sábado, 29 de septiembre de 2012

Leche y agua

Por fin llegó el agua tan deseada, aunque un tanto descarriada y con brete de desmesura. Para el campo y el ambiente es una bendición en general, aunque sobre ello haya también disparidad de criterios en los sectores. Como ya se sabe, nunca llueve a gusto de todos. En los momentos que vivimos (quienes nos sustentamos del campo), el sabor agridulce está a flor de piel, sobre todo por la triste situación del sector lacteo. Una y otra vez me dice Vero que refleje la verdad en el blog con detalle, con cifras y letras sobre una realidad sangrante, pero no soy docta en los números que ella domina, en las estadísticas que traducen ya miedo, ni en las pérdidas que te acoquinan el espíritu. No tengo tampoco la elocuencia necesaria para conmover vidas ajenas, para provocar lástima o encumbrarnos como víctimas desvalidas. Los lecheros y agricultores de la tierra somos gente sufrida y callada, que aguanta lo indecible y revienta por dentro ¡aunque se ahogue! Aún así, el mes de septiembre ha sido pródigo en brotes de irritación vocinglera, pues la situación está que arde (al menos por dentro). Personalmente creo que lo que pasa es grave para la comarca, pues tiene una pata muy fuerte apoyada en las vaquerizas y su industria lechera. No sé si todo el mundo es consciente de la calamidad que se padece en el sector, que tiene una resolución difícil, pues la producción y comercialización andan descarriados. Casi siempre hemos sufrido en el campo y con la ganadería las deprimentes situaciones de precios irrisorios, pero ahora la cosa es insostenible: nos cuesta producir más de lo que vendemos, y trabajamos gratis. En la comarca los ganaderos nos mantenemos con pundonor y el optimismo genético de quienes han vivido siempre con muy poco o con nada. Hemos hecho en las últimas décadas esfuerzos ímprobos por modernizar el sector, innovando hasta lo más alto, sacrificando todo y más de nuestras vidas; optando por una iniciativa de mucho riesgo para defender nuestra tierra..., obteniendo calidades muy satisfactorias y convirtiendonos en motor económico de la comarca; pero ahora mandan los mercados y sus precios injustos, la especulación de las grandes marcas y la desidia de quienes rigen nuestros destinos. La leche está teñida de negro, también, en un ambiente generalizado de pesimismo. No me gusta ser catastrofista y miro siempre al horizonte claro, pero no me apetece ver la cara triste ni el ánimo desvaído de mis correligionarios de oficio; de vida y desesperanza. Tenía que decirlo bien alto, porque a la comarca le interesa ser consciente de mucha gente anda ya, desgraciadamente, con muy mala leche (con perdón).

lunes, 24 de septiembre de 2012

Voces líricas

Resuenan voces de poesía a lo lejos; voces de trovadores de ensueño, artífices del misterio y obradores de la palabra. Soñadores de quimeras y embaucadores de la metáfora; ilusos de certezas falsas y mendicantes de la verdad incierta..., que piensan fantaseando en las corrientes serenas. Cientos de voces se oyen pero no se escuchan; miles de lenguas se ha hablan pero no se entienden; infinidad de susurros que se disipan en la atmósfera con la soberbia de pájaros que vuelan sin destino en el firmamento etéreo. ¡Qué pródiga es la lengua de los poetas... ¡ ¡Qué atrevida la escarcha de sus palabras..., y qué ilusa la mirada de sus pesares! En el abismo de sus memorias verbenean cantos de sirenas muertas, o vivas; acaso tengan en el infinito de la incomprensión un sitio escondido para los henebradores de sueños, para los agitadores de entelequias y muñidores de oxidadas zambras que calientan el ambiente con el sudor de los poetas. Qué grande se me hace la lista de los aurigas del coro, y qué pequeña la constancia de sus verdades; y aún hablan y miran y parlan, sin que el resuello del aire atempere su palabra. Hay que tener la sangre muy fría y el corazón caliente para decirse poeta. Y hay que vocear muy fuerte en el silencio de la noche, y escuchar al arrullo de la hoguera el crepitar del borrajo y la evanescencia de las pavesas. Cuántos poetas nos hablan, y cuantas mentiras se cuelan..., y de verdades a medias y decires desvaídos nos dejan el alma llena. Mi corazón solo escucha el aura de las tinieblas, y en la obscuridad de la noche tiemblo esperando la aurora, meciéndose calma y sola cuando le llega su hora. Hay voces allá a lo lejos, hay palabras que hablan solas; y hay cernideros de voces, que briegan juegan y roban, palabras que no están solas.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Cara a cara (micros)

Las capacidades de algunos hombres son admirables, así como sus facultades naturales para resolver problemas; sobre todo cuando tocan con las yemas de los dedos la genialidad. Mayor admiración supone aún la coincidencia de dos genios en el tiempo y en el espacio, sorprendiéndose con incredulidad cara a cara como un niño pequeño cuando se mira en el espejo. La vida es sin embargo sorprendente, y el destino caprichoso. Lo que no surge en varios cientos de años o milenios puede ocurrir un día de la noche a la mañana, como si no pasara nada, de la forma más natural entre millones de mortales que pululan por la vida sin sobrepasar las cosas más pedestres y rudimentarias. Este pensamiento masticaba de forma inconsciente el maestro, no exento de la mayor jactancia y altanería, mirando la paleta de colores y observando de refilón el magnífico cuadro que le había puesto a hurtadilla Juan Pareja delante de sus narices; sin permiso y sin el menor aviso, sobresaltado ya de ambición y denostando sin remilgo alguno los principios de sencillez y humildad que le habían aprisionado a lo largo de toda su vida. Se lo había jugado el todo por el todo, y después de mucha paciencia, pasión frenada, y ensombrecimiento de la verdad se había decidido. El criado ya no soportaba ni un día más prevalecer junto al magnate del pincel triturando tierras y colores, acicalando sus obras o preparándole lienzos como un mozo de cuadra. Había llegado la hora de salir a la luz con toda su fuerza, demostrando su valor y señoreando a toda la Corte que él nada tenía que envidiar a ninguno de considerados dioses del color que cubrían las paredes de Palacio: él mismo podía sin grandes aspavientos reproducir los mejores retratos del Rey, representar las batallas o crear escenas que causaran sensación a toda la cristiandad. Poseía la inteligencia y la mano de un pintor genial. Velázquez, en su soledad y con un sentimiento agridulce, miraba obnubilado la obra: su esclavo negro le acaba de demostrar que, en cuestión de pintura, le podía hablar de tú a tú. El genial pintor de Corte tenía un maestro a su lado por esclavo.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Un sueño soliviantado



Las cosas más trascendentes de la vida se hablan entre banalidades. Eso pensaba Marcos después de un largo silencio, habiendo quedado a solas con Lucía en el salón. Esa mañana habían recorrido los contornos desde bien temprano, avistado los quehaceres de la servidumbre sujeta a la casa y las explotaciones más prósperas. Quinto había anunciado su presencia en la vecina Montoro por cuestiones de interés, y en pocos días estaría ya en casa actuando como dueño y señor de la domus, que ahora señoreaba el vástago de la familia. Pero ahora, en el derroche del ocio vespertino, los dos hermanos fantaseaban con el devenir del tiempo y del destino. Nada que suscitara la ira de los lares familiares, por supuesto, pero la charla había ido demasiado lejos en presunciones que hacían temblar los pilares de la estabilidad de una existencia pacífica y afable, como la que ellos llevaban. Qué díscolo es el destino y que errática la vida –decía Lucía con la mirada perdida en el horizonte evanescente, que se asomaba por el ventanuco. Los escritores capitalinos les habían dejado sembrada la semilla de la inquietud existencial, y ahora maquinaban sobre un futuro incierto con pies de barro; soslayando las inseguridades divinas. Quizás dentro de muy poco nada existiera –decía Marcos entristecido–, quizás el imperio acabe de encontrar algún día la horma de su zapato..., y tal vez todo se vaya al traste. La inmutabilidad material de los últimos siglos estaba quebrantándose por los flancos, y hasta dos jovenzuelos de no mucha experiencia percibían una aurora debilitada. Su familia había vivido en la prosperidad durante varios siglos, estaba empingorotada en lo más alto de la ciudad, con cultivos abundantes, esclavos y prestigio militar del padre y sus antepasados. Pero, ¡ay!, que los nubarrones estaban ya muy próximos. Lucía jugueteaba bromeando sin piedad: quizás un día desaparezcamos de la faz de la tierra, hermanito; tal vez en algún momento del futuro seamos simplemente polvo en el olvido, viento ululante entre ruinas escondidas, que nadie sabrá ver. Y en el silencio de la noche de los tiempos prevalecerá encerrada nuestra casa y la ciudad entera..., hasta que un día, después de varios milenios, grite en la claridad de la planicie. Puede ser, hermanito. Solia renacerá algún día de sus cenizas –ja, ja, ja...–. La mirada fija y hermética de Marcos y su rostro se congelaron ante el pánico de una posibilidad cierta. Nada de broma.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Todo..., ¡todo, al viento!

Juani se enfada a menudo, y también la pandi de mis mejores amigas; pero a mí me da lo mismo. Para esto soy muy celosa, aunque me llamen rara. Me fatiga un montón estar todo el día intercomunicada, sin tener tiempo para mis cosas, mi oficio, ocio o banalidades personales. No sé porqué no lo entienden. Me parece magnífico que la tecnología avance una barbaridad y nos beneficiemos de ello, que podamos tener páginas web, blog y fotos a millones en Picassa, y mil aplicaciones más; localizar en un momento a Miguelón en Neuchatel, o a Virgi en su laboratorio de Oklahoma, que se emociona al leernos; pero de ahí a estar todo el día mirando el Whatsaap y twinteando sin descanso me parece una pasada. Algunas no paran desde que se levantan con el invento, y tienes al momento la vida de todas novelada en fotos, divertidas y con bostezos. No solamente es cosa de niños y veinteañeras, sino que ocurre lo mismo con los periodistas de los matinales radiofónicos, comerciales y figurines del corazón; pobrecillos, ya no viven sin el smarphone. Es cierto que las cosas van por ahí y el mundo ya no se entiende apenas de otra manera, pero creo que debemos encontrar un punto medio y saber calibrar la vida, pues a veces parecemos seres virtuales sin existencia cierta. Me molesta no ser capaces de vivir ya sin estar todo el día enfrascados en las redes, sabiendo todo y de todos a todas horas. Por mi parte, gracias a mi trabajo y voluntad (porque ya hace falta) puedo mantenerme un tanto al margen de la glogalización tecnogizada, y sigo por mis fueros con mis costumbres sin twitear ni responder a Watshapp absurdos (porque mira que se pierde tiempo). Pienso que también va mucho en la manera de ser de cada cual, y en el tiempo disponible, y a mí me apasiona más lo natural y el cara a cara, la conversación larga y serena, la intensidad de lo que se dice y cómo se dicen las cosas. Vamos, al contario de mundo. No quiero una vida de cristal..., porque es una bombilla incandescente de mucha luz que se puede romper con facilidad.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Otros tiempos, en el olvido


Al abuelo Manuel le veo los ojos más tristes algunas veces, y casi siempre me detengo; sobre todo en los comienzos de Septiembre, cuando se acuerda con fruición, y calla con mucha melancolía, sus años de infancia y del labrantío de su padre y el bisabuelo, que se pierden ya en el cielo de la memoria; y ya no volverá. A veces me cuenta aquéllo con mucho hondura y delicadeza, porque es parte de su vida y lo revive y actualiza como si fuera cosa de ayer. Especialmente –como digo– estos meses de finales del verano que preludiaban ya una buena o mala Otoñá para el ganado. Las fiebres de la canícula y las faenas de la siega del estío se trastocaban ahora en el sosiego de los cambios en el tempero, las primeras aguas y la preparación del campo para triturar el terruño con interminables alzamientos, ¡qué dolor!, con bestias cansinas que arrastraban el sudor en sus lomos a lo largo de jornadas infinitas. Ahora ya ni se alza ni se bina –dice el abuelo–, ni se siembran nabos ni se piensa siquiera en San Miguel para el mercadeo de la tierra disponible. Andamos como marionetas de los mercados, que nos ofrecen de todo y a cualquier hora, y hemos perdido completamente el ritmo de la naturaleza. Menos mal que los chiquillos de nuestros pueblos aún pueden ver las cuatro uvas en las parras, algún peral o manzano en retirada y los ajos en la huerta de sus abuelos, que para algunos de la ciudad ya son ciencia ficción. Quienes vivimos del agro, aún podemos saborear algo de lo nuestro, oler en el aire el gustillo chispeante del membrillo y coger a calderos las ciruelas del abuelo; disfrutar al aire de una sandía bien fresquita (estos días de atrás) bajo el imperio de Apolo o derrochar el melón bien sabroso en salmorejo de madre (que lo hace como nadie; y María, la amable vecina, aún nos convida con mucha terneza de sus riquísimos higos de la huerta de arriba. Son lujos que nos quedan, pero la estampa de antaño que tiene Manuel en su retina, esa..., ya no está más que en los libros, que como decía una autoridad bien calificada (con su rintintín), solo sirven para hablar de lo que no se sabe. Pues eso.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Isabel la Católica..., mujer de una pieza


La actual proyección televisa sobre la Reina Católica me recuerda algunas de mis lecturas sobre mujeres. Esta, sin duda, es una de esas féminas de armas tomar de la Historia, que dejó muy bien asentada su impronta; si bien tuvo también sus más y sus menos por las cosas de su era, que sufrió con paciencia aún siendo la Reina de Castilla. La diosa fortuna la agració (o desgració) con un destino que nadie hubiera pensado en su niñez, a la sombra de los hermanos varones; aunque con los desaliños de su tiempo, en materias de sucesión, podía realmente ocurrir cualquier cosa, como de hecho sucedió (por su precaria legitimidad). No me interesan demasiado los trascendentales avatares que presenció, e incluso procuró, sino más bien su actitud firme en tantas cosas, su criterio personal y la fidelidad a sus principios; claro que los valores de una mujer de finales de la Edad Media distan mucho de los actuales, ¡y sería imposible comulgar ahora con tantas aberraciones que consintió Isabel!, pero su mirada y su corazón de mujer cabal miraban siempre muy derecho. Pocas mujeres en el mundo han sufrido tantas desgracias personales como la Reina, que le tocaban a lo más hondo de su ser (muertes y desvaríos de hijos, padres y hermanastro), pero supo sobrellevarlo como nadie con la dignidad de una Reina de entonces; con el apoyo inquebrantable de unas creencias religiosas muy fuertes que fueron siempre el gran soporte de su vida. Amó hasta lo más hondo a Fernando y por él y por el Reino hizo lo indecible, y aguantó carros y carretas; sufrió con resistencia los mil avatares del destino (políticos y personales) y supo vislumbrar muy bien los horizontes de un tiempo nuevo. Pero sobre todo tuvo honda conciencia de mujer bajo los parámetros de su tiempo: fue mujer, madre y esposa con intensidad, y en esa misma medida sufridora por triple partida en lo más duro de la vida. A mí siempre me ha trasmitido aplomo y mucho sentido común en su forma de ser y decidir, disponedora y no falta de sagacidad; a veces sus consejeros y allegados –de aviesas intenciones– la tentaban muy fuerte con mezquindades y viles manipulaciones, pero ella callaba y consentía en lo más tenue, pero al final se llevaba a lo songilis el gato al agua; tal vez los santurrones al uso (sus prelados, consejeros de almohada) le ganaban la partida por los fueros de sus creencias, pero ella lo sabía y lo dejaba en aras del altísimo. Pero fue mujer de carácter..., ¡qué mujer!

domingo, 9 de septiembre de 2012

En fiestas


Claro que no es fácil trasmitir a los foráneos el ambiente y el espíritu de nuestras fiestas grandes. Nada que ver con las celebraciones festeras urbanitas, sin ser mejores ni peores. Aquí no hacen falta grandes alardes de pirotecnia, pues el jolgorio está servido de forma natural. En el pueblo se siente la fiesta con una intensidad muy grande, con una emoción sobrecogedora, y en las calles el pálpito de toda la vecindad es admirable por doquier. Mucho más allá de las estampas tradicionales, que a todos nos gustan y embargan por se tan nuestras, lo que más me emociona es ver un espíritu de afabilidad y cordialidad que es copletamente rompedor: qué buena y que grande es la convivencia cuando ponemos todo y todos de nuestra parte, y durante unas jornadas vivimos como en una nube. Nada ni nadie puede romper el sortilegio de la fiesta del pueblo (¡Ay, la cuesta del molar!), pues los lazos de amistad se fortalecen como barrotes de hierro que nos enredan a todos en el firmamento de la alegría y el divertimento sin límite. Los hijos del pueblo (los de dentro y los de fuera), en un alarde de confraternidad, olvidamos por un rato la malicie del mundo, de las cosas de fuera; las malas noticias y desaliños de la vida. Lo que más me impacta es la plenitud de jóvenes y mayores a un mismo son, pues quizás sea lo que le da mayor personalidad a nuestras fiestas. Los más jóvenes vivimos en una constante y rutinaria esfera de fiesta de fines de semana y botellones improvisados, a cualquier hora, pero cuando realmente te entra el gusanillo en el cuerpo de la fiesta de verdad es ahora, cuando todos estamos metidos de verdad, disfrutando y compartiendo con razones de mucho peso; aunque ya no haya creencias religiosas arraigadas ni motivaciones históricas que nos embarguen. Pero la Historia y el pasado cumplen su papel con una fuerza inmensa, ayundándonos a superar el peso de la cotidianidad. Felices fiestas a todos.

martes, 4 de septiembre de 2012

Luna lunera


Hay que ver como se disfruta de lo natural. Estos días postreros al plenilunio de finales de Agosto son como la gloria en el campo. Atrás quedan ya las brasas de un estío irrespirable, y ahora, al atardecer con la puesta de sol, camino con mi perro con toda la satisfacción que ofrece la dehesa: amplios horizontes, encinar callado y el fresquillo que se despierta cuando el cielo se tiñe de sangre allá a lo lejos. Zarandal corre de un lado para otro y husmea por doquier, pues le viene de raza, pero prevalece siempre atento a mis pasos y curiosidades. De vez en cuando se para y atisba un ruido allá a lo lejos, escruta el aire y el espacio como un guardián muy celoso; pero luego vuelve al correteo sin mayor preocupación. A mí me gusta escuchar el silencio del encinar, presenciar el declive del día y pisar la tierra en las diferentes estaciones: las sensaciones son distintas y el pasto te marca el ritmo de la vida. El ganado busca el mejor cobijo al arrimo de la noche y te mira con desenfado y sin interés, como que no va la cosa con ellas (las vacas). Y así es. Los paseos son un auténtico placer ajeno a los dislates del oficio, al vértigo de la jornada y a las preocupaciones diarias. En estos momentos de asueto camino y pienso sin medida, como lo hace el abuelo, envuelto en la esfera densa del silencio, donde el cavilar es pura filosofía y hasta se llega a lo trascendente. Cuanta bondad cabalga en la dehesa a lomos del atardecer; cuánta satisfacción en el olvido de la rutina. Todo sentimiento a flor de piel. Siempre la mejor manera para desquitar pesares y malos humos, porque el campo se te abre en carne viva en esa tenue obscuridad que va alargando sus tentáculos para que fijes aún más tu mirada en rededor, y en ese juego al escondite descubres a veces realidades más claras que de día. Qué lujo poder andar a pierna suelta; que lujo soñar mientras se anda; que lujo vivir mientras se piensa. La dehesa es mi pasión. Y si la luna te acompaña con el vigor de ser dueña en cielo..., la vida es toda calma.

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva