viernes, 30 de marzo de 2012

La Bazán. Mujer de rompe y rasga


Siempre me encantaron las mujeres de mucha fuerza y carácter, como Dª. Emilia. A esas les tengo nostalgia cuando veo que ahora (en nuestros días) no hay féminas con impronta, con voz erguida a lo alto que hagan temblar las cúspides del poder y la gloria. Nuestro mundo se pierde en recua de sumisas que hablan muy bajo (a pesar de las apariencias), y sin fuerza, acomodaticias y serviles a los sillones colaterales. Con esporádicos gritos silenciados por la monotonía que deja indemnes las verdades de la realidad machista. Para muy poco valen las pataletas ordenadas con la comparsa de los auténticos defenestradores de nuestros valores. Cuanto me acuerdo de esta coruñesa que habló alto y claro en su tiempo, y cuanto le debemos las mujeres y la Literatura. Sus voces eran palabras mayores, altisontantes y desafiantes a un tiempo, embates de mucho fuste a esos gerifaltes de altos vuelos y mucha pluma. La dama tenía carácter; y buenos avales a su espalda (también). No eran sin embargo sus posibles (economía, estatus...) los que la alzaron contra todo y contra el mundo, sino su hondo pensamiento y su afilada escritura. Con mucha fuerza e inteligencia, amor propio y desazón; pues ella vivió en sus carnes, bien a en su contra, los agravios de su era frente a una mujer pacata, alicorta y victimista, que había de prevalecer inmutable (el ideal casposo). Esa moral estrecha decimonónica que –como ella decía– ahoga, presa en las estrechas mallas de una red moral menuda. La Pardo tenía sus cosas (carlista), pero muy clara la mente en la defensa de la mujer, en su Literatura y comportamiento personal (más si cabe que en su obra). Su libertad fue grande, en intensa la actividad en la defensa la dignidad e independencia de la mujer. Sola contra ese mundo que las quería teñidas del barniz decorativo de salón como cascarones ornamentales. Bien entendió Dª. Emilia esa necesidad de Cultura y educación para salvar los duros rencollos de la tradición, desigualdad y discriminación de entonces (y de ahora). Pero era luchar contra un muro, aunque ella lo intentó con fuerza. Sana envidia me da su ofensiva constante forrada de valentía y capacidad a espuertas. Claro que no es moco de pavo contar con el arrimo de Zorrilla, Pereda, Clarín o D. Faustino, con quien compartió más que palabras. Pero seamos francos, de nada hubieran servido el Parlamento (que escuchaba a menudo) ni las afables tertulias sociales si no estuviera detrás una eminencia de mucho porte y contundencia. Capacidad y valentía a un tiempo tuvo la gallega, y eso nadie puede negarlo. Sin embargo, la barrera del machismo cavernario era muy alta. ¿Cómo podían aquellos trogloditas (que eran los más liberales de entonces) admitir a Dª. Emilia en la Academia? Dios de Dios. Si la Bazán hubiera tumbado la cutrería moral (si la dejan) hubiéramos avanzado cien leguas en el siglo; y no le faltó tiento y derechura, porque siempre fue polemista y rompedora, entrometida y constante; escandalosa a ultranza, si se quiere. Bastantes de sus personajes hablan con mucha claridad y escarceos constantes de renovada moral, como Amparo (esa humilde cigarregra de Tribuna) o ese desenfado arriesgado de Asis de Taboada (en Insolación)...Aunque no le falte tampoco ese guiño de romanticismo que a veces le seduce (El árbol rosa), arrastrada un tanto por esa veta literaria que le precedió, con la secuela de su amigable Zorrilla. Dª. Emilia abrió una brecha importante en ese mundo de masculinidad imperante, de intelectualidad monocorde a la que ella puso cortapisas sin reparo alzando su voz entre una casta de vanidosos sembrados de una ética torticera y preñada de doblez ante su cara: que grosero el comentario de Valera chismorreando aquello de que la circunferencia de Dª. Emilia no cabía en los sillones de la Academia. Vergonzoso comentario machista que ha quedado en los anales de la Historia para calificar a esos mequetrefes empolvados entre los armarios de la tradición más rancia. Por encima de todos ellos estaba esta mujer bravucona y con arrestos, sembrada con una inteligencia prodigiosa (y ahí está para verlo sus “Amistades Peligrosas”), escritora profesional, y posiblemente una de las más grandes literatas de toda Europa. Dª. Emilia fue un ariete que causa envidia, adelantada a su tiempo (véase si no la Cuestión Palpitante), pero ante todo una mujer de rompe y rasga.

miércoles, 28 de marzo de 2012

En las márgenes de la vida


El chabolismo representa, a mi parecer, uno de los paisajes más humillantes la raza humana. Ninguna persona de bien comprende, en términos de sensatez y cordura, que puedan permitirse espacios de degradación e indignación humana al lado mismo de la vorágine capitalista; de la magnificencia desbordada, de la plétora consumista y del despilfarro alimentario del mundo de los ricos. Tal vez sea una paradoja cargada de lógica, pero desde un punto de vista humanitario difícilmente se puede entender. Yo no lo entiendo. Ayer tarde pasamos al lado de una barriada sevillana chabolista. Era solamente el borde de una inmensa planicie de inmundicia y degradación, pero aseguro que con lo que vi podría describir con mucha precisión la maldad humana. La panorámica visual resulta del todo insultante a la inteligencia y a cualquier resquicio de sensibilidad. No pueden los que nos gobiernan permitir tanta inmundicia sin decir nada; con su silencio y su mirada hacia otro lado; con la inmutabilidad en sus desafectos de estas gentes. Ignorando las cara abyecta la miseria. Al otro lado de la carretera, donde se esconde un mundo de verdades invisibles, pude ver la gigantesca urbe de la degradación cubierta de sinceridad sin remilgo. Aún tengo en mi retina las montañas de excrementos agitadas por el festín de las aves rapaces; los niños desnudos y descalzos correteando sin reparo entre las heces y desagües insalubres que rasgan las entrañas de cualquiera de nuestro mundo. A menos de veinte metros una recua de meretrices desoladas de la vida, uniformadas en desazón, que esperan ya en el atardecer la llamada de la fortuna. Que no existe. En el otro lado, los yonquis desahuciados de una existencia serena hacen cola, perniquebrados y abatidos en el sinvivir, para acercarse a una ambulancia de drogodependencia y servicios sociales que resulta grosera en el paisaje. A mí me parece insultante, indigno y deshonesto (no la tarea de estos profesionales, que está cargada de misericordia y frustración, seguramente) el comportamiento de esos gobernantes que, estando advertidos de tanta malicie, sean capaces de poner a buen resguardo su conciencia con unas simples motas de cinismo. Qué suerte tienen. Nunca pude entender cómo algunos (quienes tienen poder y gobierno) tienen estómago para comer y dormir tranquilos conociendo la geografía de la pobreza extrema en que subsisten miles de personas. Sabia es la naturaleza cuando les permite a estos muertos-vivientes (con perdón) avanzar sumisos en la desventura, indolentes a la desgracia y esperanzados aún con la vida. Cuanto me recuerdan a ese Niño de Vallecas que retratara Velázquez como nadie, ignorante y bobalicón sin causa, pero completamente digno. Viven en este mare magnum de la miseria como seres angelicales ajenos a las verdades terrenas, pletóricos de sentimientos sin un ápice de acritud, cuando tienen en sus manos (si fueran conscientes de ello) la guillotina para hacernos la vida imposible (a los del otro lado, que tenemos mucho que perder). Solo el analfabetismo les mantiene a raya en ese submundo tamizado de realidad, porque no existen, pues su existencia gira al otro lado de la valla. Están en las márgenes de la vida.

martes, 27 de marzo de 2012

Añorando

(Foto de Solienses)

Por Añora ando siempre a mis anchas. Tiene este pueblo de la comarca mucho encanto por donde quiera que mires, si no pides grandes cosas. En lo pequeño es muy grande, y lo sabe y lo presume, pues atempera su estampa con buenas dosis de candidez y mesura, que a la larga dicen los sabios que es la mejor medicina para llegar lejos. Me gusta departir con la gente de la calle, que acá y cuando aparece como con prisa, aunque no engaña, pues luego que te presentas pueden estar contigo más de una hora. No son fisgones a ultranza, que en otros pueblos les ganan (me parece). Las cruces de piedra son santo y seña de la localidad (no solo en fiesta), de disfrute en cualquier momento, en esos rincones plagados de coquetería que invitan a pararte un rato, sentarte y reflexionar. Es asombroso como ha quedado impregnada la piedra la religiosidad del pasado, sin alharacas de enjundia ni alardes de monumentalidad. A día de hoy ya nadie te explica la diferencia entre ellas, simplemente te repiten que Las Cruces son en Añora fiesta gorda y destacá (¡Tu lo sabes, Chiquilla, ¿o no?), con mucha amabilidad y efusión; por lo menos con dos de los ancianos y una señora con las que me encuentro. Andas por las calles como por la palma de la mano, con mucha soltura y conocimiento sin grandes explicaciones, pues todo te lleva rápido al corazón de la localidad. Me sorprende la limpieza y diafanidad de los espacios, las plazuelitas (San Pedro, Las Velardas...) preñadas de sencillez que conozco desde pequeña (que me traía mi padre), y esas casas de sillares alineados que le dan tanta personalidad a la calle; que no son exclusivas de este pueblo. En el centro la iglesia y la noria conviven como dos vecinos de clases sociales diferentes, que se miran con desdén por el rabillo del ojo, y hasta se saludan y comprenden, pero se sienten distintas y distantes; aunque conviven en paz. En su interior se desdeñan, y hasta se dicen maldades. Pegando la hebra con D. Manuel me dice las cuatro cosas que hay que ver, y se admira por mi interés, y me mira un tanto sin reparo, y hasta me acerca a la casa del doctor Benítez, al Ayuntamiento y a una vivienda de mucho porte y bien adecentada a lo rústico y tradicional (pura recreación moderna); veo que la dueña es amable y explayo en preguntarle, y no le falta desate para cumplir bien conmigo. Lo de la Noria (¿dónde estaba la antigua?) ya no me quedó muy claro, pues ella decía una cosa y la vecina lo contrario; el abuelo allí sentado se reía..., ¡y nos reíamos los cuatro! Todas ellas eran hijas del cura de antaño (pelirrojas), que es generación cierta y prolífico el gañan (es broma). En danza para uno y otro lado anduve casi tres horas, que no me pesan cuando disfruto hablando y conociendo. Los chicos que conozco del pueblo son del mismo raso que la gente con la que hablé, alegres y con la sonrisa en la boca (aunque comedidos siempre); cuando se lo hice notar a una abuela me soltó con desparpajo que mejor estar alegres que llorando, que para todo hay tiempo. Me acordé de aquel dicho persa que asienta que la mitad de la alegría reside en hablar de ella y tenerla presente. Y es cierto. Es de admirar lo cerquita que este pueblo de otros y lo mucho que se disfruta en este lugar que tiene rasgos muy suyos. Añora no engaña a nadie, ni los moriegos ni lo intentan. Son gente sana y sencilla (me parece). Este rinconcito de la comarca engancha mucho, y disfruta en sus fiestas, pues lo sé de otros buenos ratos. Tienen la suerte de dar más verdad que nadie a un verbo que, solo ellos, pueden aplicar con propiedad al Añorar a su tierra. Con toda la razón del mundo. Una servidora también, cuando ya se ha ido, ya mismo los está añorando.

viernes, 23 de marzo de 2012

En Familia (con pedón)


En verdad soy más campera que lechera (de vaqueriza). Me tira mucho más el campo abierto y el ganado en libertad. El solaz de trajinar con el sol y la tormenta, de andar y desandar con mucho afán, mirando al horizonte y a las nubes, escuchando al viento y sin parar. Entre las vacas siento más que nunca la paz del universo, porque andan a lo suyo y no molestan; te miran y entienden cuando dices; callan y escuchan con cuidado, y hasta preguntan a veces que te pasa cuando te ven mohína y silente, alegre o entusiasmada. Entre las vacas viejas te sientes apaciguada: con la Reina y la Generala, la Blanca o la Torticera...Las eralas te apremian con su inquietud mañanera, pero es cosa de la edad ¡Que apremio tiene la Sueca, que no me deja libre ni dándole de comer! Son como de familia. En la dehesa las miro con tesón y siempre aprendo, pues en todo lo que hacen hay siempre una lección. Mi abuelo dice que barruntan las tormentas, ¡Y es verdad! Y saben del terreno como nadie: buscan el agostadero y la protección, la brigada y los manaderos. Se respetan como nadie y saben bien quién es primera y segunda..., quién tiene que abrir vereda y quien ha de cerrar la camada. La Manola es mandona de cuidado, y que nadie le pise lo suyo ¡que la tenemos liada! Pero es de ley en el campo; Rosalinda es porfiona y entrometida, y solo se atempera cuando se acerca el Rufian (semental), que es voz de mando entre reses. Andando ayer entre ellas, de nuevo yo me admiré, pues hace diez meses y pico escondí en el riscal un resquicio de pienso, y al caminar hacia allí.., la Pipiola –que es sabuesa– se me adelantó al trotil. Tiene una memoria de escándalo, y es bravucona y mezquina. Yo las trato con cuidado y les conozco el trapío, la dulzura y la malicia con todos los desvaríos. Me gustan con sus cosillas y nos entendemos a un tiempo. El abuelo me enseñó desde pequeñita sus antojos y requiebros: ¡Que te fijes Niña en las orejas, que son el catecismo de las vacas! Vaya que sí. En el campo las reses no te engañan. Son lo que son, y hacen lo que se espera; más bien somos nosotros los que nos mostramos raros y desconcertantes (Que Zarandal –el perro– no le gusta, pues no lo metas en vereda). Cuando vengo del campo ya cumplida respiro fuerte y con sazón, pues disfruto como una enana entre esta familia que me conoce y entiende. Espera y desespera a tiempo..., ni se enfada ni entumece..., ¡y nunca les he oído una mala palabra! Vamos, de familia.

martes, 20 de marzo de 2012

Pedrocheando


Me gusta patear los pueblos de mi tierra. Andar y desandar a trote y moche. Mirar y remirar lo que ya he visto, descubriendo siempre nuevas cosas, que se esconden en estos recovecos del pasado. De mañana estuve el otro día trasteando en este pueblo que me encanta, que es a mi parecer el más pintoresco de la comarca. Enriscado allá en lo alto, me gusta mirarlo desde el otro lado (de igual a igual), observarlo y entenderlo en su silencio, con ese orgullo centenario que es muy suyo; alzando la mirada al horizonte. Modesto siempre y altanero..., que dice y que no dice, que calla y habla muy bajito; duerme y se despierta adormecido, porque sabe bien su larga Historia. Miro al ruedo con pasión, y lo disfruto, con las parcelas y cuadras de otros tiempos. Saludo a Rafael al pasar a mi lado, que es andanero y madrugador, buen conversador y bien discreto..., sabe mucho y no pregunta demasido. Cuando el sol está teñido allá en lo alto, y el pueblo desperezado, me gusta callejear de fuera a dentro. Por el cinturón desperdigado ando y miro aquí y allá, observo el cenobio franciscano y escucho el pasado de su Historia ¡Qué silencio! Las calles me hablan de leyendas que he oido siempre entre susurros, y es la Reina Cava campeona de ensoñaciones infantiles, Dª. Elvira y otras Damas. Voces de otro tiempo. Hacia lo alto me encuentro con Santiago -amable y muy cortés-, que me invita como siempre (y no parece que sea un hombre de autoridad, aunque manda mucho). En el convento ya no existe la Clausura, pero dentro queda el silencio del ayer con voces graves..., y paseamos como sonámbulos por el cenobio callados, oyendo los dulces ecos de sus paredes. Ya sola por la calle de Andalucía -que empieza a estar concurrida-, me acerco a la plaza y ronroneo por la casa de la Tercia, y sin tasa de tiempo vago por la antigua e invisible bordadura del castillo. Por lo alto y por lo bajo admiro la torre y la pequeña ermita, escuchando entre ambas su eterna conversación. En el interior de la iglesia se oye el bisbiseo de las almas inquietas del sótano (aún cerrado), que hablan de una vieja lucha y tretas de otros tiempos. No necesito gran cosa para disfrutar de lo nuestro.

En tus manos


A menudo me dice Juani que tengo manos de pianista, delicadas, pero luego remata sin cuidado alguno, ¡Anda, que si algunos las vieran entre tantas ubres y malezas! Son cosas de la amistad. El otro día, a raíz del comentario me puse a pensar -en otro orden de cosas- en la importancia del lenguaje, que tantas veces nos pasa desapercibido. Decía Cervante en el Quijote que de las pasiones del corazón habla la boca, pero también las manos hablan como nadie, con mucha vehemencia y de forma inimterrumpida. Personalmente pienso que el lenguaje de las manos es más sincero y natural que el de la lengua: más explícito y cargado de voluntariedad, muy mediatizado por la inteligencia y a menudo engañoso y manipulador. Por el contrario, las manos son más sinceras y cargadas de espontaneidad, como impulsos anatómicos del pensamiento y ajenas a toda intencionalidad. Cierto que hay personas educadas en la mímica nanual (las menos), pero los simples mortales (la mayoría de nosotros) expresamos con total naturalidad nuestras informaciones, afectos y emociones. Tal vez sean las manos el instrumento comunicativo más confirmativo del lenguaje humano. Ejemplos sobran a raudadales, pues a diario decimos y sentimos con las manos. La fuerza (puños) y la victora está en tus manos (V), pero también la quietud y la serenidad (cruzadas); con las manos pedimos (mano abierta) y rogamos (también el cura), avanzamos y nos detenemos (a órdenes de policía de tráfico); expresamos aquiescencia (OK, dedo pulgar) y confirmamos la repuslsa; saludamos a nuestros seres queridos.., y hasta los partidos y poderosos gustan de las manos y sus gestos (militares, fascio, etc.); confirmamos direcciones (indicando) y expresamos frustraciones (tampando la cara), pesadumbres (mano en la frente) y alegrías. Basta con ver a Carmen Amaya para entender que son lenguaje, pasión y sentimiento. Más aún, porque el dinero denotan (índice-meñique) y en ellas hasta el futuro algunos ven (Buenaventura), a los cornudos señalan (con dos dedos) y groseras pueden ser (dedo corazón suelto). Es admirable pensar que nuestras manos nos han enseñado a contar de pequeños, a amar y dar afecto y mucho más (...); a encontrar ternura en el de enfrente, a callar y presumir (anillos, pintura de uñas...); a ser limpios y discretos, amables o repulsivos...y hasta en el último momento hablan..., cuando de cuerpo presente bien cruzadas y compuestas nos despiden para siempre. Qué cosas tienen la manos.

domingo, 18 de marzo de 2012

Nueva Entrega Premio Solienses

Hoy se entrega de nuevo el Premio Solienses, que está ya consagrado. Con esta nueva edición se confirma la buena acogida que tiene, que responde ante todo a necesidad de eventos culturales de este tipo y una magnífica gestión de sus posibilidades. Desde aquí quiero dar mi enhorabuena a todos los finalistas y escritores de Los Pedroches, que a diario disfrutan con el ejercicio de la Literatura y nos permiten a los demás hacerlo también. Hay que felicitar especialmente al ganador, Francisco Carrasco, que con su Taxonomía ha sabido recoger algunas de las inquietudes de nuestro tiempo y mostrarnos su forma de escribir. Todas la obras presentadas tienen mi consideración, y poco a poco aparecen autores desconocidos que escriben en nuestra tierra y de nuestro mundo con mucho acierto y sensibilidad. Sobre el premio poco hay que decir que no haya dicho. Tiene bondades de todos conocidas (y limitaciones), y es un acicate para la Cultura, aunque a veces y en las entregas se observa que el interés se circunscribe a un elenco de personas (repetido, y con determinadas características..., ¡que no tiene nada de malo, pero..!)que debía ampliarse a otros espectros (y el Administrador me dirá que ya querría él). Tampoco me gustan los criterios de selección de los finalistas, aunque ya he hablado de la legitimidad del administrador del Blog; también de esos autores que vienen con el aval de los laureles, y por ello siempre hay que darle cabida (que lo merecerán tal vez..., o no..., pero el qué dirán...). Dado que lo que se hace tiene aceptación y considerable difusión, convendría que el organizador fuera cada año un poco más allá e introdujera novedades, para potenciar diferentes sentidos y perspectivas, aunque ahora vaya sobre seguro, pero crearía más expectación a mayores segmentos de la población. La Cultura no puede ni está restringida a eso que acreditan los políticos y las editoriales, los culturetas, o personas en los márgenes de los poderes mediáticos...; creo que es más amplia y hay que saber buscar más perspectivas. Es una opinión de alguien que no tiene mucha idea y tal vez no tenga razón. Pero ya que hay alguien que busca potenciar la Cultura (que no es a nivel institucional), pues que sea con la mayor apertura social posible, con mayores criterios literarios y diversidad de población. Las fotografías y los eventos hablan de la dimensión del evento, y no hay pega que ponerle, pero tal vez si combiene una mirada analítica y constructiva para sacar conclusiones. En todo caso, la comarca se enriquece siempre y eso es lo importante. Mucho más cuando se impulsan también nuestros monumentos poniendolos en relieve, como este año en Santa Clara de Belalcázar. Enhorabuena a todos y mis felicitaciones a los agraciados.

jueves, 15 de marzo de 2012

Espíritu de contradición

Hay personas que llevan dentro el espíritu de contradicción. Son contradicción pura, y se dicen de principios.., y hasta te lo hacen creer ¡Como es la vida! Tan pronto dicen blanco como negro, y argumentan el blanco, el negro y el morao. Puedes encontrarlos en la solana y a la umbría, discutiendo aquí y allá por cualquier cosa, pero siempre postulando y mostrando rebeldía. Hablan ex cátedra y ensalzan las mil verdades a medias, que hacen daño al ignorante y al ingenuo dan la media. Tan pronto dan en el clavo como en la herradura, y como argumentos nunca faltan en los aderezos de la vida, pues ya ves: contradicen y alaban a poetas; critican y secundan a científicos; odian y merodean a políticos, y un sinfín de vericuetos con desmán. Total, con decir que la vida es de colores ¡Bueno va! Porque puede uno ser hoy obispo y capellán, y mañana anarquista y un rufián; torcer y cambiar mil veces de chaqueta... y ser más listo que un chamán. Todo pueden algunos, subir como bajar, hacer amigos de albarda y hasta enemigos de odiar. ¡Que la vida es un suspiro, y hay que saber marchar! Vaya, vaya...Lo malo de esta chufla y bufonada es que hay gente poco critica y callada, gente de buena intención, pero que no dice nada y que se dejan engañar. Son de temer a diario quienes saben mentir bien, quienes malgastan el habla..., quienes dicen blanco y negro, te engañan con to su arte y hasta te esperan mañana. Hay que asentir que tienen habilidad, donosura y buen talante, pero hay que ponerse a resguardo cuando los tienes delante

miércoles, 14 de marzo de 2012

Saber mirar...


Ya no sabéis mirar ni el cielo ni la tierra, ni lo de en medio, me dice el abuelo Manuel con toda su sapiencia. Y es verdad. No hay cosa que más me angustie, y entrice más mi conciencia, que dejar pasar el aura de nuestros mayores, que tanto saben y se nos están yendo. Por eso una y otra vez ando como posesa apuntando aquí y allá lo que aún oigo de la entrecortada y vacilante boca de este hombre de campo que, como muchos de nuestra tierra, miran ya el futuro con ojos vidriosos y cansinos, sin entender ya nada de nuestro mundo. Pero en el suyo son unos maestros, y con su desaparición nos dejaran al borde del abismo. Solo ellos saben mirar la naturaleza con el escalpelo de la experiencia, escudriñando arriba y abajo, desentrañando verdades irrefutables durante toda una vida. El otro día me acompañó al campo y le solté la lengua cuanto pude, porque ya es cosa de andar con tiento en rescatar un tanto de su sabia. No es tarea de un día ni aún de un año, pues habla y calla en sus adentros a destajo, sin orden ni concierto; y una se emboba en sentimientos y no atiende en fino a lo que dice, que es dispendio de gran enciclopedia. Al arrullo del camino me explica con quietud la sementera, y me abruma con derroche sobre calidades del terruño aquí y allá: que no es esto de trigal bueno, sino de cebada y garbancera, tierra áspera...; que si el musgo marca los cardinales, Niña, que eso lo saben hasta las bestias. A veces pienso que si cayera una bomba atómica y quedáramos solo cuatro (yo entre ellos, claro) no sabríamos sobrevivir como entre nosotros no quedara un abuelo. El mío me recuerda mucho y a menudo al Señor Cayo de Delibes –gran conocedor también del campo, que admiro con fruición– cuando decía aquello de que lo que hay en el campo sirve siempre para algo..., ¡Pues para eso está! (ji, ji, ji..., evidente). Del abuelo he aprendido mil cosas que me vienen ahora a la cabeza, como cuando me decía de niña con ternura que ¡Cuando llueva... vete siempre donde van los animalitos...que ellos saben, Niña! Cuantas veces me ha dicho que hay que saber mirar al cielo –sin ser meteorólogo ni señor del tiempo–, que en nuestra tierra el agua siempre viene por su camino, que nunca hace tonterías y se repite, ¡Basta con poner cuidado! De tanto oírlo me sé de retahíla sus dichos y creencias, que algo de cierto tendrán, pues si al cierzo del Norte y al calabrés del Este (vientos) le pone mala cara..., por algo será; mucha verdad guarda aquéllo de que la Sierra Trapera con gorra...no hay arroyo que no corra; o Guadiana cerrada y Córdoba abierta..., agua cierta. Si fuera mal pensada y entrometida diría con rintintín que Ni aire solano ni gente de Torremilano, pero no quiero calentar el ambiente (es broma). Manuel me ha enseñado también a mirar a la antigua la edad de las bestias, y es fundamental en mi oficio, tentándole las quijadas y apreciando los dientes de leche en las quinceñas, que parece tontería y no lo es. Quizás algún día nos acordemos del legado de nuestros padres y abuelos..., y entonces queramos correr a buscarlos, pero será inútil, porque ya no están. Se nos están yendo las últimas lenguas de los que saben. Una tiene envidia sana, también, de lo que no está en los libros. Pero hay que saber mirar.

martes, 13 de marzo de 2012

Plegarias y rogativas


Vaya por delante mi perdón, que es cosa seria. Pero suena a bufa y pandereta en estos tiempos postreros de Carnestolendas. Me refiero a las rogativas que oigo se vienen realizando de forma alegre por nuestros pueblos (Añora) para que llueva. Vale que no llueve y que estamos al borde de la sequía –que especialmente sufro en mis carnes y de mi ganado–, pero de ahí a revivir los escenarios de hace siglos va un punto de diferencia. Un punto muy grande. Cuando se hace de forma sonada y con alharacas pasa de lo pintoresco a la ignominia, transitando por la ingenuidad e ignorancia que pueden algunos aprovechar a poco se lo propongan (medios de comunicación...). No juzgo para nada las creencias religiosas ni la fe de quienes hacen estas plegarias, pero entenderán bien que a estas alturas las encuentro fuera de lugar, completamente candorosas y estrictamente inasumibles. El pensamiento providencialista tuvo su tiempo y lugar, y aunque prevalezca este último hace ya tiempo que la Ciencia demostró que la lluvia cae por razones bien distintas. Obviamente, no quiero entrar en cuestiones metafísicas ni teológicas, que doctores tiene la Iglesia (y me rebatirían, con ayuda de Dios, además), pero creo que hay que guardar las formas mucho cuando objetivamente hay razones que obligan a tener cautela. A no ser que busquemos el espectáculo y la promoción de nuestros pueblos por esta vía, que no deja de ser un camino... (que no apruebo), pero para eso ya tenemos cofradías y hermandades a espuertas. Si no nos atenemos a verdades científicas, y se persiste en el intento, pues ¡ala! A salir todos a la calle cargados de santos, de cruces y con pluviales, que aún están a mano y poco hay que limpiarlos. Seamos serios y no busquemos la mascarada, que la Historia es seria y da disgustos: dice Vero que hubo una vez que de tanto rezar (s. XVII) acabó lloviendo con desmán y se inundó todo durante una semana. Pues eso.

sábado, 10 de marzo de 2012

Claridad..., ha nacido


Las vacas no entienden de Domingos; ni de fiestas ni botellones. La Niña, hija de la vaca Grande, y nieta de la Escuadrilá ha sido madre. Esta madrugada se ha producido de nuevo el milagro de la naturaleza, el nacimiento de una vida que siempre te deja sorprendida, aún con la desazón del incordio y el trajín de una larga paridera. Estos últimos días barruntaba mi padre que la cosa no terciaba en recto, y desde siempre sé que tiene una vista de cuidado; que ve criar la hierba (que decimos en mi pueblo), y por lo bajilis le escuché que la cría no venía bien; que hacía extraños la Niña que no le gustaban ni un pelo. Y el pronóstico se cumplió, pero en mala hora, como siempre pasa. A las cinco de la mañana nos llamó a las niñas (como nos dice cariñosamente, aún veinteañeras) para el parto de marras. La pobre estaba sufriendo con vehemencia y en silencio, porque el becerro venía completamente retorcido y en mala pose. Ya no era posible esperar, ni deliberar a cielo abierto en el paridero de la vaqueriza con luna de rondón. Vero se puso manos a la obra, que tiene un tiento de comadrona como no he visto en la comarca; sabe y entiende más que nadie, y en la experiencia ha ganado ya cátedra. Mi padre la deja hacer porque apaña de verdad los partos difíciles, y le ayuda por detrás con auxilio de cirujano jefe. Primero probamos de pie, abriéndole los cuartos como cuñas y colocando con paciencia aquel escorzo imposible, porque ¡Dios, que mal venía! Finalmente la tumbamos para menguar el esfuerzo del animal que a la hora y media se hacía imposible. Qué sufrimiento de todos, abriendo y apretando, tirando y reteniendo, cambiando...Vero sudaba como un atleta en diez mil metros, secándola yo con tesón y sin estorbo; calmando también al animal con friegas en el cuello, mirando su rostro compungido, exangüe, sin respiración y su mirada exhausta al infinito. Qué manera de echar berrón por los hocicos..., qué tensión más dura de las carnes..., qué calma de mi padre tentando el vientre y serenando al animal. Porque hace falta tesón y calma a un mismo tiempo; parar y arrancar en un instante, penetrar bien las manos y mover con avidez, que el animal se queda trasmutado. Y suda Vero y yo agonizo en frustración completa, que no sé qué hacer..., ¡Que yo no puedo! Tiembla la noche clareada por la luna y el silencio escucha aquel dolor inmenso de la noche. Porque a la vida le cuesta nacer..., y la muerte cauta siempre espera en la sombra atolondrada. Después de dos horas bien cumplidas, por fin puso Vero la Cabeza en situación ¡Que alivio! Para tirar con fuerza y con fricción, sacando al gigantón por las dos patas. Vio el aura de la mañana nuestra sonrisa encontrando al principio de la vida, saboreando un pizco de Esperanza; tentando al destino con fiereza..., pensando que esta partida se la ganas. A fuerza de tesón y de osadía mi hermana consiguió sacar la marca de la vida. ¡Qué bicho, madre, nada me extraña en la vaca la perfidia! Es una becerra mastodonte que al sol mañero pudimos celebrarla. Padre dijo de ponerle el nombre de imperiosa, por eso de la espera y tenernos arrodilladas. Vero sentenció que ¡Claridad! por habernos hecho la luna de campaña. Y así la llamaremos a esta moza, que en el rintintín de la mañana, en poco ya se puso a cuatro patas, miraba obnubilada y casi anda. No ha dado una noche de cuidado, pero bien vale la vida esta de estampa: que se ha cumplido el milagro de la vida y una servidora se ha ganado el pan de la mañana. Acabado aquel calvario los tres nos quedamos como quietos, tomando esa pinta de aguardiente que tomamos en la gera de mañana. Es costumbre sana y buena para empezar la jornada. Aún me tiemblan las piernas, pero tengo la vista muy clara. A más de cuatro finolis, de esos de mochila en ristre, senderistas de pacotilla, y rumiantes de vaguada, les daba mañanas de éstas, con mil dolores de espaldas: ¡quieren vivir sensaciones..., y en la vaqueriza no faltan!

viernes, 9 de marzo de 2012

Leer..., con pasión


Leer con pasión es también vivir con pasión e intensidad; porque la lectura, bien hecha, no nos deja nunca indiferentes. Más bien todo lo contrario. Algunas personas malinterpretan leyendo a ratos, figurando que leen, en el tiempo de ocio como un lapsus en el sinvivir existencial; otros, lastrados por las imposiciones (academicistas), leen sin deleite, a tragullo y sin ver en ello más denostación que la de un trabajo odiado; tampoco son loables las dejaciones de quienes, por ignorancia y sin adecuada formación (desgraciadamente), denostan la lectura como a un bicho raro que contagia o enferma, u otras consideraciones variopintas cargadas de ingenuidad y gracejo: como la de mi padre, diciéndome aquéllo de que voy a dejar el capital en los libros. A lo que respondo yo también con pericia, y lo dejo pensando: ¡No padre, al contrario, que compro el alma de un autor por cuatro euros! A veces (con demasiada asiduidad) no nos paramos a pesar lo que decimos y hablamos a la ligera, pues si lo hiciéramos con raciocinio nos daríamos cuenta de las barbaridades que decimos. Creo que es más que evidente que la lectura no es simplemente un pasatiempos, como quien juega a las cartas, sino una actividad vertebradora de nuestra existencia como seres inteligentes. La lectura nos hace grandes porque sirve como cuadratura del mundo, pues como decía Molesini el lenguaje es el límite del mundo, y en la medida que nuestro lenguaje se amplie o reduzca así lo hará nuestro pequeño mundo. En el mismo sentido habla Marina (sintetizando a otros, claro) señalando que la estructura de nuestra inteligencia es lingüística, y es completamente cierto, pues nuestros conceptos, expresiones, afectos, etcétera se fraguan en el horno del lenguaje; quien más lee más comprende, mejor se expresa y capta con suficiencia la carga afectiva del lenguaje; basta con escuchar a un cualquiera (que mal suena, perdón) para conocerle muy a fondo, digo yo con frecuencia. Por ello cuando leemos no solamente nos divertimos con argumentos literarios, sino que asimilamos estructuras y palabras, sentimientos y actitudes a las que quizás no podríamos llegar de otra manera. Cicerón era bien elocuente –nadie lo dudará–, y decía que para hablar bien es imprescindible leer. Son los grandes maestros de la Literatura los que nos enseñan el fondo del hombre en toda su verdad y crudeza; ¿Cómo podríamos si no entender de verdad la ambición, la fidelidad, el egoísmo, la amabilidad..., si no fuera por Shakespeare en Macbeth o El Rey Lear, a Dostoievski en su Crimen y Castigo, Unamuno en Abel Sánchez y La Tía Tula o el Pascual del ingenioso Cela? Ellos y solo ellos han sabido penetrar en los entresijos de la conciencia, en los recovecos del alma y en las cavernas del corazón. A través de ellos aprendemos nosotros, simples mortales (ilusos). Nuestra precaria existencia no nos ofrece a la mayoría más allá de ingenuidades. De forma estridente, sarcástica y elocuente sacaba rápidamente a flote Cervantes en el Quijote el tema de los libros, quemándolos con fruicción, para corregir la locura-sabiduría del pobre D. Alonso: ¡Qué lección tan magistral dada por un genio que en quinientos años no ha sido aún tambaleado de la peana de la sabiduría! En boca de D. Quijote decía el genio universal una verdad como un templo: Quien mucho lee y mucho anda, mucho ve y mucho sabe. Es cierto que hay edades y momentos, pero siempre debemos leer con satisfacción e intensidad, como algo natural y constructivo. Hoy día tenemos una suerte extraordinaria, pues nuestro tiempo nos ofrece lecturas a niños y jóvenes, maduros y ancianos con distintas profundidades, temáticas y sensibilidades. Como decía Plinio el Viejo, no hay libro malo, y hasta el peor del mundo nos puede enseñar alguna cosa positiva. No sé si convenderé a alguien sobre lo que realmente pienso, y hasta resulto pesada –como dice mi padre– aún con argumentos de otros, pero todos ellos son los que realmente han dicho lo verdaderamente importante del Mundo. La mayoría de la mayoría decimos más bien poco, y a veces mal.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Cosas del Ayer


A veces me invade la nostalgia de forma un tanto irracional y paradójica. La actual situación agraria de la comarca (de las últimas décadas), a la sombra de la COVAP y otras cooperativas que han permitido nuestro desarrollo, han dejado ya en el olvido las briegas de nuestros abuelos en el campo, los sinsabores del terruño y la ingente zozobra en la subsistencia del pasado. Sin embargo, cuando oigo a mi abuelo en las cuitas de su memoria, desvencijada y perdida, me obliga a rumiar con detenimiento lo que dice: el trajín de las yuntas alzando durante jornadas el terrón sin prisa, sin mayor prurito que el de una necesidad sin recompensa; la poda y tala de la Vera con exquisito cuidado, controlando con esmero los pies centenarios con sabia innata de un ecologista avezado; el trajín sagrado de las cavas, linares y garroberas en las hojas de arriba, sin la prieta de un salario digno, pero con la honestidad y el pulso firme de una dignidad añeja que no se medía con el peso del mezquino dinero. Hoy no se podrían pagar las geras de nuestros abuelos ni con todo el dinero del mundo. Le oigo hablar del orgullo de la pardala en el laboreo, del tiento de la sementera y de las boyada como si lo vivera en el horizonte de su mirada; con cuanta verdad me habla de la limpia de la era en el ejido de San Martín, de la parva y del engorro del encalque, que desde niño vivió con la fruición de sus antepasados como actos sagrados inmutables. Y se le tiñen de lágrimas los ojos recordando a su hermana (mi tita) de viandera en palique imperdonable para quienes esperaban con anhelo el maná de la mañana al arrimo de la mies y de la hacina. A veces el abuelo me deja cuajada con el bello como escarpias, relatándome la rispia en la montanera, sus desvelos y desmanes (que de todo había por necesidad) al despunte del sol, que sonrojan a cualquiera viendo las piaras de cochinos que hoy mantenemos a millares. Ya no comprende Manuel ni la mitad de los artilugios que tiene Vero en la vaqueriza, pero la tez renegrida y los surcos de su cara conocen mejor que nosotras, cien mil veces, la sangre de nuestra tierra.

sábado, 3 de marzo de 2012

Mirada de Mujer


Hoy celebramos de nuevo el Día Internacional de la Mujer. De forma reiterada he dicho que no me gustan las efemérides de un día que subrayan las carencias más que las virtudes, las deficiencias más que una verdadera concienciación; y que ponen de manifiesto de forma manida que las desigualdades, injusticias y falsas discriminaciones positivas no son más que un alarde cínico en toda regla de nuestra sociedad. Realzar el día de la mujer no es otra cosa, desgraciadamente, que constatar nuestra inferioridad en el mundo económico, en el ejercicio del auténtico poder y de una mentalidad machista dominante. De un género denostado por la Historia que aún no alcanza principios de igualadad y consideración..., tristemente, porque ¡Cuanto camino nos falta aún por recorrer! ¡Cuanta jactancia nos sobra! Es cierto que hemos avanzado un montón y se camina en la buena dirección, sobre todo en el mundo del desarrollo occidental (que no en la mayor parte del Mundo), pero sigo viendo que las grandes empresas (y las pequeñas, también, excepto algunas valientes) están dirigidas por hombres; prevalecen los varones en gobiernos en los puestos esenciales (véanse los consejos de ministros europeos, las ejecutivas bancarias...), relegando siempre a la mujer a esas calificadas vicepresidencias que aplaudimos con euforia; se sigue utilizando descaradamente a la mujer como objeto sexual (y no al hombre en la misma medida)en los anuncionos y en nuestro entorno (piropos...); en los deportes es descarada la discriminación constante en la proyección masculina que se da al futbol, baloncesto, tenis...; en los toros, el ciclismo, etcétera, etcétera. Y para qué hablar de nuestros pueblos con las cofradías y hermanos que vemos una y otra vez sin rechistar..., porque son hombres y solo hombres los que sustentan la tradición, ¿no? Se vé que ahí no ha llegado aún la igualdad, ni el sentimiento ni los cupos. ¿Alguien duda de que todo esto es la mejor escuela para nuestros niños, que ven y escuchan a diario, que asimilan e interiorizan? Luego, descaradamente, insisten las instituciones y las leyes de que en la escuela se difundan principios de igualdad (ja, ja, ja...), de que celebremos días de la mujer (que no nos queda otro remedio) y que asistamos a las manifestaciones de violencia de género. Triste consuelo y desconsuelo cargado de llando y frustración, porque la dignidad de la mujer se alcanza en el día a día en nuestras familias, actividades profesionales, amistades, instituciones y medios de comunicación. Desgraciadamente quedan muchas décadas para tener tranquila la conciencia.

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES

QUE PARE EL TREN EN LOS PEDROCHES
Vista Parcial de la Manifestación en la Estación de Villanueva