qué cortas entendederas tenemos cuando nos fiamos simplemente de los iconos, y los manejamos a nuestro antojo (y cuando no podemos..., los anulamos y hacemos desaparecer). A ciertas personas les molesta mucho que no se utilice la cara bonita (que la tenemos, cuidado, por lo menos eso dice mi padre) y el cuerpo esbelto de la fémina luciendo buen tipo y mejor culo; quieren a toda costa ver el cuerpecito (o el taconazo, yo que sé) y opinar si vale la pena el género, cómo te quedan los leggings de ajustados y si te pones mini de verdad ..., y luego veremos lo demás (que no le importa); quieren teñir de machismo el pensar de una mujer; quieren sembrar la duda en la verdad de tu pensamiento y hasta dudan de tu existencia..., y solo darán su brazo a torcer cuando enseñes la patita para entrar a saco y destripar tu alma de mujer. Quieren saber si luces piercing en la oreja o más allá (abajo). De verdad que me producen una tristeza grande los jerifaltes del bloguerío, que se creen intocables porque te anulan y no te dejan hablar (Sí.............ssssi), porque piensan que con sus acusaciones (algunos) y  calumnias te acallarán la boca tildándote de cobarde. ¡No...no.....y NO! La libertad es mucho más grande que enseñar pierna y una boquita edulcorada de chocolate. Qué buena prueba de que el machismo anda aún a sus anchas, vigoroso y sin resquebrajo, porque las mujeres no somos nada, ni nada pintamos. Yo misma me he quejado muchas veces de esta precariedad que hace llorar... (los blogs y la mujeres), pero de ahí a ser completamente una nulidad marcha un abismo. La femineidad tiene anchas puertas y algunas viran por lo  más bajo (seguir de puntillas al mastodonte ibérico), y nada les reprocho (tienen su derecho), pero yo me siento muy distinta y muy distante, sin entrar en los juegos malabares ni en partidas con cartas marcadas. No me gusta ser un espectáculo de circo. Qué puedes esperar de quien te niega y no te escucha; qué puedes sentir con quien te insulta y recrimina; en qué cambiará tu vida cuando los dardos esperan afilados. No. Esas no son formas de jugar, aunque tenga interés en mi tierra y en mi gente. Es evidente que no todos jugamos con las mismas armas. No recrimino nada (porque nada tengo que recriminar) a quienes también trabajan en los blogs diariamente (que merecen recompensas), pero entenderán que buena parte de ellos están en el ruedo como todos, pero hacen un toreo fácil con burladero (dinero y posición). Las mujeres tenemos que ganarnos la faena con mucho más arrimo a la cornamenta. Y no te creen aunque te vean con ojos como platos. Y para pena..., ni siquiera las colegas.  

El gélido hielo de la noche

Ya vamos a toda máquina, señor, dijo el contramaestre completamente azorado. El sudor del capitán Rostron se deslizaba por el rostro sin contención alguna, a pesar de la reiterada restriega con el pañuelo sudoroso. La aplastante obscuridad de la noche no la podían quebrantar los escuálidos farolillos enfocados al horizonte; y el viejo zorro de mar no distinguía a penas nada con sus ojos rasgados, perseverando en el intento, inmóvil y con la vista fija hacia una planicie acuosa de plomo, temblona, que languidecía prácticamente solidificada al arrullo de los hielos. Al otro lado del buque mascaba el silencio Campbell Cooper, esperando alguna señal inaudita en aquel desierto líquido; un milagro entre esos gigantones corpachones vestidos de blanco que de tiempo en tiempo iban prodigándose en inusitado juego al escondite. Nunca había oído tanto silencio el periodista Lewis P. Skdmore en las noches primaverales de aquella travesía, pero aquel día era distinto, y escuchaba como nunca el rugir avinagrado de las máquinas trajinando a más de dieciocho nudos de velocidad; hasta los motores de la calefacción se habían sobreañadido al impulso incontenido de la esperanza. El runrún de las murmuraciones había dado paso, desde hace más de media hora, a una quietud sepulcral, un silencio gélido y una tensión mortífera inaguantable; pareciera, quizás, inexistente la tripulación en el buque, amodorrada con ojos como platos, expectantes, en los óculos de los camarotes enterrados allá abajo. Nunca una llamada en el abismo de la noche había causado tanta desazón; nunca hubiera nada sorprendido al capitán como aquel grito desolado del abismo. Las bromas acicaladas de almíbar en Nueva York del Dr. Francis H. Rlackmarr, fotografiando al viejo grumete, se habían quedado congeladas en muy poco tiempo, cuando ya estaba perdida la ruta de Rijeka. Veinte minutos después del filo de la media noche el cielo quedó sembrado de terror e incertidumbre. El tiempo se había parado, de repente, al toque incierto de la obscuridad de la noche. Cerca de sesenta millas les separaban de un objetivo inaprensible, y aquel avezado guía lo sabía con la certeza que sabe la muerte; que se puede ignorar y desatender a un tiempo, pero que de nada sirve. Así caminaban por la inmensidad de las aguas sin respiro, ahogados en ese mar inquietud con el mortífero cuchillo de la desolación en trance. La angustia del capitán y su séquito de oficiales solamente se medía con la incontenible sudoración, con la tensión de los dientes apretados atenazando un destino atribulado. Qué largo se hace el tiempo en una espera desdichada; qué grande se hace el cielo cuando es el mar quien te acompaña; y que solos están los corazones cuando esperan el dolor sin saber nada. Solo el hielo indemne a la esperanza te acompaña en esos ratos de miseria, y el mundo encuentra su destino..., y la vida alcanza la andanada. Sudoroso y frío movió el capitán el mostacho en un instante, y en el quiebro del silencio escuchó bogar allá a lo lejos. Eran ya las cuatro y veinte de la madrugada cuando el diligente buque empezó a vislumbrar en el túrbido horizonte una recua cansina y fantasmal de botes arracimados e inanes desafiando la muerte. Solamente la soledad y el temblor callado de la noche hablaron ya de forma clara. El capitán se echó las manos a la cara...¡Y lloró como un niño! Gritó de forma incontenida al firmamento y solo halló dolor y sufrimiento. Nunca el corazón le habló tan claro. El Carpathia llegaba tarde a su destino. El Titanic se acababa de hundir entre las aguas.

sábado, 13 de abril de 2013

El río que nos lleva

Hace más de una década que algunos comenzaron en el mundo de la red, esta red infinita que nos une y nos separa a un mismo tiempo. Qué tiempos y qué cosas...–según dicen–, cuando era toda una aventura adentrarse sin mucho auxilio en el mundo de las nuevas tecnologías (que se le quedaban grandes a la mayoría). Cómo pasa el tiempo y de qué forma, porque la mirada fría a veces resulta aterradora, aunque rápido queda edulcorada por la ingenuidad, templanza y bondad de aquellos años sembrados de ternura. Una es más joven y aquello le queda largo (sin vivirlo ya de esa manera), y lo cierto es que hoy vivimos todos enredados en la maraña de nuestros tiempos, una enredadera mucho más tupida y compleja en la que apenas si se le ven las ramas aparte de la hojarasca. Las redes sociales y sus herramientas ya no son hoy día la excepcionalidad con que algunos las miran (con cierta candidez de antaño), sino el lenguaje normalizado de toda la juventud que navega en ellas con la sencillez paritaria de aprender a hablar y escribir..., aunque de forma mucho más rápida e intuitiva [qué estampa la del otro día viendo a mi vecinita María de la Peña, ocho años, enseñando al abuelo el funcionamiento de whatsapp]. Desde esta perspectiva bien se entenderá que para la mayoría de los jóvenes (mis amigas me lo dicen) los enredados son una panda de románticos, porque no analizan (los más jóvenes) un poquito desde donde se viene. Bueno, son cosas que no se piensan. Lo cierto es que viendo los impulsos de hace unos años y en lo que estamos ahora se aprecian muy bien la infinidad de transformaciones, y solamente en Los Pedroches se puede hacer un tiento bueno en cuanto cantidad, calidad, diversidad, pluralidad...Somos un mundo muy heterogéneo donde hay mil ventanas abiertas para proyectar nuestro pequeño universo personal; cada día se abren blogs, redes y aplicaciones para estar al día (o a la noche) de cuanto acontece; las interferencias e interrelaciones son abrumadoras y es tan díscolo el firmamento de internautas que yo sabes muy bien quién manda en el cielo (porque desgraciadamente pienso que a veces, a pesar de todo, somos marionetas). Tecnos domina el infinito y hemos elevado la cotidianidad a parámetros contradictorios: prima lo rápido y lo corto, la inmediatez (que en lo excepcional es a priori bueno), que en la monotonía del diario es pura banalidad; hemos hecho la realidad virtual, y la virtualidad hiperrealidad) y sobreactuación; si bien cuando elevas lo cotidiano a la categoría de excepcional, lo excepcional lo arrastras a la más simple de las cotidianidades. En nuestros enredos de la comarca incurrimos –como no podía ser de otra manera– en las virtudes y defectos de este mundo de las redes, y cada vez estamos más interferidos y mediatizados por las modas. Que a diario son legión. Personalmente me gustaría que, más allá de nuestras cuitas personales y ñoñerías de adolescentes (que se meten por todos lo sitios, y son legítimas, claro), hubiera también sitio para la mirada detenida, para la reflexión y el deleite en las pequeñas cosas que hay que mirar con cuidado. También aprecio en este río revuelto de pescadores del bloquerío que a veces hay desates de mal gusto, enfrentamientos encubiertos, recelos, protagonismos, miradas altivas o envidias infundadas, o a veces lo parece; sobre todo priman mucho más las críticas y acechamientos que la hermandad sana y el apoyo (más allá de los cuatro amiguetes). No obstante, creo la mayor parte de enredados de Los Pedroches somos buena gente. En reiteradas ocasiones he planteado algunas cuestiones que encuentro de interés, así como dudas que yo no sé resolver con mis precarios conocimientos informáticos. Más arriba he indicado que las redes hoy día son lo que son y abarcan lo que abarcan, y en pocos años no serán ya ni sombra de lo que conocemos; pero por encima de ello creo que lo que nos une es y debe ser la COMARCA y lo que queramos que sea. Resulta difícil que nosotros –que somos unos pocos– nos pongamos de acuerdo en potenciar unos valores y unos rasgos de identidad, aunque debiéramos poner el empeño en ello. Creo que es uno de los grandes objetivos que tenemos que abordar: ahondar en la singularidad de lo más hondo de lo nuestro, y pienso que esta tierra tiene hondura si lo sabemos hacer. Las herramientas sociales a nuestro alcance son vitales para dinamizar nuestra tierra, para crecer nosotros, para estrechar lazos positivos, para proyectarnos a los de más allá. Me gustaría saber porqué seguimos prácticamente en el cascarón (en cuanto a repercusión general) y nuestras posibilidades (enredados) son tan limitadas...¡y no somos capaces de llegar mucho más allá de la comarca! ¿Dónde está el error y qué hay que hacer...? Las estadísticas generales de visitas son bastante parcas hasta en los más diestros y activos en las páginas, blogs y redes (creo, aunque no entiendo mucho). Pienso que uno de los grandes objetivos de los ENREDADOS PREDROCHEÑOS está en concebir una plataforma unitaria, no una deposición de muchas páginas (y algunas con censura), sino una participación activa de todos con lo mejor de cada cual (con su personalidad), pero un sentido global que enseñe nuestra mejor cara en todas y cada una de las perspectivas. Eso requiere, creo, una mirada muy potente capaz de sintetizar sin excluir, y sin incurrir en la típica globosfera de enlaces (que no dejan de ser muy positivos, pero no es mi idea), que no es más que una sala multicines.


Respecto a los viejos problemas también se ha avanzado un montón –como la sociedad misma –, y los más jóvenes tienen un sitio destacado en los tuits que diariamente se insertan..., los mayores hacen lo que pueden, y las mujeres cada vez tenemos un papel más activo en las plataformas, aunque la relación porcentual deje mucho que desear y refleje algunas desigualdades que no hacen otra cosa que reflejar la realidad. El tiempo avanza (o debe hacerlo) en positivo.



.

jueves, 11 de abril de 2013

Optimiz@ndo

Ya sé que todo está mal..., muy mal. Y lo que te rondaré morena (que dice el abuelo). Vayas por donde vayas tienes la cantinela correspondiente, y ya no se habla de otra cosa, ¡y a mí me lo van a contar! La cuestión es que con el derrotismo no se llega a ninguna parte (me parece), y para sobrevivir pienso que debemos ser positivos (no tontos, ni ignorantes, ni inconscientes), que estamos obligados a ver algo positivo al menos en nuestros planteamientos vitales. Para lo contrario sobran agoreros, y que tal vez estén en lo cierto, y se acabe el mundo, pero no podemos enturbiar completamente nuestra mirada y volvernos completamente ciegos: ...y si la cosa sigue de la misma manera y no cambia; y si estamos trabajando de balde; y si esto dura varios años; pues han cerrado no sé cuantas cosas; pues todos los que conozco están en paro; ya se arruinó menganito..., y nosotros...Creo que es un error acicalar nuestra realidad más inmediata con catástrofes que no te dejan vivir. A mí me gusta ver luz hasta en la obscuridad, apreciar las rendijas en la habitación oscura; sentir que hasta en los días fríos de invierno siempre te llega al mediodía un rayo con un poco de calorcillo, aunque sea mortecino y más aparente que otra cosa; apreciar el claro del cielo cuando aparece al amanecer en el horizonte, e ir viendo como gana intensidad hasta en días nublados. Creo en lo más cercano y en lo que depende de nosotros podemos encontrar miles de valores positivos. Trabajar con ilusión y encontrar satisfacción en lo que hacemos. Ver esas notas de alegría que también se vierten en nuestro entorno, porque siempre hay un Rafael (mi vecino, viejecillo es un punto) en un camino para contarte un chascarrillo y contentarte en la mañana; una amiga que te saca de apuros..., un día bueno o una venta que te soluciona la papeleta de un embrollo. En el trabajo conviene encontrar nuevas perspectivas y encontrar  posibilidades, pues a veces nos obcecamos con las mismas perspectivas de siempre que ya son caducas..., y no nos damos cuenta que al lado existen otras ventanas. Las frases romanticonas de Chaplin son tópicos pero tienen mucha verdad: no llores porque has perdido el sol...., tus lágrimas no te dejarán ver las estrellas. Últimamente observo otras profesiones y gente muy capacitada y positiva, y veo que hay mucha creatividad por el mundo, que a un montón de gente no le falta ilusión y rompen barreras todos los días. Si una se quiere encontrar con soluciones diversas a los problemas no faltan alternativas, y en todo caso creo de debemos seguir haciendo nuestras cosas bien..., con ahínco y mirando siempre por el rabillo del ojo las oportunidades del mundo mundial. Nos han hecho mirar al mundo desde la perspectiva única de la economía, y existen infinidad de enfoques diferentes para vivir la vida con ayuda de los más cercanos, con la vecindad y el trabajo conjunto, con otros valores bien diferentes que se alejen del consumismo, el desvarío y la imperiosa necesidad de existir para el mercado. En todo ello se puede encontrar también una pizca de esperanza. Mirar la botella medio llena tiene ventajas, y la primera es eludir el espectro del pesimismo, que puede ser el problema más gordo de todos los que tienes. Para gustos hizo Dios los colores.

miércoles, 10 de abril de 2013

Enredados...,

Los excesos nunca son buenos. Algo así habría que recordar con lo que está pasando en las redes sociales y adláteres tecnológicos, que al pasar de la nada al todo están creando desbarajustes grandes en los comportamientos personales y sociales. Las últimas generaciones vivimos una auténtica revolución con los Smartphone-Iphone y la mensajería agresiva que es digna de analizar. Algunas cosillas están teñidas con bastante necedad. Hemos convertido nuestras vidas en un sin vivir de conexiones tecnológicas, rápidas y constantes que queremos –y tenemos– el mundo a nuestros pies, como si fuéramos dioses; ya no vivimos si no sabemos qué hace la fulanita al instante de levantarse, o como se lo está montando el menganito en el trabajo; si Mari se ha puesto mechas o Ricardo se ha puesto el vaquero ajustadillo. Nos ha dado por desparramar a los cuatro vientos toda nuestra existencia sin rubor alguno, destripando toda nuestra privacidad hasta lo más recóndito de nuestras vidas..., que ya no son nuestras, sino suyas y de todos. De nadie (que pena). Tener más amigos que Dios en Twitter y subir al Facebook cada instante es una necesidad acuciante, y si  no lo haces pareciera que no existes en el mundo mundial. Ya no hay recodo de nuestro quehacer diario que no se difunda; ya no hay emoción que no se sepa; todos los secretos han de ser esparcidos a los cuatro vientos; y cuanto más mejor. Nadie que se precie debe mantenerse ajeno a la prodigalidad de las redes, a la última, a la encendida sociabilidad, al enriquecimiento internauta. Descargar al día trepecientas mil aplicaciones se ha convertido en una obligación existencial. Llevar la maquinita hasta en el baño es una necesidad imperiosa, porque Rocío puede estar pasándolo fatal y requiere unas palabritas de consuelo (¡pobrecilla¡. Perdoname Roci!). Y en el pub ni te cuento..., que ya no tienes figura de persona si no twiteas todo el rato con el mangui. Con Mariló (que no me lee) te juntas a diario, pero nunca te encuentras con ella, porque el rato lo dedica a ver que hacen las demás cuando no vienen..., y cuando vienen...¡qué pena!, ya no tiene nada que decir. Nada extraña que entre mucha gente se esté poniendo de moda estar completamente fuera de la red (voluntaria y conscientemente), apostando por la privacidad y la eliminación de perfiles sociales, pues hemos llegado a extremos irrisorios. Vamos, como niños con zapatos nuevos. Así pues, en ciertos grupos de alto standing se detesta ya lo que para otros es la vida misma. En reiteradas ocasiones he dicho que me gustan los avances, en todo, pero el  mal uso de ellos me pone de nervios. Simplemente los utilizo de forma esporádica y casi por necesidad...y no me preocupo nada (pero nada) de andar todo el día tirando de aplicación ni de whatsapp. Tampoco en este oficio mío se puede andar tonteando mucho, porque hay mucho que hacer, aunque otros (y otras que yo me conozco) encuentran tiempo para todo, que le va a las costillas de otros. De lo positivo no hablo, pues todos lo sabemos y complacemos.

lunes, 8 de abril de 2013

Pequeñas grandes cosas

En días como hoy, en que el cielo nos da un respiro, se disfruta del campo y del cuerpo con todos los sentidos. Hasta la luz clara del día resulta hiriente a las pupilas, que se han acostumbrado a la grisalla plomiza que nos invade; pero el sol camina ya raudo por sus fueros y sabe que a estas alturas manda más que nadie en el firmamento, y cuando aparece lo hace con sobrada autoridad; y en los colores de la naturaleza se encienden tonos restallantes que no son simple luz de artificio lumínico del astro rey, sino vida interna que vibra ya con mucha fuerza. Con estas maquinaciones en la cabeza, al hilo de la tarea en la vaqueriza, he disfrutado esta mañana consciente de lo que tenemos, que no es poco. Es cierto que todo está encharcado y con poco tiento en el tractor te quedas atascada en cualquier parte, pero eso no son más que pormenores, pues el campo está delicioso y parece una estampa de otro sitio. Los tonos endiabladamente complejos de los verdines anonadan a cualquiera, y el campo sabe a borrachera de agua pura. Que el abuelo dice que es larga y resacona (ja, ja, ja). Este año han corrido en la Vera hasta los arroyuelos dormidos en sempiterna pereza, que no despiertan de su letargo ni con el agua de las torrenteras de arriba; le hace falta el desvelo constante de plañideras de plata que este año no han parado de llorar en las semanas cuaresmales, cuando el lecho está ya bien henchido del líquido elemento; y el agua corre por la ladera con la lentitud que da todo el tiempo del mundo para sembrar el horizonte con un espejo inmenso. Qué belleza y qué gracia la que nos concede el campo  y la naturaleza..., y el aire fresquito de esta mañana templándose al mediodía; susurrando la encina con despojos que se vierten con los desmanes del temporal preñado de fuerza. Hoy hasta los pajarillos estaban quietos y expectantes, alegres en sus ojillos trasparentes de luz como bolas de cristal. Y  qué estampa la de esas dos cigüeñas que llenan el cielo de bondad y belleza con su castañeteo constante. Desde lo alto descienden con parsimonia enfilando el cuerpo gigantón como un misil de efecto retardado..., y un despliegue genial de alas (con muchísima fuerza) planeando con magnificencia. La cigüeña vuela poco y con sabor, sabiendo donde va y con pocas concesiones a los curiosones, aunque cuando vives con ellas le coges muy bien el tiento, y gusta mirarlas abajo en la charcaza, pisoteando el agua con un no sé qué de delicadeza..., con una elegancia de señoronas finas y con ese picoteo certero cargado de indulgencia por sus prisas. Son muy descofiadotas, pero cuando te conocen andan a lo suyo, y a mí no me gusta rutearlas. Belleza en estado puro.

domingo, 7 de abril de 2013

Mujeres. Mirada a lo lejos

Aquí seguimos, en la tarea más sana y en el producto más blanco (ordeñando). Al hilo de la exposición fotográfica del Museo del Pastor de Villaralto, sobre Esas Grandes Mujeres. Madres y abuelas, quisiera hacer alguna consideración. Por supuesto mi enhorabuena por el esfuerzo de estas mujeres (organizadoras), que tal vez sea interpretado por algunos como algo manido, alicorto y de poca sustancia, pero cualquier granito de arena es bueno y ayuda a reafirmarnos y mover conciencias. Claro que estamos atiborrados de actos y gestas institucionales que son pura pandereta, y no sirven para mucho tantas veces..., pero cuando sale de dentro en los rincones más recónditos de nuestros pueblos sí que merece un aplauso. Dicho esto, me vienen a la cabeza las precariedades que han tenido nuestras abuelas a través de las fotografías; claro que no se trata simplemente que antaño fueran retratadas poco y mínimamente por imposibilidades económicas (como los hombres de pueblo), sino que cuando se hacía estaban sembradas lógicamente del sentir del momento. Si exceptuamos algunas fotos antiguas con cierta naturalidad (mínimas, si nos remontamos a las primeras décadas del pasado siglo), la mayoría se ajustan a los momentos cruciales de la vida: alguna foto de mocedad en eventos de mucha trascendencia personal, que realzan la belleza de nuestras abuelas y bisabuelas (entonces jóvenes) como jóvenes actrices restallantes de juventud, siguiendo los prototipos al uso; sobre un fondo neutro de estudio, sin espontaneidad alguna y con miradas perdidas al infinito, con ojos profundos que taladran el tiempo y el espacio, pues efectivamente así eran entendidas para la posteridad (como algo único y un recordatorio de un tiempo); las típicas y estáticas fotos de la boda que habían de ser el estandarte iconográfico de la casa, sentenciando el sagrado sacramento del matrimonio, y las subsiguientes fotografías (tres o cuatro a lo largo de la vida) con los hijos y el marido en la cartilla de familia (que he podido rescatar de mi tatarabuela María), que son todo un poema; finalmente las fotografías de ancianas ya decrépitas, ensalzando con orgullo la altivez de la raza de un género exprimido hasta la desazón, que respondían a esporádicas situaciones de fiesta o entierro, y apenas si rubricaban la antesala de la muerte..., y poco más. Las modernidades que venían como avanzadilla en tiempos más modernos nos dejaron algunos retratos de las abuelas con la familia o algún vecino, visitantes acomodados o en fiestas del pueblo donde siempre venían (como dice el bisabuelo) el Donato y el Ismael con aparatos modernos. Qué estampas más cargadas de romanticismo y qué lejos de nuestros tiempos donde todo se capta al instante y todo se olvida. En las viejas fotografías era todo lo contrario, se inmortalizaban esos momentos solidificándose en el papel para la posteridad, recordándose toda la vida a través de esas pequeñas ventanas. Claro que la realidad más cotidiana de nuestras abuelas quedó en el olvido y en la sombra, pues las fotografías representan momentos insólitos y extraordinarios de su vida, pero nunca (las más de las veces) su realidad cotidiana..., nunca esa nómina alargada de tareas ingentes en las que desparramaban sus existencias. ¿Dónde están esas estampas de las abuelas en el tajo del campo y de la hacienda? ¿dónde el inmenso trajín de la crianza? ¿dónde la escuela ...(qué dolor)? ¿dónde la fiesta y la parranda..? Esa es la triste realidad de aquellos tiempos, en que las fotos son sesgos muy cortos de sus vidas y elocuentes verdades de ausencias infinitas.




QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva